Septiembre
es el mes más corto de todo el año. Pero no porque tenga treinta
días. Hay otros meses como junio o abril que también tienen treinta
días o incluso el breve febrero que tiene 28 días para alegría del trabajador, me abstendré del año bisiesto ya que sigue siendo más breve que el resto; qué tiempos
aquellos en que se miraba el calendario con ojos de entusiasmo para
contabilizar los días que íbamos a librar de la oficina, de la
redacción, de la estafeta o de la cadena de montaje. Aunque bien
mirado, tampoco los echo de menos. Sin embargo, me molesta que
septiembre sea tan volátil, tan vertiginoso hagas lo que hagas. Pasa
en un suspiro, cuando te quieres dar cuenta ya estás a caballo del
uno de octubre, no te da tiempo a disfrutar del último aliento del
verano que llega en Barcelona, con fresco, humedad, más calor y los
primeros constipados y congestiones de la temporada.
Y
este septiembre a la vez agotador por las múltiples tareas que se le
imponen a un culo inquieto como el mío, se desvanece ya, apenas una
semana más y cabalgaremos en el interior del otoño, que es, según
el momento que viva, mi estación preferida. Todavía se suceden las
pequeñas conversaciones, casi tertulias, entre amigos y amigas en
las terracitas de las calles peatonales donde opinamos sobre lo que
está pasando en nuestro mundo. Estamos tan entretenidos por la
inmediata supervivencia de lo que consideramos propio e inasumible
como pérdida, es decir, que a nuestra cotidianidad le falten algunas
ventajas a las que nos duele mucho decir adiós, que no vemos el
sentido del conjunto.
En
otra reunión del fin de semana, con amigas y amigos que tienen
dignos y meritorios trabajos y que, hasta ahora, parecen no peligrar,
hablábamos de la falta de sentido que tiene nuestra sociedad sobre
lo que implica la palabra 'ciudadanía' y más allá aún la palabra
'colectividad'. Y si nuestra sociedad adolece de este sentido, ¿cómo
los partidos que se organizan en sistemas verticales jerárquicos y
que se supone que nos representan van a contener estos principios
transversales?
Aunque
he dejado de ver las noticias televisivas, todavía algunos días por la noche,
engancho alguna tertulia de intelectuales, periodistas y lo que se
supone son librepensadores. Y me hace gracia comprobar un argumento
que llevo tiempo escuchando en este tipo de programas, ya sean
radiofónicos o televisados, incluso en algunos medios escritos: 'la
falta flagrante de liderazgos consistentes en la política española
y global'. Incluso se les suele ocurrir algo que a mí me parece
alucinante: un sentido de la épica. Pasando luego ya a reclamar a
los más preparados, tecnócratas que opinarán lo que es más
conveniente para salir de la situación que vivimos, más allá de la
ideología, ¿será también más allá de las personas?. No estoy segura de que lo que le convenga al sistema le
convenga también a la ciudadanía, deberían explicármelo bien
explicado. Por último, el Sr. Muns, catedrático emérito de
economía de la Universidad de Barcelona, hablaba de lo que buscan
los mercados y decía que los mercados son racionales y lo que
esperan de la política económica de los países es 'seriedad'. Al
menos el hombre se expresaba en términos que se pueden entender. Lo
que yo me pregunto es ¿cómo va a haber seriedad en un sistema
democrático en el que nos hemos pasado casi la totalidad de la
legislatura escuchando casos de corrupción? Tanto en España ambos
partidos mayoritarios como en Catalunya, señor Millet y compañía.
A
mí, a nivel personal, me parece que la mayor seriedad radica en la
palabra que uno da. Una persona que no tiene palabra no es seria
aunque firme mil contratos. Y la impresión que causan la mayor parte
de sociedades es que no tienen palabra porque el político se ha
acostumbrado a, como poco, decir medias verdades u obviarlas del todo
por intereses de partido o electoralistas; estoy siendo buena omitiendo la palabra mentira. Empezando por los de
arriba y acabando por los de abajo. La gente ya no se fía de nadie y
menos de los políticos. Más que probablemente habrá cambio en el
gobierno central y entrarán 'los otros', pero no querrá decir que
esperemos de ellos grandes cosas, sino que necesitamos creer
desesperadamente que 'esos otros' harán algo. Y seguro que algo
harán, desde luego menguar las libertades en derechos civiles y
algunos logros sociales que derogarán por el bien de no se sabe qué; lo siento, soy pesimista. Aquel escepticismo brutal que algunos de nuestros
padres mostraban cuando éramos pequeños como una letanía barata y
nosotros, sus hijos, nos negábamos a creer porque éramos la primera
generación democrática aunque hubiéramos vivido cinco o seis años
de infancia bajo el mandato del dictador, ya decrépito y bastante
acabado, corre como la pólvora y se difunde en el pensamiento
general: 'todos van a llenarse el bolsillo' ¿Y a qué demonios ayuda
este pensamiento, perdón, ya creencia popular? A nada bueno, al
sálvese quien pueda, a yo salvaré mi culo y tú ya te apañarás, a
anular el poco sentido de la colectividad del que hablaba unas líneas
más arriba. Al final la historia que estoy desentrañando, no sé si
bien, mal o qué, me recuerda una frase de una comadre mexicana a la
que quiero un montón: 'aquí el buen político es el que menos roba, el que aún
robando, más invierte en lo público'.
