A
menudo se me acumulan artículos por leer porque el río que me lleva
puede contra mis placeres de fin de semana. Y en uno de esos
múltiples artículos acumulados tiempo ha en un rincón donde
residen algunas de las cajas de mi transitorio traslado apareció uno
titulado 'El espantoso futuro del héroe', de Javier Marías sobre el
género del western, en décadas en decadencia aunque como él bien
observa, alguno destacable como 'Open Range', de Kevin Costner, 'pese
a que esté tan de moda, desde hace lustros, poner por los suelos
cuanto hace este estimable actor y director', opinión con la que
coincido plenamente o, aunque él no lo cite, no sé si por omisión
obvia o por cualquier otra razón, el oscarizado 'Sin perdón', de mi idolatrado Eastwood;
'Valor de ley', de los Coen no la he visto y en contra de lo que dice
el propio Marías manifiesto mi simpatía por la versión última de
'El tren de las 3:10', original dirigida por James Mangold que
precisamente echaron ayer en la Sexta y volví a ver. Enemigo de lo
políticamente correcto manifiesto, Marías aborda el western como el
género que ha sido capaz de exponer como aceptables sentimientos y
conductas que hoy no consentiríamos, la mayoría afortunadamente,
pero que dentro de estas historias, corrientemente de abusos sobre el
débil, pero también con el afán de venganza, la ambición, la
amistad hasta el límite de sus consecuencias, el odio, el deseo de
hacer daño aunque el personaje nos caiga simpático y nos sugiera
adhesión, la reparación del agravio y la permanente alteración de
la ley si para ello hay que ajustar cuentas, son los 'leit motiv'
sin los cuales este género no tendría la grandeza que tiene.
Sentimientos, en fin, inherentes al ser humano.
Me
permito recordar este magnífico artículo sobre el western de Javier
Marías titulado 'El espantoso futuro del héroe' y publicado el
pasado 16 de julio de 2011 en 'Babelia' porque el protagonista de 'No
habrá paz para los malvados', de Enrique Urbizu -uno de los
directores más sobresalientes del panorama nacional en los últimos
años pero no tan cacareado por los medios como otros que parecen
gozar más del favor mediático- Santos Trinidad bebe de los
cimientos del género para moldearse fuera de la justicia aunque
trabaje para la ley y el orden. José Coronado huele a Goya al mejor
actor, su composición de este 'personaje' como mismamente lo llama
la jueza 'Chacón' cuando lo acaba de interrogar, cuyo pasado
glorioso y condecorado no se corresponde con lo que la película
muestra -o tal vez sí porque solo el héroe derrotado es capaz de
vivir con lo que hace, como responde Wayne cuando le revela a Stewart
en 'El hombre que mató a Liberty balance' que fue él y no su
disparo obtuso quien mató al indeseable: 'Asesinato a sangre fría.
Pero yo puedo vivir con eso'- pero que con un plano de apenas unos
segundos mirado por Leiva (un notable Juanjo Artero) donde se nos
muestra al propio Santos Trinidad con el pelo corto, bien arreglado,
afeitado y sonriente abrazando a un niño nos lo explica todo; para
mí Santos Trinidad es el antihéroe de un western moderno cuya
ignominia, alcoholismo y desazón nos acaba tocando algo que
todos llevamos dentro: si alguien hace peligrar nuestro territorio
humano-sentimental, ¿hasta donde llegaríamos si pudiéramos
soportar nuestra conciencia? Desde luego nos hemos vuelto todos seres
mansos creyentes manifiestos de la ley, después creyentes de Dios,
de la hermana Ciencia o del Universo o de quién sea, gracias a la
razón, sino esto sería pues, eso, el lejano Oeste y para nuestro bienestar real, mejor que no lo sea. Pero el
territorio de la ficción todavía nos permite desarrollar lo oculto
y lo oculto puede que sea un Santos Trinidad que no nos atrevemos a
confesar que llevamos dentro porque admitir que también la semilla
del mal o de sentimientos como el deseo de aniquilar al malo aunque por ello se demuestre la misma maldad, está
dentro de nosotros y no es tan fácil aceptarlo, y mucho menos para
las mentes bienpensantes que creemos que somos. De todos modos,
recomiendo 'No habrá paz para los malvados' para todos aquellos
amantes del buen cine, les guste o no el western, como es mi caso,
porque ante todo nos hallamos ante una peli de un guión sobrio y
extraordinario narrado con un pulso sin concesiones que nos lleva de
la mano de Santos Trinidad a atravesar las puertas de un posible
infierno, quien sabe si más cercano de lo que pensamos -y ahora hablo de la realidad, no de nuestro interior- que no nos dejará indiferentes.
