THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

martes, 15 de junio de 2010

La pequeña historia de Susan McCow y Lucy Majors


No era una persona supersticiosa, pero no le gustaba el amarillo. No era una mujer glotona, pero de tanto en tanto comía una buena dosis de dulce. Tampoco tenía el sí fácil, pero con las morenas no sabía decir que no. Susan era una mujer impecable en sus pensamientos, siempre limpios y concisos, por eso aquella mocosa de veintidós años que tenía enfrente retándola a que la suspendiera si podía, la tenía en vilo aunque disimulara como un ser clonado. Lucy sabía que se lo merecía pero estaba dispuesta a recurrir al jefe de departamento y si hacía falta al propio Rector con el deleznable argumento de que Susan se había pasado todo el curso mirándole las piernas y haciéndole insinuaciones picantes que la habían herido profundamente y la habían desconcentrado de su objetivo primordial que era aprobar la asignatura.
-Soy un poco masculina, Lucy, y todo el mundo sabe que sólo puedo hacer una cosa después de la otra. Me resulta imposible mirar piernas y explicar la teoría de la relatividad al mismo tiempo.
-¿Sabes qué Susan? Me caes bien, por eso sólo voy a decir lo de las miradas y las chorradas pícaras, para que no se te caiga el pelo y yo pueda aprobar
-Lucy, escúchame bien, puedes apelar al Tribunal de la Haya, si quieres, pero estás suspendida hoy y seguirás suspendida mañana
-¿Seguro que no le gustan mis piernas?
Lucy se puso de pie, se subió la falda y empezó a pasearse por el despacho como si fuera una modelo.
-No entiendo por qué quieres aprobar física cuántica cuando se te da mejor otro tipo de física, dedícate a la pasarela
-¡A eso, me refiero! A sus constantes chistes maliciosos
-No es un chiste, es una sugerencia. Y ahora si me permites seguir con mis horas de tutoría te lo agradeceré.
Susan respiró aliviada cuando Lucy Majors salió de su despacho. Nunca nadie la había puesto tan contra a las cuerdas. Probablemente le había mirado una o dos veces las piernas. Imposible no hacerlo, no sólo porque eran lindas sino porque su dueña se ponía siempre en primera fila y las exhibía con gran descaro. Estaba segura de que Lucy le buscaría las cosquillas hasta cabrearla totalmente y obtener una victoria. Ya fuera la aprobación del peor examen que había visto en su vida o la expulsión de Susan como profesora. Pero curiosamente nada de eso sucedió. Empezaron a pasar los días, Susan colgó las notas definitivas del curso y llegó el verano. Nunca más supo nada de Lucy hasta que en la primavera de 2001, en uno de sus viajes a Nueva York, con patas de gallo y dos rayas profundas surcando sus labios y hasta su carnet de identidad, se cruzó casualmente con una chica rubia de piernas largas y esbeltas que le recordó a alguien. Tardó varios segundos en que la neurona del reconocimiento facial conectara el físico con el nombre, pero lo hizo antes de que fuera demasiado tarde.
-¡Lucy Majors!
Una Lucy muy luminosa y alejada de aquella cara redonda como una sandía y aquellos ojos saltones azules que parecían la reencarnación de una ranita que nunca fue príncipe se dio media vuelta y con una carcajada instantánea dijo:
-¡Susan McCow! La puta...
Ambas se acercaron a un punto común de la calle. Y lo que tienen los reencuentros fortuitos, que borran las situaciones originales una vez ha pasado el tiempo suficiente como para que aquel recuerdo que nos hizo daño ahora esté más que superado.
-Te invito a un café, Lucy
-¿Le importa llamarme Lucilda? Es mi nombre original, ahora Lucy sólo me llama mi hermana, y porque es mi hermana.
-Lucilda, me gustaría invitarla a un café, ¿le apetece?
Entraron en un Star-bucks. A Susan le gustaban las cadenas de restaurantes, las cadenas de cafeterías, las cadenas de hamburgueserías lo mismo que las cadenas de átomos, las cadenas de moléculas o las cadenas de neuronas. En general le gustaban todas las cadenas menos las que habían intentado ponerle su última novia, Stefany Rowalds.
-Me gustaría saber una cosa, Lucy, quiero decir Lucilda...
Lucy la interrumpió enseguida.
-¿Por qué no la denuncié por acoso? Lo intenté, de veras que lo intenté, pero tiene usted tan buena reputación que al segundo intento me disuadieron de las consecuencias. Me dijeron que tanto si usted me había acosado, que estaba por demostrar, como si no, yo tendría que volver a hacer el examen y estaba claro que yo aquel examen no lo iba a aprobar en mi vida
-Pero nunca tuve noticia
-Les pedí que no dijeran nada, que retiraba todos los cargos y dejaba la Universidad
Susan sonrió a Lucilda y Lucilda le devolvió la sonrisa.
-¿Sigue usted dando clases en la Univerdad?
-Allí estoy, no me gustan los cambios en la realidad, sólo acepto los cerebrales y cuando son para mejorar. ¿A qué te dedicas tú?
-¿No lee la prensa?
-Me interesan los mecanismos o muy cercanos o los muy lejanos, los de la realidad los dejo para el verano. ¿Por qué?
-Me hice modelo y ahora soy la coprotagonista de la serie más popular del país
-¡Pero, Lucy, eso es fantástico!
-Lo cierto es que todo fue porque nunca me he valorado y gracias a su comentario sarcástico un día pensé y si me presento a esta prueba... ¡Et voilà, me cogieron!
Lo curioso en el reencuentro entre Lucy Majors y Susan McCow fue que estuvieron charlando animadamente durante horas, como si se conocieran de toda la vida. Susan le prometió ver la serie y Lucy le prometió llamarla cuando volviera de visita a Berkeley.
Los años fueron pasando y su amistad fue creciendo con citas imprevistas. Susan siempre la visitaba cuando viajaba a Nueva York y Lucy no se olvidaba nunca de llamarla cuando estaba en Berkeley. Una vez, Susan miró profundamente a los ojos a Lucy y le dijo:
-Verás, Lucy, yo nunca te acosé, bien lo sabe Dios
-Ya lo sé, Susan
-Pero siempre me pareciste la única rubia a la que no hubiera sabido decirle que no.
Lucy echó una carcajada y Susan siguió mirándola como si se le hubiera perdido algo en los ojos de Lucy. Cuando Lucy se dio cuenta de la seriedad de la confesión, dejó la carcajada a un lado y bebió un sorbo de su cerveza.
-Debo tener unas piernas extraordinarias
-Y unas tetas perfectas
Susan se echó a reír y Lucy, desprendiéndose de la seriedad que había adquirido la confesión, se contagió de la risa de su amiga.
En el entierro de Susan, Lucy llevó una falda muy corta a petición de Susan, quería que sus piernas fuera lo último que vieran sus ojos.
-Pero si estarás muerta
-¿Y quién ha dicho que los muertos no sienten? ¿Lo sabes tú?
Los amigos de Berkeley de Susan nunca comprendieron la excentricidad de aquella estrella de la televisión venida a menos desde que se había convertido en una mujer madura y otras la habían adelantado en la carrera a ninguna parte, pero Susan descansó contenta sabiendo que Lucy cumpliría su palabra. Y vaya si lo hizo.