De
todos modos, lanzo desde aquí mi actual nulidad para entrever
alternativas, propuestas que ayuden a una renovación, a una deseada
reevolución, a la recreación de un sistema más justo, más
equitativo, un sistema en el que ahora una persona puede tener dos
edificios y ocho casas y otra esté en los comedores sociales
pidiendo un plato de comida, una sociedad más equilibrada no solo
para nosotros los occidentales sino para todos aquellos que viven
bajo las consecuencias de nuestra codicia. Una sociedad en la que un
ciudadano que tiene dos pisos y la casa del pueblo llegue al notario
y este le diga, paga el impuesto de patrimonio porque no tienes
manera de escaparte y, en cambio llegue otro y le diga tengo dos
edificios y diez pisos y el notario le diga, no te preocupes, esto lo
podemos arreglar.
Resulta
hasta simpático que los cuatro o cinco países emergentes, antes
habitantes como mínimo del segundo mundo, por no decir del tercero,
se estén aliando para 'ayudar' en la compra de deuda europea. Países
que siguen teniendo desniveles sociales notables, como es el caso de
Brasil, por ejemplo, pero que ahora pueden invertir en aquellos que
un día llegaron a 'gobernarlos' de una manera u otra. Aunque, como
observaba el otro día un columnista del cual, perdonadme, no
recuerdo el nombre, no es lo mismo un pobre callejero de Barcelona
que un pobre de Somalia. Claro que pensamientos como este llaman a la
conformidad, según como se miren. En fin.
Creo
que estoy tardando mucho más de lo habitual en publicar posts en este
blog que ya tiene sus añitos porque queriendo ir hacia lo creativo y no hago más que desviarme por autopistas que, en verdad, confieso
que no tengo ni la más remota idea de si las conduzco con cierta razón o me dejo llevar por una especie de nihilismo que me incomoda. Porque si no quedan políticos
con carisma y liderazgo, decidme si existen pensadores,
intelectuales, periodistas que ofrezcan algo más allá de la crítica
constante y la decepción diaria. ¿Tienen ellos perfiles de
liderazgo como para que nos fiemos de sus soluciones y opiniones si tuvieran
que dar un paso al frente?
También
es verdad, como observaba anoche una amiga, que todos los tiempos
tienen sus momentos apocalípticos y éste es otro de ellos. La
pregunta es: ¿debemos preocuparnos? Porquealgunos de nuestros mayores opinan
que tras el fracaso de la política llega el caos y con el caos
reaparecen las dictaduras y los populismos baratos. ¡Ay, cuántas cosas leo y escucho y qué
cóctel molotov provocan en mí, my God!
Sin
embargo, aquí un leve rastro de mi melancolía porque septiembre se
acaba y las mocosidades avanzan.
4 comentarios:
querida mociño,
he disfrutado, como siempre, de su entrada. Sólo tengo una observación para mis pobres ojos miopes, ¿puede publicar con una letra más grande? Seguro que hay regaderas para llover sobre las letras y hacerlas crecer en las macetas de estos artículos que han comenzado su floración otoñal. mil graciaaas
Tiene usted toda la razón del mundo en cuanto al cuerpo de letra, pero el nuevo diseño de blogger me tiene algo despistada. Investigaré, no se preocupe. Un saludo de lo más afectuoso!
¿Y no cree que se ha hecho un pequeño lío con los años bisiestos?
Jajaja... Tiene usted razón, ahora que lo pienso va a al revés, el año bisiesto es el de 29 días y el habitual el de 28. Gracias, Sr. o Sra Requeté, ahora mismo lo corrijo... ¿Mejor, no? Siga usted corrigiendo eh, no lo deje... Un saludo afectuoso
Publicar un comentario