También
he visto 'La piel que habito' y puedo decir que me ha gustado, aunque
como siempre me pasa con Almodóvar algunas de sus 'almodovariadas'
no me convencen, como toda esa historia del 'Tigrinyo' que interpreta
Álamo y que no entiendo muy bien a qué demonios viene, así como
algunos diálogos que me parecen forzados y que posiblemente se
salvan porque los actores y las actrices los defienden con uñas y
dientes y porque si por algo se define el director manchego es por la
precisión con la que dirige a sus actores y actrices. No quiero
poner un ejemplo porque quien no haya visto la peli y no sepa de que
va, le chafo el pastel. Bajo mi punto de vista tres cosas a destacar a
pesar de la opinión de una amiga mía que estaba indignada con la adaptación de
Almodóvar de la novela 'Tarántula', habiéndola leído mucho antes de que
al sin duda gran cineasta manchego se le ocurriera adaptarla; digo que
tres cosas a destacar: el impecable virtuosismo visual de Almodóvar,
la mirada y la fisicidad de Elena Anaya, maravillosa actriz,
hipnótica, que consigue hacerte creer lo increíble y el dominio de
la secuencia de Antonio Banderas a pesar de los altibajos que pone de
manifiesto el recorrido de su personaje, otro que también huele a
nominación de Goya, lástima que Robert compita con Santos Trinidad.
Por prescripción amistosa, leeré la novela original y obtendré mi
propia valoración directa sobre la adaptación de Almodóvar. Claro
que yo suelo ser de las que cuando lee una novela que le gusta mucho
deseo que alguien la lleve al cine, normalmente lo haría yo, pero
consciente de mis limitaciones, le cedo el placer a otros u otras y
espero a que me sorprendan. Cosa que, por cierto, ha levantado muchas
objeciones en el taller de novela que estoy haciendo ahora con el
gran escritor cubano Abilio Estévez, pero cada persona es un mundo y
mi mundo suele ir a contra corriente.
Y
por último -qué placer no hablar hoy de la crisis ni de política
ni del decaimiento general de la sociedad y sus valores y bla, bla,
bla-, recomendaros un espectáculo que entra en su última semana de
exhibición en la cartelera barcelonesa: 'Lo mejor de Antonia San
Juan' en el Arteria del Paral·lel de Barcelona. Tuve la suerte de
ser invitada al estreno y, a pesar de ser conocedora de trabajos en
solitario de Antonia San Juan como 'Otras mujeres' y 'Las que
faltaban', volví a troncharme desde la fila dos, muy cerquita del escenario y aproveché cada matiz de esta gran cómica que es Antonia San Juan. Y
cuando digo cómica lo digo en sentido amplio del término. Sus
historias de personajes femeninos surrealistas no tienen desperdicio,
además están adobadas por perlitas de cosecha propia que te remiten
a la actualidad más picante y rabiosa y al final te das cuenta de
que no deja títere con cabeza. Para acabar de relamernos, nos
adelantó una de las historias del que será su próximo espectáculo
en solitario titulado 'Mi lucha'; ahí queda ese, cuando menos, atrevido título. En la noche del estreno la platea entera de pie
aplaudiendo entregada con una sonrisa de oreja a oreja y con el bravo
y el silbido a tiro para agradecer a Antonia San Juan el buenísimo
rato que nos había hecho pasar. Gracias, Antonia, sos grande.
Y yo, aunque septiembre cada día que pase se aleje un poco más, sigo teniendo morriña, qué fuerte.
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