7 comentarios:

Rosalía Navarro dijo...

¿De donde ha salido esta historia tan buena? Paula, es fantástica, me la he leído con ganas de más. Cuánta ambigüedad y suspense. El final me ha sorprendido. Ya me dirás dónde la has leído.
Un beso.

Laura Freijo Justo dijo...

Hola Rosalía, son cuentos que invento. Antes publicaba en el blog muchos pero ahora sólo de vez en cuando. Me alegra mucho de que te haya gustado. Un besote!

Anónimo dijo...

Paula, estas hecha una artista de la pluma (me refiero al boligrafo claro) lo he leído de un tirón y me he quedado con las ganas de que las chicas se dieran un fiestón (romántico sexual)...muy bueno Paula.

Laura Freijo Justo dijo...

Jajaja, yo diría que no tengo mucha pluma pero cuando me junto con Odile me sale toda, jejeje... Es que era un cuento en los que no se enrollan pero hay buen rollo, también los tengo de cuando se enrollan, mira el próximo lo escribiré con rollito de primavera para que el fiestón te resulte atracativo, jejeje... Gracias por comentar Norma

Estela Rengel dijo...

Me ha encantado y precisamente por lo contrario que a Norma, porque no ha habido rollito sexual/romántico y las cosas quedan muy en el aire con oportunidades a la imaginación...

Pero oye, que si para el próximo hay rollito tampoco lo vamos a desdeñar, eh!! Jaja!

Un saludo.

Laura Freijo Justo dijo...

Butterflied, claro, es que en la realidad las cosas no siempre se dan como se desean sino como se pueden... Ya ves se me metieron Susan y Lucy y tuve que sacarlas a pasear... Gracias por tus comentarios, ya sabes que siempre son muy bien venidos
saludos afectuosos,

Anónimo dijo...

Butterflied, ahí, la próxima con fiestón erótico sexual...ya lo sabes Paula, a escribir...je,je...así que deja la taza del wc y venga, que nos has dejado con ganas de más...
Un besazo artista.