La
libertad, me arriesgo a decir, no es nada en sí misma, sin embargo, la
posibilidad de libertad, de poder elegir -aunque cuantas más opciones se
tengan, sea más inquietante y difícil- es lo que cuenta. La posibilidad de
libertad es la libertad misma. Y es por eso que mi cansancio se arrastra por
las autopistas inmensas de informaciones necrológicas que
inundan los medios de comunicación y, cada día más, coartan esta posibilidad
de libertad. ¿Estamos de verdad dispuestos a ceder posibilidades de libertad
por un plato de arroz? Eso es lo que nos jugamos en estos tiempos revueltos en
los que nos han acotado tanto las opciones, nuestros derechos. Si no seguimos
siendo seres pensantes, no solo críticos, que también, sino productores de
alternativas al discurso reinante, si no oponemos nuestra fuerza despojada del
miedo que nos trasmiten, tenemos mucho que perder. Ya no es que estemos
inmersos en una crisis económica, es que como sigan así acabarán por
contaminarnos el alma. Basta ya de tanto catastrofismo, basta ya de noticias
paralizantes, basta ya de titulares agresivos, basta ya de tanto riesgo
intangible con imágenes de más deshaucios de personas frágiles que siguen
siendo fuertes, basta ya de exhibir nuestra pobreza material sin destacar
nuestra capacidad de solidaridad, recuperación y compasión -sí, compasión entendida en su
acepción original: capacidad de ponerse en el lugar del otro o la otra y de
sentir lo que éste siente-, basta ya de tanto bombardeo de guerra contra
nuestro potencial que es mucho y grande. Me niego a vivir bajo la dictadura
absolutista del mensaje contaminado. Somos, todavía somos, y todavía estamos,
afortunadamente. El riesgo no solo es perder la vivienda a favor del banco, de
los que siempre ganan, gastar todos los ahorros, llorar mientras vemos que la
escalera de naipes que era nuestra vida se desparrama sobre la mesa, quedarse a la intemperie que tanto nos asusta, no, el
riesgo es perder nuestra integridad en favor de trabajos precarios que vamos a
sufrir -insisto, sufrir- porque el reflejo alargado y sórdido de la pérdida nos hará
agachar la cabeza, aceptar condiciones de rebajas tanto en antiguas prestaciones como en
sueldo y rechazar la posibilidad, no ya de mejora, sino de mantenimiento de lo logrado, ante los argumentos recurrentes de
algunos -algunos, puntualizo- empresarios que querrán seguir sacando márgenes
de beneficios similares a los de la época de las vacas gordas. Y recupero aquí
uno de los lemas con los que me he sentido identificada desde que tengo uso de razón
y sigo campañas electorales con interés: 'yes, we can'.
Cuando
veo los hijos y las hijas maravillosas de mis amigos siento que el futuro es
posible y que estos niños y niñas serán mejores que nosotros, pero nosotros
tenemos el deber de educarlos, como decía uno de sus padres, en una conciencia
crítica con la realidad y el poder, si me lo permitís, en una conciencia también
constructiva, en un sentido concienciado de la justicia y el equilibrio de las diferentes
sociedades que se dan en el planeta. Me consta que hoy no hago otra cosas que
decir obviedades y que puede que vuestra inteligencia se sienta algo molesta
con mis palabras, pero en este mundo perverso en el que vivimos muchas veces me
planteo la necesidad imprescindible de recuperar conceptos obvios que todos
sabemos pero que han sido sepultados por la cantidad de sedimentos y disparos
incesantes de pensamientos, hipótesis, tesis, propaganda, manipulación o
tergiversación de los que somos víctimas sin apenas darnos cuenta. Y soy tan
inocente que creo que el principio de curación -como leía de refilón en 'La
vanguardia' ajena de un pasajero del metro ayer, en la entrevista de la
contra a un hombre del que no recuerdo ni el nombre ni la cara- vendrá dado por
la recuperación, la regeneración y el uso imprescindible de la palabra en su
sagrada concepción. Si algo tengo es mi palabra, lo demás es moda pasajera,
vestido del emperador, accesorios y baratijas que de tanto en tanto me gusta ponerme.
Todos
los hombres aman mucho la libertad. / ¿Sabes tú lo que es vivir ante una puerta
cerrada? / Yo amo la libertad y te amo a ti. / ¿Sabes tú lo que es vivir ante
un rostro cerrado?. 'Blues de las preguntas', de Antonio Gamoneda.
Pero
ya sabéis, no me hagáis mucho caso, mejor haceos caso a vosotros mismos o a
quienes creáis sabios o con autoridad moral para tal liderazgo.
P/D: Feliz
partido, que gane el espectáculo y que los noventa minutos de intensidad y
pasión durante los cuales muchos de nosotros dejaremos a un lado el mundanal
ruido, nos hagan sentir que todo depende de unos chicos que se vuelven locos de
alegría cuando consiguen meter el balón al fondo de la red porque saben que su
alegría es la alegría de tantos... Bienvenida la alegría, aunque sea tan cara.
3 comentarios:
Que de verdades dices y como las reflexionas. Yo me pregunto ¿si hay tantas personas en este país que piensan, y creo que bien, cómo hemos llegado a otorgar a los que serán nuestros verdugos tanto poder "democrático"? He dicho cómo porque me considero ciudadano, aunque no haya sido participe directo. Poco a poco la libertad se irá perdiendo y es un ejemplo quizás duro, pero volverán los días en el que el dueño del cortijo, a la grupa de su caballo, contratará en la plaza del pueblo a los jornaleros que quiera, sobre cuyas familias haya ejercido el derecho de pernada, o los que les guste en otra faceta, da igual, y el resto se quedará a la espera de la limosna del próximo día, entregando cada vez más porciones de su libertad y dignidad por ese plato de miserable comida para los suyos.
Gracias por leerme, Paco! Espero que no pase ese futuro que auguras, en cualquier caso, debemos ser optimistas, creativos y no olvidar qué cosas son tan imprescindibles como las necesidades primarias para la convivencia de las sociedades que ahora todavía tenemos. Un saludo afectuoso
Pienso, desgraciadamente, como Paco. No confío nada en los seres humanos, dicho así en general y creo que, efectivamente iremos a peor.
Dices en tu post: "Cuando veo los hijos y las hijas maravillosas de mis amigos siento que el futuro es posible y que estos niños y niñas serán mejores que nosotros, pero nosotros tenemos el deber de educarlos, como decía uno de sus padres, en una conciencia crítica con la realidad y el poder...".
Y si eso sería lo ideal y no digo que no haya padres que sean así pero la experiencia me dice que se cansan pronto, que esas ideas las tienen cuando los niños son pequeños pero cuando empiezan a desarrollarse como personas DISTINTAS que son, y tu ya no eres un padre o una madre sino una persona que te impone reglas, la cosa cambia mucho. Ahora, además de educar, tienes que "lidiar" con hijos que reciben otras "señales" del exterior señales, que en un periodo bastante más largo, son mucho más importantes de lo que sus padres digan o hagan.
Por eso muchas veces digo que tan importante es tener unos padres "adecuados", como un entorno exterior (amigos, experiencias, etc.) igual o más adecuados que esos padres.
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