Regreso a casa

Las cometas de la imaginación están inquietas. El viento las mueve pero no se dibujan sus movimientos, permanecen quietas equilibrando el horizonte. ¡Cuántas cosas podemos ser y hacer en nuestra mente! Y sin embargo que pequeños somos en nuestras vidas cotidianas. Pero mejor ser pequeño que no ogro. Mantener, como una actitud vital, un principio de inocencia que nos libere del mal que nos imponen.
Suerte que a veces las cartucheras de la palabra me hacen temblar los dedos de emoción. Me planto en mitad de la calle frente al pistolero que viste espuelas brillantes y sé que somos o él o yo y aún así lo miro directamente a los ojos para decirle en silencio que no tengo miedo, que si él gana, el cielo me espera porque de mi fusil no salen balas sino besos como espadas que diría el poeta.
Entonces cuando el polvo muerde mis zapatos y mis piernas empiezan a petrificarse convirtiendo la sangre en arena, siento que una verdad sube por mis capilares y me indica que la paz, si se busca y se trabaja, aún es posible. Aunque luego me pregunte, ¿qué hacer con esta ira, con esta sed de venganza que me impulsa hacia los actos más denigrantes? Y es que el mal ya no es el pistolero de las espuelas brillantes, el mal está dentro de nosotros y la lucha, la resistencia, no sólo se produce en las trincheras del campo de batalla, sino que levanta empalizadas en nuestro vientre y nos germina en próximas generaciones. No quiero esta herencia a pesar de ser mía. Voy a hacer una subasta para que baje Lucifer y al fin haga algo explícito adquiriendo nuestra culpa, nuestra rabia, nuestra sed de muerte y así Dios, que todavía lo ama, lo perdone y le renueve su esplendor. El ángel más bello y bueno, regresará entonces a casa.