THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

jueves, 22 de julio de 2010

El día en que me enteré que Carmen Martín Gaite había muerto


Era domingo por la mañana, hoy hace diez años. Probablemente hacía calor. No lo recuerdo. Me había levantado tarde. El kiosco de Paral•lel ya no tenía ‘El País’. Solía desayunar en una granjita de la calle Manso, cerca del Mercado que ese día, por supuesto, tenía a las vistas el Mercado de Sant Antoni de libros, tebeos y películas de segunda mano. Fumaba, fue hace mucho tiempo, las sirenas todavía salvaban a náufragos. Era joven, más joven todavía, y mis esperanzas de futuro eran tan grandes como los picos del Himalaya, así mis ambiciones estúpidas. Ahora sé que vivir bien, en un sentido moral, ético y de salud es lo principal. Aún no había cometido ese error que me habría de marcar para siempre. O sea, estaba exenta de culpa, nada más allá que la culpa de Eva en el Paraíso y a esa culpa las mujeres ya nos hemos acostumbrado. Es llevadera. La señora argentina que vende los diarios en ese kiosco no se dio cuenta, estoy segura, pero al mirar las cabeceras vi el titular y un golpe terrible me vino a cerrar el estómago y a apretarme el pecho como si algo terrible hubiera sucedido en mi vida. Y es que algo terrible estaba sucediendo en mi vida. ‘Carmen Martín Gaite ha muerto’, rezaba el titular. No puede ser pensé, ¿acaso estaba enferma? Nadie me lo había dicho antes, como si yo fuera una familiar que tuviera derecho a saber del estado de salud de mi escritora preferida. Así lo sentía yo. Sentí también cómo una generación inmensa de mujeres y algunos hombres que se habían ido haciendo adultos con la maestra Gaite eran zarandeados por un dolor difícil de explicar pero muy real, muy certero, absolutamente paralizador.
Saqué el dinero y pagué. Avancé unos pasos y entré en la Granjita. Intenté leer. Leí. Supe de su tumor y de todas las palabras hermosas que muchos y muchas de sus compañeros de profesión y amigos y amigas habían querido brindarle en ese adiós público que son siempre los obituarios de los diarios. La portada aplastaba cualquier esperanza: muerte-muerta. Dejaba tras de si una retahíla importantísima de libros que me ahorraré porque de sobras son conocidos o fáciles de encontrar. Premio Nadal por ‘Entre visillos’, Premio Nacional de Literatura modalidad Narrativa por ‘El cuarto de atrás’, Premio Príncipe de Asturias y Premio Nacional de las Letras, entre otros. Escritora de novelas, de ensayos, de cuentos, poeta, traductora, guionista, enamorada de la palabra como nosotras lo estábamos de ella por todo lo que nos daba y nos sigue dando. Siempre me quedará algún libro por leer de Carmiña, como solían llamarla sus allegados, como la llamó en su artículo de despedida Josefina Aldecoa, miembro de una generación de la que apenas quedan Sánchez Ferlosio y ella, poco más. Una generación de la triste postguerra de los cincuenta que supo sobreponerse, que supo escribir desde la grisura para después irse iluminando poco a poco, como le pasó a la propia Carmen aunque en sus libros siempre quede un resorte de pasado que vuelve para dejar su herencia en nosotras, que somos las generaciones treintañeras que pronto pasaremos a la cuarentena que heredamos sus vivencias, sus recuerdos y nos hacemos depositarias y testimonios de toda una trayectoria vital que es siempre la buena ficción.
Aquel día llamé a tres personas que pensé estarían doliéndose como yo. Diane no tenía dolor para la maestra Gaite porque lo había depositado todo en su padre, la realidad mandaba. A Carla nunca le contesté porque sólo quise oír su voz, no podía, me bastó con su ‘diga’, tiempo más tarde la oí decir que tuvo un día horrible, de mucha pena porque fue como si se le muriera alguien. Y con Victoria dejamos ir nuestra tristeza detrás de esa mujer que nos había dado tanto, hablando y recordando, dando rienda suelta a nuestra memoria de lectoras. Fue un día de luto, de luto profundo, porque nosotras la queríamos, era nuestra abuela adoptada, nuestra maestra incansable, nuestra guía en las quejumbrosas dudas, era el faro que seguimos desde que a los veintidós años nos leímos ‘Nubosidad Variable’ y nos enamoramos de Sofía Montalvo y de Mariana León a pesar de los desastres y el fracaso de sus vidas, porque ellas fueron las primeras en confirmar nuestras sospechas: la amistad verdadera existe a pesar de todo, del tiempo, de las adversidades y de la distancia.
El día en que me enteré que Carmen Martín Gaite había muerto se me quedó dentro un huequito de ausencia que sólo se llena cada vez que la vuelvo a leer.

No te mueras todavía. Tu tristeza a mí me salva lo mismo que tu alegría. Malva al alba, amarillo al mediodía y a la noche otra vez malva. No te mueras todavía.
No tienes un color fiel, te van todos los colores de la gama. Ocre si estás en la cama, verde si estás en la hiel, gris acero si cruel, azul negro en la porfía y colorado en la llama de fiesta y de rebeldía. Que no te cuelguen cartel, no te mueras todavía.
Echa tus tonos al día como a una hoguera y confía, que lo que arde no se pierde. Me caliento en tus colores. Aún te quedan resplandores de naranja y ya eres verde con una estría de rojo y de turquesa otra estría. Tu confusión es la mía y en mi espejo la recojo. No te mueras todavía.
Ni te quedes condenado sólo al blanco o al morado, ni te vuelvas transparente, tan simple y desustanciado como te quiere la gente. Tú engrosa el caldo del día que aún hay quien oye y quien siéntelo pasado y lo presente. No te mueras todavía.
Y en tiempo de incertidumbrear de también en su lumbre, tan exenta de color que corroe los que había. No caigas en la costumbre de inventar vida y amor si el almacén se vacía. A pie quieto en el terror, a solas en la agonía y aun cuando nada te alumbre, no te mueras todavía.

