Y
en esta hora fría, en que la tierra
trasciende a polvo humano y es
tan triste,
quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no
sé quién, perdón,
y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí,
en el horno de mi corazón...!
César
Vallejo
El
domingo quise estar yo alegre. Quise recuperar parte de la inocencia,
de la ingenuidad que me ha acompañado tantos años en la vida. Hasta
hace tan poco. Quise recuperar los días en que con mi amigo Luís y
mi amiga Gloria, nos encontrábamos los domingos en el Xócala
de la Plaça de l'Ajuntament. Quise recuperar el Xócola,
como siempre lo llamé hasta que en noviembre pasado, tomando una
cerveza y pasando notas de un ensayo de El
camí del colibrí,
me di cuenta de que toda la vida había leído mal. Quise volver a mi
costumbre de comprar El
País el domingo y
leer con fruición y esperanza los artículos y articulistas a los
que durante tantos años seguí.
De
pronto, en uno de mis dos grupos de guats de amig@s
de la facultad con l@s
que todavía mantengo relación, la triste noticia de que Carles
Flavià había muerto. Lo primero que pensé fue, un golpe de mala
suerte, un ictus
o un colapso. Llamé inmediatamente a Toni Coll pero no lo encontré.
Luego me diría que estaba enfermo hace tiempo, no lo sabía.
Seguí
intentando concentrarme en la lectura de El
Dominical cuya
portada ocupaban Pedro Almodóvar y las actrices protagonistas de
Julieta,
su última peli, como si de un guiño especial se tratara. Almodóvar
es mi adolescencia, mi juventud. Me puse a mirar a través de la
ventana.
En
cascada comenzaron a descender miles de momentos en Fila 7. El primer
día que llega mi jefe entusiasmado y me anuncia que Carles Flavià
tiene unos textos magníficos y va a estrenar en la Bodega Bohemia.
¿Aquel tipo de las lentes caídas que hablaba como si estuviera
permanentemente borracho y que nos atendía en aquel zulo de despacho
de la Sala Nitsa con caja fuerte y antes de soltar la pasta de la
taquilla de nuestros espectáculos nos daba una perorata imposible de
seguir? ¡Dios, pero qué razón tenía el Coll! ¡Era, es
jodidamente
bueno! Bueno de lo irreverente, de lo atrevido, de lo provocador, de
lo genuinamente abofeteador, de lo inteligente, de lo sarcástico
hasta levantar ampollas. Ese tipo de comediantes capaces de hacerte
reír mientras te hielan la sangre. Claro, cuando le dices adiós a
el Señor
después de haber creído de verdad, tu coraje te permite aspirar al
Paraíso en la tierra. La nueva fe adquirida, te permite vivir de
acuerdo a quien eres.
Ahí
empezó una intensa relación profesional en la que le hacía la
agenda de medios, le buscaba entrevistas, colaboraciones, hacía los
textos de sus notas de prensa, de sus dossiers, de sus postales,
fotos para sus espectáculos, montaba algunos programas de mano...
Carles Flavià siempre decía sí a todo lo que le proponía.
-
Carles, pots anar a Ràdio Gràcia demà a les 17 h?
Picamos
mucha piedra. A veces, iba a programas en los que había fallado el
invitado oficial. Siempre fue humilde. Se lo decía y él aceptaba,
sabía que hay que trabajar mucho los medios para que la gente vaya
al teatro, para que de una cosa salga otra. Era más profesional que
muchos profesionales. Jamás me dejó tirada en ninguna entrevista.
Se presentaba a todas a las que se comprometía. Lo promocionaba con
la pasión de la que sabe que allí hay un humorista grande. Siempre
me recordó a Lenny Bruce, el de la peli, claro, al otro no lo vi
nunca. Los títeres se quedaban sin cabeza a su paso. Tantas
imágenes, tantas conversaciones, tantas impresiones, tantas
funciones, tantos textos, tantas palabras que dan para un libro, pero
ese no me corresponde.
Lo
invité a mi fiesta de cumpleaños de los 30. Pensé que no vendría.
Vino. Allá apareció entrada la noche y la fiesta. ¡Con un regalo!
Genio, figura y mensaje. Me regaló dos camisetas de Kukuxumusu.
Una marca que se llevaba mucho en aquella época. Una con la palabra
Catalunya en letras de colores, en beis, con la que todavía juego al
basquet y voy a algunos ensayos, ya costumizada en sus agujeros por
la aguja de mi madre. La otra de los toros, con letras también en
colores pero blanca. Curioso, la de los toros la perdí, desapareció.
Pronto además. ¿Querrá eso decir algo?
También
lo acompañé a actuaciones, conduje su coche. A Valencia, a Lisboa.
¡Lisboa con Flavià! Durante mucho tiempo estuve persiguiendo la
entrevista de La Cosa
Nostra, con Andreu
Buenafuente. Se la merecía. Meses y meses. Me consta que Buenafuente
no decía ni que sí ni que no, siempre aplazaba la decisión. Por
eso insistíamos, a la coordinadora que tenía por aquel entonces
también le gustaba Flavià. Carles, me prometió una mariscada si al
final lo lográbamos. Me invitó en Lisboa. Nunca le dije que el
marisco no me gusta, me sabía mal, soy una gallega rara, no me gusta
el marisco, no me gusta el pulpo. Incluso reñimos en Lisboa. Le
hacía preguntas sobre el amor que le incomodaban.
Una
vez me hizo llorar. Me echó una bronca monumental por teléfono. Tu
no ets la meva mare, ni la meva dona, ni la meva nòvia...
Seguramente tenía
razón, pero a mí me dolió mucho. Para mí, Flavià era el
artista que yo llevaba,
era mi artista.
Le dije que nunca
mais me iba a hacer
llorar, conteniendo lágrimas y enfado.
-
Que no ets la Mare Teresa de Calcuta!
Al
día siguiente, le escribí con lo que había pendiente. Firmé Laura
Freijo, aspirante al Premio Nobel de La Paz.
Vino a la oficina y se mostró tímido, amable. Como en realidad era.
Un gran tímido, una persona de un corazón enorme animado por un
genio de mil demonios. Un tipo que la primera vez que se presentó en
la Fira de Tàrrega interrumpió la función para llamar a la Luci,
su mujer, en directo, para saludarla. Li
feia il·lusió, ho sé, i molta.
Años
más tarde, en el programa de Jordi Estadella nos falló el invitado
estrella aquella misma mañana. Le propuse a Carles Flavià. A Jordi
le encantó la propuesta. Llamé a Carles contenta, recordando otros
días. Me hizo el favor. Hicieron un entrevista estupenda. Me dio una
alegría enorme, no solo porque me salvó la producción, sino porque
volver a verlo fue bonito, después de tanto tiempo.
El
lunes en la ceremonia de despedida, de nuevo me hiciste llorar,
Carles. Qué cabrón.
¿Sabes?
Alguien dijo que habías perdido la fe, pero yo creo que lo que
perdiste fue la sotana.
Quisiera
yo estar alegre hoy pero pasan tantas cosas que me faltan motivos.
Nos
vemos en el Purgatorio.
Santa
Coloma de Gnet. 24 de marzo de 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario