En los días de verano grises, se ve
más claro que la derrota siempre llega.
Nunca hay vencedores. Siempre vencidos.
El éxito no existe. Tal vez la fama. Por eso se sigue cotizando
tanto, aunque solo sea por unos minutos. Pero la fama, al ser la
espuma del éxito, no redime nada, al contrario, embadurna.
Loados sean aquellos perdedores,
aquellas perdedoras que nunca anhelaron la historia, porque de ellxs
es el reino de la vida.
El tiempo se lo lleva todo.
El tiempo se lleva hasta la palabra.
Mira que siendo sagrada merecería unas
luces permanentes en el universo.
Y cuando la derrota asoma, los aplausos
van a fade out y aparece el alivio del silencio, entonces quizás hay
una oportunidad.
Sitúas los recuerdos. Sitúas el
presente. Sitúas la noche. El amanecer es un lugar que pertenece a
otros, otras que esperas, deseas fervientemente te lo cuenten. Porque
contar sigue siendo tan importante como antes. O más.
Los seres vulnerables a veces no son
capaces de beber la vida a palo seco. Deben ponerle un hielo, un
trocito de limón y un poco de gaseosa. Por eso, entre otras cosas,
lxs vulnerables leemos o escribimos o creamos y consumimos arte.
Incluso agotada la pasión.
Ah, la pasión, qué lindo signo de
ingenuidad. ¿O es de inocencia?
La pasión es un velo que a veces
anuncia bodas, otras guerras, otras nacimientos, otras muertes.
La pasión, las pasiones.
Luego vas viendo que la mañana es el
reino.
Un reino que no vale ni un caballo.
Porque el caballo, claro, siempre vale más.
Ah la belleza de un corcel. ¡Cómo no!
El reino lo pone caro Ricardo III.
¡Siempre vale más el caballo!
Esa última espina que es aceptar la
fragilidad propia con dignidad, para tantos, para
tantas, resulta el último escollo de heroicidad que queda.
Ah, pero luego el anonimato absoluto.
Ah, al menos respiramos, cuánto
privilegio, cuánta humildad.
La mota en el universo.
El nanosegundo en la corteza de un
árbol.
La línea que nos cruza la mano.
Ah, siempre nos quedará la sonrisa
cómplice de una lágrima amiga.
BSO, Estranha forma de vida, Amalia Rodrigues.
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