Un largo domingo por la tarde

Agosto es como un larguísimo domingo por la tarde. En realidad todo el mundo quiere que pase pero nadie está dispuesto a darle cuerda al reloj para que vaya más rápido. Resultó que Parón era una laguna donde olvidé todo lo que tenía previsto para este inicio de campaña. Como si de Obama en Denver mismo me tratara. Andamos todos de duelo por esa masacre aérea y apenas nos recuperamos y ya sabemos que debemos volver a volar, porque dicen que la vida sigue aunque para muchos se haya quedado congelada. Y a vueltas con los independentismos de nuevo, con la madre Rusia y sus tentáculos alargados y con Sarkozy y sus puntos y los atentados suicidas que no cesan. No sé, pensé que agosto lo había detenido todo, pero sólo fue una ilusión, me detuve yo, o eso me pareció, porque el calendario ha seguido su curso y de nuevo tengo que volver a la carga.
Será cuestión de regresar de puntillas a la poética de mi habitación que sigue tan desordenada como el mundo, cosa que no me consuela. Al final todo será un problema de espacio, para que quepamos todos habrá guerras, dicen.
El cielo de la terraza está gris; mira habrá que ver la botella medio llena, si llueve no necesito regar las plantas, la clemencia del tiempo autoabastece.

Lo que les pasa a mis letras es que están deseando respirar septiembre, cuando todo vuelve a funcionar como si agosto no hubiera existido.

Será cuestión de tomar otra infusión que deja buen cuerpo.