No sé qué quiero decir con todo esto, pero lo digo

Hay momentos para beber y momentos para olvidar. Normalmente no coinciden. Hace tiempo que no hago ni una cosa ni la otra. Trato de recordar. El origen está en el pasado. Por eso regresamos. ¿Hay posibilidad de cambio? Una cebra siempre es una cebra pero no quiere decir que tenga el estómago pintado a rayas. Es sólo una estética. Una vistosidad de la naturaleza la que nos hace desplegar ciertas bellezas o ciertas fealdades. De nuestra propia naturaleza.
Me equivoco de entrada de metro. De línea. Tengo que salir y volver a entrar. Se lo explico a unos amables trabajadores con camiseta roja y enseguida me dejan pasar con el mismo billete. Actos comprensivos como éste expanden bondad. Inmediatamente pienso, no sé por qué, en el ‘Roberto Zucco’ de Koltés. Un asesino que mata por exceso de bondad, me viene a la cabeza. Sigo sin saber por qué. Entonces concluyo que los excesos, aunque sean de bondad no son buenos, pueden conducir a la destrucción.
Sin embargo, lo importante es ir al super y llenar la nevera. Una casa con la nevera vacía es soledad con cicuta. Futuro moho de tiempo. En la terraza se resecan las prendas de ropa. Necesidad poética de sol, de luz, de palabras que signifiquen algo. ¿Para qué sirven las palabras vacías? Sólo ocupan espacio pero no hacen servicio. Claro que una palabra amable siempre se agradece, aunque suene a hueca, la intención es lo que cuenta.
¿Qué quiero decir con todo esto? Que en la vida se puede ser cebra e ir al super. Se puede ser bondadoso y matar a gente. Se puede tener el don de la palabra y utilizarlo para tirar de la cadena. Depende mucho de los mecenas que tengan a bien guiarte por este mundo de ciegos donde el lúcido no sólo es un loco sino un mendigo de comprensión.