Recuerdo cuando fumaba.
Hace poco cometí una infracción y
fumé. Pero no es lo mismo. No es fumaba, no es he vuelto a fumar, es fumé.
Creo que empecé a fumar por los
actores y las actrices de las pelis de los años cuarenta. Cine en blanco y negro.
Me parecían más interesantes.
Claro,
quería ser interesante.
El humo, no sé por qué, entonces me
parecía el tul de dioses.
Luego sabes lo que sabes y empiezas a
dejarlo.
Siempre pensé que me costaría más
dejar el chocolate, el de cacao, que el tabaco.
Así fue. Claro, lo sabía.
Una siempre sabe más de lo que se
atreve a confesarse.
Desprende humo el libro de memorias de
Patty Smith.
Al menos humo de cafetería, de bares y
de calle.
Leo unas páginas de M Train.
Las piedras para Genet, en la Guayaba francesa.
Entre el trinar de los pájaros y el de
la nevera me sitúo en la mañana.
Sé que todo va a cambiar con un buen
café. Seguro, claro.
Ahora es el café es el que me pone on time.
Patty Smith es muy
tomadora de cafés. Me encanta que escriba poemas hecatombe (cien versos) en honor
de Bolaño y vea series de televisión policíacas y además le hable
al aparato como si tal cosa, mientras no entiende por qué no funciona
bien el mando a distancia cuando tiene pilas nuevas.
Ah, las pilas, qué mundo, las pilas.
Hace tiempo que sé que quiero cantar.
Hace tiempo que compongo canciones.
Cantar es un derecho, no una virtud. A
veces se confunde. Claro, a todo hay que sacarle partido y la
admiración ajena contribuye al consumo y a la venta de productos.
Qué pesado todo el mundo con esto de
la producción.
Ahora que estoy dando cierres a obras
de hace tanto tiempo que ni siquiera sé qué calidad tienen -para
que no sigan zumbando en mis adentros- me pregunto de dónde procede
mi metabolizar la vida así de esta manera.
Pero de dónde dónde.
El por qué ya me da igual, creo que es
una especie de supervivencia.
Tiempo atrás pensaba que me salvaba.
Quizás no sana culito de rana.
La escritura me pone en la línea recta
que es frondosa y por tanto curva.
Es tan raro escribir y que al leer salgan sonidos que entendemos y se llenan de vida.
Tan alentador.
Vamos haciendo y deshaciendo.
Qué bueno es el silencio de la mañana.
Ahora ladra un perro como en tercer
plano.
A veces he creído conocer el lenguaje
de los perros.
Es una pasada.
Vaya, la sirena de una ambulancia.
Cómo se agradece un vasito de agua en
ayunas antes del café.
Eso también.
Los libros y las libretas desordenadas
por el sofá, en el suelo y encima de la mesa me dan tranquilidad.
Vamos a por el café, y a por la mañana.
Vamos y nos quedamos, claro.
Claro.
BSO, Claridad, de Umberto Tozzi.
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