THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

sábado, 2 de marzo de 2013

Mirar el cielo y ver el suelo



Dormía con gafas.
Leía sus sueños.
Marta Pessarrodona

Cómo aparecen y desaparecen las cosas y las gentes es algo que me tiene fascinada últimamente. Aparecen claveles en las tierras de los árboles, notas de amistad enervada en las aceras, llaves en los descensos de las montañas sagradas, sobres para cartear el futuro, bolígrafos inspirados en plumas en los que se secó la tinta, sonrisas de niños ausentes en los vagones de metro, niñas que repiten en letanías de profundo amor ¡mama, mama, mama!... Desaparecen papas cansados, castigos ejemplares contra abusos de poder y tráfico con robo al erario público, cadáveres de todas esas guerras que los telediarios nos ahorran porque nieva y el temporal de la península nos tiene acongojados ante la inminente llegada de la primavera, amigas que están y no se ven, amores que se van y no volverán, independentistas guapas que ponen rimel en las solapas de mi poesía, encuentros en la noche tras recitales 'unplugged' con risas cargadas de llanto 'te veo, te veo'... Y en el fondo, qué pocas cosas son importantes de verdad, imprescindibles para seguir viviendo, para seguir bailando.
Se alejan también las alarmas, las sirenas, las noches con sol en vela, las luces que deslumbran en el corazón, los equipajes en rebajas, las lluvias de marea negra, los billetes reversibles... y queda solo un frágil equilibrio colectivo que depende tanto de las cosas que se hacen bien como de las cosas que se hacen mal. Y en esta imperfección continua que es vivir a tropezones con largas pistas de patinaje artístico, vamos cambiando progresivamente para nunca dejar de ser nosotras mismas. ¡Qué curioso!
Luego también están las olas solidarias, los yes we can que se oyen por las esquinas, la unión en favor de lo esencial extirpando matojos de ideologías sangrantes, manos en cadena aplaudiendo lo común, amabilidades y respetos varios en la discrepancia. También, también.
Y tantos otros fluires que sería interminable de relatar pero que de algún modo todos vamos oliendo, escuchando, sintiendo.


Y ahora que he aprendido a mirar el cielo, resulta que es cuando mejor veo mis pasos, mis huellas en el suelo. Un día me voy a abrir la cabeza contra el suelo de tanto soñar, creo que escribí hace años. Pero resulta que mis sueños han abierto la puerta del corazón y de la vida misma, tras muchos tramos abruptos, simpáticos y a veces también seductores.
Lo dice una de mis maestras, Nuestra Señora de Martín Gaite: lo raro es vivir. Sí, lo raro siempre es vivir. Y ahora incluso, lo bueno, lo auténtico, lo único, es vivir.
Brille el sol cuando pueda.

2 comentarios:

Montglane dijo...

Eso, vivir, y con optimismo, que ya va siendo necesario.

Laura Freijo Justo dijo...

:) eso, eso, vivir...