Carmen Martín Gaite

11 comentarios:

SBP dijo...

Bonita... Qué triste quedarse huérfana, cuando el ser ha inspirado tanto. Pero al leerla, seguro, que la sientes presente. Fíjate, qué cosas, que el cielo se cubre hoy de nubes tan variables.
Un abrazo.

Laura Freijo Justo dijo...

Querida, Gina, es cierto, de nubes tan variables... Un abrazo!

Rosalía Navarro dijo...

Pensé que fui la única que tuvo ese dolor de estómago y ese malestar general cuando murió Gaite. Día terrible Paula. Has mezclado con un arte inexplicable la muerte de una gran escritora con unas reflexiones sobre tu vida que no puedo más que releer una y otra vez tu entrada. Entrada de guardar, imprimir y releer. Esta es la tercera vez que te leo hoy y ahora me atrevo a comentar. Las que sentimos las letras tan adentro sentimos las perdidas como nuestras, como bien dices, como si fueran familiares.
Añado a tu repertorio:
Dos cuentos maravillosos; el castillo de las tres murallas y el pastel de diablo.
Un beso wapa.

Laura Freijo Justo dijo...

Rosalía, estaba convencida de que eras o eres gaitiana. Me apunto esos dos cuentros. Un abrazo y muchas gracias por tus palabras, aquí seguimos

Rubita dijo...

Joder, no podría haberlo expresado mejor. Fue un dia verdaderamente terrible, de luto auténtico por una de las grandes.

Aún la recuerdo sentada con su gorrito en la biblioteca del Círculo de Bellas Artes, leyendo como si tal cosa mientras decenas de opositores "falsos" como yo nos dedicabamos a admirarla en la distancia, como pendejos, en vez de estudiar.
Luego, cuando ya no estaba más entre nosotros, me enteré de que le encantaba que la gente, sus lectores, la parasen y le comentaran cosas de su obra. Siempre me arpentiré de no haberlo hehco, por esa mezcla de pudor y prudencia de no molestar a los otros....

este año, en homenaje, entre mi equipaje de libros veraniegos he pillado "Los parentescos".

Anónimo dijo...

Huy, Paula, más que por la muerte de esta señora a la que no tengo el placer de conocer por sus letras porque no las he leído...estoy impresionada por lo que dejas entrever y no desvelas. Despliego mis artes detectivescas para desentrañar el misterio de tu vida...a ver...eras joven, fumabas, una sirena y un naufrago ¿con mensaje en una botella?... Solía desayunar...ahora te saltas el desayuno, mal hecho Paula. Tus esperanzas estaban en el Himalaya...¿pa qué te vas tan lejos muchacha? Ambiciones estúpidas...mmmmm...cometiste un error...yo he cometido tantos que no los cuento....Huyyyyyy...aquí hay mucha investigación, me tengo que remontar al Edén....déjame pensar y ya te contaré mis conclusiones, mujer profunda...¡No, si Lía tenía razón, habrá que releer!
Un besazo chula.

Laura Freijo Justo dijo...

Rubita, así que la veías, qué suete... Ciertamente, fue un día de grandes emociones y mucha tristeza. Algo de ella me llevaré también yo, ya veremos qué. ¡Gracias por comentar, Rubita!
A ver, Norma,jejeje... fumaba pero ahora no fumo, gracias a mi fuerza de voluntad, hace seis años que lo dejé, un poco más tal vez... ¡Sí desayuno, pero en casa! Me encanta desayunar, es la comida que más me gusta del día!!! Tal vez me he puesto un tanto melodramática con ese error, era para darle énfasis al texto... Pero tu vete reflexionando que a lo mejor me dices qué tengo que hacer para encontrar chica, jejeje, con lo maja que soy y lo simpática... Hoy porque me he puesto 'de profundis' pero eso pasa poco, jejeje... Muchos besos y bona nit!!

Anónimo dijo...

Conclusiones a mi investigación; eres una mujer complicada Paula, así de profundissss...oye, yo he visto por casa un libro de mi chica con ese título...¿es posible? Iría a buscarlo pero estoy escayolada y muy agustito en el sofá...je,je...

Laura Freijo Justo dijo...

Jajaja... Norma, 'De profundis' es el gran libro de Oscar Wilde, te lo recomiendo, toda una lección de humanidad y perdón... ¡Pero no se te ocurra moverte del sofá, please!
Un besote, guapa!

oliva dijo...

El testimonio de las mujeres es ver lo de fuera desde dentro. Si hay una característica que pueda diferenciar el discurso de la mujer, es ese encuadre.

Carmen Martín Gaite

Esta mujer tuvo y tiene el respaldo de tod@s, las/os que la leemos y de la crítica.
Esta lectura es muy entretenida, me ha gustado.

saludos.

Laura Freijo Justo dijo...

Lemaki gracias por contribuir con tu comentario. Un saludo cordial!