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¿Quién no se ha dao un
piponazo alguna vez en la vida con una amiga? -frase atribuida a folclórica
famosa en una plaza de
la zona de los Austrias. Reímos a carcajada rota. Y claro, viene a la
memoria el diálogo de Cecilia Roth en 'Todo sobre mi madre': 'todas llevamos
una bollera dentro'. Añadiría, aunque no se manifieste sexualmente, claro.
¿Cuántas relaciones de amistad entre tías no conocemos que solo les falta el
sexo para ser sentimentales en sentido al uso?
Ronaldo está triste. A Aguirre la enganchan diciendo que a los arquitectos de Madrid habría que matarlos. Merkel y Rajoy reparten migas de roscón, Rosa Benito se construye como nuevo personaje de la tele popular con dramaturgia en directo cada día y es la cuarta o la quinta vez
que visito Madrid; prosigo mi búsqueda de su magia. 'De Madrid al cielo' fue
un homenaje a la alegría que siempre me ha parecido brillante. Más que
'Bar-cel-ona'; por hacer una absurda comparación. Es la cuarta o la quinta vez
y no tengo memoria de las anteriores, así que es la primera vez que voy a
Madrid y me pregunto dónde, dónde se puede levitar en Madrid.
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¿Recuerdas el gimnasio en el
que trabaja Carmen Maura en '¿Qué he hecho yo para merecer esto?'? Pues estaba
aquí dentro – mi acompañante señala los cristales de la cafetería en la que estamos
tan ricamente haciendo un repaso a la actualidad general y a nuestra vida en particular.
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Anoche estuve en casa de una
amiga en la Latina y me tropecé con dos 'trailers' del rodaje de la nueva de
Almodóvar -le digo.
Si yo fuera otra sería ésta
que soy ahora, pienso en algún momento mientras callejeo un poco por Malasaña.
¿Cómo he podido estar aquí antes y no recordar nada? ¿Solo saber que he estado?
Raro. Y sé que mis dificultades para ver Madrid, pasan por mi tendencia a la
simetría como necesidad de supervivencia y orden. Madrid es fundamentalmente
asimétrico. Pero como soy otra, hasta parece que me oriento mejor. No solo lo
parece sino que lo constato. Encuentro lugares sin perderme y me empieza a
invadir la sensación de que próximamente tendré una historia que contar con
esta ciudad. ¿Qué es una ciudad sin una historia que contar?
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Parece que de un momento a
otro va aparecer un personaje de Tirso de Molina...-digo mirando los
ladrillitos rojizos y pequeños que conforman las fachadas de los edificios.
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O un lazarillo...
Me han hablado de los
atardeceres de Madrid. Desde las Vistillas, la Plaza Oriente o el Templo de
Debod. He paseado por la plaza Mayor, por el mercado de San Miguel, el Palacio
Real.
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A esto me refería, ¿lo notas?
En este lugar se puede vivir magia -digo mirando alrededor. Da igual si la
Plaza Mayor es de lo más típico. Recuerdo en voz alta la secuencia de Marisa
Paredes y Juan Echanove en 'La flor de mi secreto' cuando al final pasean por la Plaza Mayor y no te da pena que la divina no quiera al bufón que baila claqué; esa película que pasará a
la historia del cine español -si lo hace- por la frase de marras que la autora de
novelas rosa le lanza al piloto de aviones en lo alto de la escalera: '¿Existe
alguna posibilidad, por pequeña que ésta sea, de arreglar lo nuestro?'. Claro,
Madrid es Almodóvar. Como Nueva York es Woody Allen o, según cómo lo lleves,
Martin Scorsese. Exterior. Noche. Sábado. Plaza Mayor. A mi lado, una chica 'casi'. Casi le gusto, casi le
sirvo, casi es luna llena, casi magia.
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Hay una cosa peor que no
llegar: llegar tarde. No tengo ni idea de quién escribió esa carta. Y hubiera
matado por conocer a su autora -le sigo contando el lunes a mi acompañante, en la cafetería de
la plaza de los Austria, o tal vez mientras nos trasladamos del restaurant de los montaditos a la plaza de Carmen Maura, por ponerle un nombre que sería no solo apropiado sino merecido. ¿La llevas ahí? No.
Cuando mi acompañante la lee -le
envío documento copia por correo electrónico-, contesta 'Querida Paula:'
-encabezamiento clásico que mi espíritu gaitiniano agradece- esta carta huele a ti por
todos lados, ¿no la habrás escrito tú y lo has olvidado? Y si la has escrito
tú, la pregunta sería: ¿quién te despertó algo tan hermoso y tierno?
Estoy a punto de dejar Madrid sin ver un atardecer. Tampoco es tan
importante. En realidad, esta nueva yo siente que nada es tan importante. La
magia de ciertos lugares requiere compartir. La de otros no es necesario. Llevo
conmigo una hoja impresa de ordenador con cuerpo de letra arial doce que
empieza con un 'Quizás...'. Llego al Templo de Debod, regalo de Egipto a España
en señal de agradecimiento por la ayuda prestada. Miro el cielo. El sol se
pone. Pido un deseo y echo una foto, a ver si capturo un pedacito de algo.
Luego me dirijo al encuentro con mi anfitriona, en Lavapiés. La asimetría de
Madrid empieza a peinarse con gesto de amante, que diría Aute y que, de alguna
manera, tendré que olvidarlo. Total son muchos años. Total igual la escribió
otra yo. Total solo es un pedazo de papel sin firmar que nunca llegó a tiempo.
Total nada. Total volver. Total Barcelona again.(*) Atardecer en el Templo de Debod, foto LFJ
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