- Y
seguro que quieres acabar haciendo la Maratón de Nueva York -dice
Victoria al teléfono.
Mi
mente se pregunta, ¿cómo lo sabe?
- Es
el sueño de todo aquel que corre -añade como si me leyera el
pensamiento.
No
hablaba con Victoria desde hace dos meses, desde el día de mi
cumpleaños. Victoria es mi mejor amiga, la persona más racional que
conozco y probablemente una de las más inteligentes. Ostenta ese
título como mi madre ostenta el suyo o mi hermano el suyo: nunca
dejarán de serlo. Aunque pasemos períodos de silencio, de pronto un
día encuentras un retazo de papel con remembranzas del pasado y con
la única persona que quieres, que necesitas hablarlo, analizarlo,
darle vueltas y más vueltas, es con 'tu mejor amiga' porque sabes
que ella dará con detalles que tú, después de leer el texto unas
veinte veces, has sido incapaz de ver. Y en este verano en que el
calor aprieta, me he puesto a correr a diario y he regresado
puntualmente a la literatura estrábica de Juanjo Millás y me he
vuelto a reír de lo lindo con su estilo siempre original, se hacía
imprescindible una conversación con Victoria; por la nostalgia de pura literatura, claro.
Entonces
comprendí de súbito que uno se enamora del habitante secreto de la
persona amada, que la persona amada es el vehículo de otras
presencias de las que ella ni siquiera es consciente. ¿Por quién
tendría que haber estado habitado yo para despertar el deseo de
María José?, acierta el gran Millás en un pasaje de 'El mundo'.
Eso mismo me preguntaba yo con el último arrebato amoroso que me
cogió en primavera. '¿A quién ve en mí que le provoca tanta
bronca?', me preguntaba. Justo lo que también le pregunta el propio
Millás en la habitación del hotel de la calle 42 de Nueva York en
uno de los desencuentros con el amor de su infancia. Así mismo se lo
dice: Te lo preguntaré de otro modo: ¿Por quién estoy habitado
desde que nos conocemos para haber provocado tu rechazo? ¿A quién
ves en mí que tanto te disgusta?. Merece la pena leer toda la
novela por ese encuentro revelador en Nueva York entre Juan José
Millás y la tal María José. Una siempre piensa qué pasaría si se
volviera a encontrar con su gran amor y fantasea con conversaciones
estupendas y reencuentros idílicos, cosa que la realidad acostumbra
a negar; gusta leer que le pasa a otros, porque la literatura tiene
esa magia, mientras lees ocurre de verdad. Leer es otra forma de
vivir. Es en períodos intensivos de lectura, como el que atravieso
ahora en el pueblo, que veo claro por qué tantos escritores afirman
tener una primera vocación de lector más que de escribidor.
Afirmación a la que nunca he llegado.
- Ahora
estoy en ocho kilómetros diarios a un ritmo lento, pero llego,
que es lo importante. Y el otro día paré cinco minutos en casa después del circuito,
salí a buscar a mi madre y a mi hermano y me hice seis más. No me
lo podía creer.
- A
mí no me gusta correr -dice Victoria. Pero entiendo que engancha
muchísimo.
- El
16 de septiembre es la Cursa de la Mercè, la quiero hacer. Son 10
kilómetros por llano. ¡Pero hostias hay que pagar!
- ¿Qué
te crees? La Maratón de Nueva York te vale más cara que el billete
de avión ida y vuelta.
- Estoy
pensando en correr la Mercè de alegal, sin dorsal, en plan
comparsa...
- Total,
¿qué te van a hacer? ¿Detenerte? ¿Meterte en la cárcel?
- Eso,
¿qué pasa? ¿que no se puede correr en Barcelona o qué?
Nos
reímos. Le digo que voy a ir a verla a finales de agosto si mis
planes no se quiebran, que necesito enseñarle una carta que ha
aparecido de repente entre mis cajas, una 'nota larga' que no sé de quién
es pero que me ha sacudido el corazón con fuerza retrospectiva.
Luego,
mientras me entreno para la Maratón de Nueva York, con la mirada
puesta en el horizonte que se apaga anaranjado y me parece que mi
ritmo se ha intensificado con respecto a días anteriores después de la vitamina que siempre supone una conversación con Victoria, me doy
cuenta de que también cabe la posibilidad de que esa carta no esté
dirigida a mí. Sin embargo, ¿qué hace entre mis cosas, mezclada
con otras cartas personales, dentro de una de mis cajas? Desde que la
encontré en mayo que mataría por saber quién la escribió y, por
si acaso, a quién va dirigida. Desde mayo que pienso que me hubiera
sido inevitable enamorarme de alguien que escribe así si en su
momento lo hubiera sabido. Desde mayo que no puedo dejar de pensar,
¿y si fue ella? ¿Por qué no llegó a tiempo? Esta es la clase de cosas que se leen, que no suceden, y sin embargo, tengo la prueba de que alguien, una vez, pensó en mí como a mí siempre me gustó que me pensaran si me querían.
Ayer,
por cierto, el sueño de la maratón de Nueva York se alejó un poco,
me dio mi primera pájara y me costó tremendo esfuerzo llegar a
casa. El circuito empieza y acaba en la puerta de la casa de mis antepasados. Eso sí, completé el ocho, arrastrándome, pero lo hice.
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