La velocidad es para los atletas

La velocidad debería ser para los atletas. Para esos espectaculares hombres y mujeres que son capaces de bajar de los diez segundos a la hora de recorrer cien metros lisos. En cambio nosotras somos capaces de recorrer cien metros semáforos en menos de minuto, que tiene su qué, teniendo en cuenta la cantidad de obstáculos que nos encontramos en el camino. Y siempre con el 'perdona' en la boca, porque está claro que en ese tránsito diabólico hacia delante hay víctimas a las que te llevas por delante. ¿Y quién nos ha enseñado a respirar por la nariz? Pues nada, a respirar por la boca y a tragar polución por los dos pulmones, los alvéolos y la faringe y todo el maldito sistema respiratorio.
Y claro, aceleramos el pensamiento. Porque el pensamiento tiene que ir a ritmo. ¡A ritmo, a ritmo! Uno, dos, uno, dos. Dale, dale, que ya llegamos. Pero llegamos y apenas nos podemos sentar. El síntoma claro de que algo está pasando en mi vida es que en los últimos cinco días me he olvidado de dos citas muy importantes con personas a las que quiero más allá de mis posibilidades. Something wrong. Ayer una amiga que me hizo un masaje (necesario, imprescindible para sobrevivir en la jungla del asfalto) me dijo que ella ya había superado esa fase y que si quería me regalaba una agenda. Le contesté que ya tenía una, tipo tocho, que por eso no la llevaba en el bolso pero que tenía otra chiquita sin empezar que me haría servicio hasta final de curso. Soy de las que empieza por septiembre. Y la acabo de recuperar.
Creo que voy a tener que abandonar el sistema de apuntar una vez la cosa está hecha. Ahora tengo que prever. Me he hecho mayor.