THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

lunes, 21 de septiembre de 2009

Ciegos, sordos, mudos


‘Sospecho que soy monstruo y laberinto’ es el verso final del poema de Olga Orozco, ‘En el laberinto’. Ángeles Caso publica un artículo donde alude a la normalidad de los monstruos con sus familias, amigos y entorno al tiempo que regresan a su zona oscura donde maltratan, aniquilan y torturan a seres semejantes a ellos pero que están en inferioridad de condiciones: ‘Quizá el monstruo lleve una existencia subterránea dentro de cada uno de nosotros y pueda salir a la luz en un momento dado’. Si algo veo claro es la pezuña del mal asomándose por debajo de la puerta pintada de blanco para que el cabritillo le abra. Hasta que no reparten los papeles no sabemos que nos ha tocado ser, si cabritillas valientes o lobos ansiosos de destrucción. Estamos a un tramo equidistante de una como de otro. De ahí que sea tan importante mantener las reglas de juego. Porque aunque vivamos en sociedades aparentemente libres condicionadas sobre todo, como decía el otro día el director de teatro Àlex Rigola, por el afán de reconocimiento, esas reglas de las que hablo reconocerán al monstruo, es cierto, pero lo harán para aislarlo, para repudiarlo, para encerrarlo; aunque a veces la captura no vaya exenta de una fama inmunda. Como también reconocerán al héroe, al actor o al artista universal.
Creo que es a principios de año que empezará a entrar en vigor la castración química en las prisiones de Catalunya como medida de prevención en casos de violadores y/o pederastas que así decidan acogerse a ella. Las pastillas y la inyección eliminarán prácticamente la testosterona de ese preso. Lo que no está tan claro es que esta inhibición de un instinto físico vaya acompañada de la inhibición psicológica.
Desde que saliera a la luz el monstruo austríaco, otros han horrorizado nuestra conciencia, como el tipo visionario loco de Estados Unidos que había secuestrado a una niña de 8 años cerca de su casa y luego la había tenido encerrada durante no sé cuántos años bajo la mirada inocua de su mujer y últimamente ese australiano que abusó sexualmente de su hija durante treinta años. Debe ser que como vecinos estamos ciegos. No vemos. No intuimos. No queremos problemas. ¿Es que acaso los monstruos no dan muestras de su monstruosidad en su vida cotidiana? ¿Es que les tenemos tanto miedo que no osamos molestarlos? El monstruo Fritz era un tipo deleznable que daba muestras de su inquina condenando al vecindario a una perpetua cremación de residuos de la casa en la que tenía secuestrada a su hija y a algunos de los hijos que había tenido con ella. ¿Nadie se dio cuenta de nada? ¿Nadie de verdad olió nada?
¿Cuánto horror podemos soportar a nuestro alrededor? Tal vez no lo tengamos cerca pero cada día entra por esa ventana llamada televisión. El cine nos lo recuerda, el teatro lo pone de manifiesto, el arte lo denuncia. Y aún así seguimos ciegos y sordos y mudos. El mal, será por algo, también nos pertenece. Sólo falta que un día nos sorprenda en la esquina de nuestra casa con la cara de alguien conocido, alguien de quien ya sospechábamos pero nunca quisimos hacernos caso.
P/D. Sobre el tema del mal, aprovecho para recomendar una gran película que lo trata de una forma magistral: 'El otro' de Robert Mulligan.

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