Caminé y caminé durante mucho tiempo hasta
que la piel se fue desprendiendo de sus interioridades pesadas y ya,
más ligera, un día eché a correr. Del mismo modo que Forrest Gump
se dijo a sí mismo que si podía llegar hasta aquí, también podía
volver corriendo hasta allá, así un instinto primitivo me catapultó
a la carrera. Y es que a veces una encuentra grandes 'leit-motivs' en
el sinsentido de las acciones más impulsivas. Hasta a los más
valientes les falta valor para lo que que realmente saben, escribe
Nietzsche en El crepúsculo de los ídolos; de ahí que para
recoger el saber que ya tenemos nos veamos obligados a recurrir al
Gump que llevamos dentro, que hace y no piensa, que experimenta y
vive sin más, que asume siendo aunque para los otros no sea más que
un hombre de otro planeta, una mariposa tonta que gira alrededor de una bombilla caliente sin poder
parar; pero Forrest sabe, porque se
lo dijo su madre, que tonto es el que hace tonterías.
Y es en el cansancio extremo cuando más
intensamente soy sin añadidos. Como si la pureza de lo efímero
trasladado al sudor que ha de borrar de mi cuerpo el agua, escribiera
la fuerza de lo que algún día alcanzaré a ser. Lo que vislumbro
fugazmente en algún chispazo espiritual que se pueda producir
durante un microinstante del trayecto que sobrepasa cada crepúsculo
el árbol quemado que resiste al borde la carretera. La vida tiene
siempre una figura, que se ofrece en una visión, en una intuición,
no en un sistema de razones, afirma María Zambrano en su libro de ensayos Hacia un saber sobre el alma. Y
la intuición no tiene por qué ser falta de razón, sino que puede
ser razón acelerada, encapsulada en un instante, de modo que la
solución aparece sin tener que recurrir a árduos preparativos
lógicos, dice Karen Amstrong en su interesantísima biografía sobre
Mahoma.
Contacto con mi físico y toco lo inasible de
mi ser. El cielo inmenso parece más cercano que nunca. El sol se
apaga naranja a lo lejos, en la sierra de Larouco, y hay tramos en
los que soy más humana vencida que nunca, cosa que me llena de
dicha. Se escribe entonces la poesía del tránsito invisible, esa
que nunca llegará ni tan siquiera a la boca, que se quedará en las
suelas de las zapatillas desgastadas, comidas por el asfalto,
mordidas por el esfuerzo, esa poesía que solo es mientras está siendo y ya.
Y cada uno de los sentimientos más apasionados, de las emociones más
desnudas, desde el amor intenso al odio picante pasando por la inalterable belleza de la serenidad, entre otras, se van turnando en
las rodillas poderosas que me llevan en volandas, que genuflexión a
genuflexión oran por los paraísos perdidos y por los nuevos
horizontes que se revelarán. Por esos fuegos que se hacen figura
ardiente, rabiosa promesa, en los ladridos entusiastas de los perros que cada
tarde salen a saludarme en la casa vallada que precede a la primera
curva de la segunda etapa de mi correr diario.
Todo es tan natural en Galicia que de simple
trasciende en perdurable. Aunque solo sea un mero recuerdo que ha de
ir a parar a la pista de aterrizaje de los sueños que un día
alcanzaremos cuando ya no nos importen tanto; solo así serán soportables en su realidad.
Amo ise árbol queimado que resiste no tempo e embellece o paisaxe.
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