THE LESBIAN SISTERS

THE LESBIAN SISTERS
Fotos de Eugenia Gusmerini

miércoles, 9 de marzo de 2011

Un día cualquiera en la vida de un hombre sin esperanza


La cabeza le daba vueltas. Palpó la mesita de noche y encontró la caja de ibuprofenos abierta. Como pudo, sacó una pastilla, se incorporó un poco y recuperó el resto de agua que quedaba en el vaso de la noche. Era otro de esos días en que se hubiera quedado en la cama hasta el final. Fue a la cocina y se hizo un café que no le despertó. Se metió en la ducha intentando lavarse el pensamiento para poder comenzar de nuevo. Se comió la tostada mientras se vestía y escuchaba las noticias en el radio despertador. Llegaría tarde al trabajo, pensó. Inmediatamente se dio cuenta de que hacía tiempo que había perdido el trabajo.
Con otro café en la mano, se sentó en el sofá y enchufó la televisión donde hacía rato que esos y esas expertas en cualquier tema político, social, cultural y hasta histórico debatían sobre el aumento de las cifras del paro que había dejado el mes de febrero. De pronto echó una carcajada que no le hizo ninguna gracia y se santiguó. La conciencia seguía durmiendo, allí sólo había cabida para una rabia que le ascendía por la boca del estómago mezclándose con su dolor de cabeza que todavía seguía insistiendo a pesar del ibuprofeno.
Pronto tendría que abandonar la casa. Le quedaba dinero apenas para pasar el mes. Llevaba más de dos meses sin pagar el alquiler y ya le habían llegado un par de burofax avisándole de la situación en la que se hallaba. Pero tal vez nada de eso importaba. En la lápida que caía sobre su cabeza podía leerse: nunca estuviste a la altura de tus sueños.
Cerró los ojos y se vio rompiendo todas las cosas de su casa. Dándole con el bate de beisbol que se había dejado su hijo antes de irse a vivir con su madre golpes y más golpes a la pantalla, tirando y quemando los libros de las estanterías, rompiendo vasos y platos con ira y gritando desde las cavernas de sus antepasados. Luego, agotado, se asomaba al balcón de su sexto piso y se veía volando por encima de la ciudad que tanto había amado y que ahora tanto despreciaba.
Al abrir los ojos todo seguía en orden. Encendió el ordenador y volvió a enviar currículums con desgana. Sabía que aunque llegara una llamada para anunciar una oferta de trabajo, nada de lo que sentía iba a cambiar. Porque ya nada sería como antes. Nunca.

No hay comentarios: