THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

jueves, 15 de mayo de 2008

Recuerdo de un cronopio


La razón a veces obstruye la creación. Si le pongo exceso de razón, me limito. Es cierto que todos tenemos al enemigo en casa. Se llama autocensura. Y a veces los otros ejercen su presión con esa mirada en la que juzgan tus actos y tus palabras. Y no digo que esté mal. No estoy segura del vive y deja vivir que el otro día volvió a enarbolar una buena amiga y que comprendo y casi comparto pero que me hizo pensar. Pero dejaré a un lado las dudas y el río del que hago ovillo sin acabar de tejer.
Esta mañana nublada quería hablar de la palabra griega ‘ekstasis’ que significa ‘estar fuera de uno mismo’ y que es el trance por el que much@s pasamos cuando nos introducimos en coordenadas y en mundos que aunque se parecen a éste están siendo alterados, formateados, tuneados y hasta reciclados para mayor gloria u olvido de una creación efímera o imperecedera. De ello habla Stefan Zweig en ‘El misterio de la creación’, una conferencia pronunciada en Buenos Aires el 29 de octubre de 1940. ‘…pues toda creación verdadera sólo acontece mientras el artista se halla hasta cierto grado fuera de sí mismo, cuando se olvida de sí mismo, cuando se encuentra en una situación de éxtasis’. Y ahí la razón es relativa.
La alquimia que se produce en el acto de introducirte en un mundo creado paralelo a éste es tan potente que algunas veces una puede perder pie transitoriamente. Alguien entra en la habitación ofreciendo una taza de café y alzas la vista para cerciorarte de que no es ningún personaje que finalmente ha adquirido cuerpo y te da las gracias.
Cuando pienso en creación siempre me acuerdo de algo que nunca viví pero que he hecho mío. Recuerdo a Cortázar encerrado en una habitación de París con sus papeles, su máquina de escribir y su imaginación de cronopio, imbuido por el éxtasis. Recuerdo sus seis meses aislado de la humanidad en el proceso de escritura de ‘Rayuela’ y veo por una rendija la mano amorosa de su esposa entrando en la habitación para ofrecerle un plato de caldo, su único contacto con la realidad. Y me parece maravillosa la generosidad de esa mujer, de esa guardiana entre el centeno gracias a la cual el escritor pudo acabar su proceso. Así lo recuerdo yo, claro, ignoro cómo sucedió.
Si se pierde la razón que sea por creación, no para destrucción. Eso sí, mejor recuperarla siempre.

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