Mi vida como lesbiana
activa dio un giro de ciento ochenta grados cuando empecé a tener
novias con mascota. Es algo en lo que no te fijas hasta que tienes
que sacarlas a pasear, darles de comer, cambiar todos tus planes
porque hay que ir de urgencias al veterinario y, sobre todo, ese día
en que empiezas a sospechar que la mascota eres tú y su novia, la
perra o la gata de turno.
En la vida hay una regla
universal no fijada en ningún ideario oficial que es llegar la
primera. Quien llega primero a la vida de alguien tiene prioridad. Y
las mascotas siempre llegan antes que yo. No sé cómo lo hacen, pero
ahí están.
Siempre me ha parecido
que quien maltrata a un animal es un ser deleznable cuya empatía con
el género humano es nula. Pero de ahí a todo lo contrario, hay un
abismo. A ellas les molesta que comas mucho y disfrutes.
- Cariño, ¿no crees que
es suficiente? ¿Vas a abrir también el taco de manchego?
Sin embargo, aúllan de
alegría cuando miran encandiladas cómo su mascota se zampa dos latas
gourmet.
- Te dije que le
encantaría, ¿lo ves? Apunta la marca.
(Continuará)
2 comentarios:
¡Jajajajaaa! Sí, como no seas animalera hasta las trancas, esa clase de situación podrá contigo. Paciencia...
Olga! No, no podrá! Jajaja... Es que se producen situaciones que vistas con las gafas distorsionadas son muy divertidas. Un saludo y gracias por pasar por aquí!
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