Son días entre el funambulismo y el sonambulismo. Entre el equilibrio y la falta de sueño. Días en que me deshago de algunas pilas de los bolsillos. Porque las pilas siguen persiguiéndome. Aunque creo que ahora la casa está libre de ellas. Claro que son como una plaga, nunca acabas de deshacerte del todo. Entre móviles, pilas y antenas los campos electromagnéticos nos invaden.
Desde aquí oigo como Albert teclea con intensidad su barra espaciadora. De fondo música clásica. Una flauta. Leo un cuento de Mercè Rodoreda donde un viajero llega a un pueblo donde las ratas dominan a sus habitantes. A cambio de que no se los coman están obligados a construir sus casas de madera. Para que puedan roerlas a gusto. Y cada diez años el pueblo se consume y hay que volverlo a levantar. El viajero al final del cuento le dice a ese habitante que le explica con resignación cómo es la vida en ese pueblo, ¿por qué no las matan? Y una rata empieza a roerle el pantalón.
Con un punzón marco las líneas que dibujan la escala de este miércoles. Quiero que vuelva la noche. Confundirme con el campo electromagnético de la pantalla mientras me como una jugosa ensalada.
Al final no hablaremos palabras, desprenderemos ondas magnéticas. Mejor eso que las ratas nos dominen. Pero cuidado con las ratas, silenciosas viven en las alcantarillas, en el subsuelo, procreando hasta el infinito. Y un día van a decidir que se han cansado de la oscuridad y para ese día no habrá onda electromagnética que las frene.
Parfois j’ai peur de toute les choses que je ne peux voir.
Desde aquí oigo como Albert teclea con intensidad su barra espaciadora. De fondo música clásica. Una flauta. Leo un cuento de Mercè Rodoreda donde un viajero llega a un pueblo donde las ratas dominan a sus habitantes. A cambio de que no se los coman están obligados a construir sus casas de madera. Para que puedan roerlas a gusto. Y cada diez años el pueblo se consume y hay que volverlo a levantar. El viajero al final del cuento le dice a ese habitante que le explica con resignación cómo es la vida en ese pueblo, ¿por qué no las matan? Y una rata empieza a roerle el pantalón.
Con un punzón marco las líneas que dibujan la escala de este miércoles. Quiero que vuelva la noche. Confundirme con el campo electromagnético de la pantalla mientras me como una jugosa ensalada.
Al final no hablaremos palabras, desprenderemos ondas magnéticas. Mejor eso que las ratas nos dominen. Pero cuidado con las ratas, silenciosas viven en las alcantarillas, en el subsuelo, procreando hasta el infinito. Y un día van a decidir que se han cansado de la oscuridad y para ese día no habrá onda electromagnética que las frene.
Parfois j’ai peur de toute les choses que je ne peux voir.
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