No
tenemos que empezar por el final, por las formas y por los métodos
políticos, sino por el principio, por la construcción de la
personalidad, si es que queremos volver a tener espíritus y personas
que nos garanticen el futuro.
Herman
Hesse
En
algunos encuentros de cierto trato social, todavía me encuentro con
gente que tiene miedo a perder su puesto de trabajo y me resulta
curiosa esa sensación. Me refiero al miedo a perder que tiene su
otra cara de la moneda en la ilusión por ganar. Luego miro hacia
atrás y veo claramente la estupidez de ideas tan occidentales como
el éxito o el fracaso. Grandilocuencias en las que sin embargo he
caído no una, sino unas cuantas veces. Ahora el significado es otro.
Distinto, ampliado, matizado.
Una
vida se comprende de tantos pequeños, diminutos instantes,
milimétricas secuencias de ráfagas extrañas en las que tomamos
decisiones que nos hacen oscilar en una dirección o en otra y que al
final también están impregnadas por todas esas herencias
ancestrales que recibimos. Y digo ancestrales porque según Andrzej
Szczeklik, médico
polaco, autor de un interesantísimo libro publicado por Acantilado
bajo el título de Catarsis,
'Sobre el poder curativo de la naturaleza y del arte', 'los
genes constituyen solo el 2% del ADN',
a lo
que
añade: '¿Y
del resto? Del resto no sabemos casi nada'.
O sea que ojo con lo que nos creemos que heredamos. Yo es que tengo
el colesterol alto porque mi padre y mi abuelo lo tienen por las
nubes... ¿Y no será que tu alimentación es terrible? A lo mejor
también influye aquella tremenda frase lapidaria que te dicen desde
bien pequeño y no precisamente para bien: ¡eres igualito que tu
padre! Y vas tú y te lo crees y empiezas a trabajar a favor de la
imitación con más fuerza si cabe que al principio de relacionarte
con el mundo.
Lo que sí sabemos es que somos el segundo país en consumo de fármacos del planeta. El otro día lo escuché en las noticias. Aunque también es cierto que el periodismo actual es un mapa trufado de alertas, desgracias, catástrofes, corrupciones varias, secuestros, redes de prostitución y tráfico de seres humanos, abusos internacionales trufado todo ello con exposiciones de pintores internacionales, con estrenos mundiales de películas, con torneos europeos y finals four de éste o aquel deporte. Pero no, no quiero caer yo también en este tipo de digresiones vacías, absurdas y que no hacen otra cosa que contribuir a un cansancio generalizado que se materializa en ríos de tristeza en la mirada de la gente que creía que el progreso iba a ser imparable y que tener lo que quería solo era cuestión de teclear cuatro números secretos ocultados por otros cuatro asteriscos en una pantalla táctil, cuando la historia de la humanidad demuestra que está fundamentada más en el sufrimiento y en el dolor que en la dicha y la concordia.
- Mientras exista el fútbol no hay problema por una revuelta civil -me dice tranquila la segunda mujer con la que me entrevisto en l'Oficina d'Ocupació, después de acceder al insistente deseo de mi madre que pensaba que así tendría algún tipo de descuento en el metro. ¡Error! Como no cobro ninguna prestación, no tengo derecho, si cobrara alguna prestación, entonces sí obtendría un descuento en la tarjeta de los tres meses. Debo decir que tuvimos una conversación sobre la vida, la sociedad actual y el vertiginoso descenso de los derechos sociales que me encantó con esta mujer hierático-resignada que tenía todo el tiempo del mundo para mí y que en los últimos años había contemplado todo tipo de situaciones personales, familiares y asociativas.
Aún así, aspiro a pequeños tránsitos intermedios, inesperados, de esos en que se toca la vida con la punta de los dedos y se parece alcanzar el sentido de todo este montaje. En el último año esos roces apenas sostenibles por nuestro corazón magullado o nuestro vientre escondido, me concedieron unas alas imaginarias que me hicieron levitar en más de una noche abierta. A veces compartidos, a veces olvidados y solo recordados en el siguiente roce. Y últimamente, que las alas me las han recortado la necesidad de realidad y pies en el suelo, ando sintiendo que antes ya estuve aquí, en este mismo lugar siendo otra entonces, así que camino, corro, leo, escribo, convivo, sonrío y procuro hacer micropolítica con mi entorno. Una micropolítica humanista, de sensibilidad y escucha con el desconocido; reconozco que a veces a los conocidos los tengo muy escuchados. Aunque es verdad que no siempre la logro y que la crisis también contrae ciertos estados de miserias cotidianas a las que damos la espalda para no sentirnos, además, ruines. Con todo eso juegan los que mueven los hilos. Su resistencia se afianza en la comodidad y la segura espera de resultados a favor; la nuestra sube y baja según el ánimo personal y el ánimo del grupo al cual todavía no somos ajenos.
Lo que sí sabemos es que somos el segundo país en consumo de fármacos del planeta. El otro día lo escuché en las noticias. Aunque también es cierto que el periodismo actual es un mapa trufado de alertas, desgracias, catástrofes, corrupciones varias, secuestros, redes de prostitución y tráfico de seres humanos, abusos internacionales trufado todo ello con exposiciones de pintores internacionales, con estrenos mundiales de películas, con torneos europeos y finals four de éste o aquel deporte. Pero no, no quiero caer yo también en este tipo de digresiones vacías, absurdas y que no hacen otra cosa que contribuir a un cansancio generalizado que se materializa en ríos de tristeza en la mirada de la gente que creía que el progreso iba a ser imparable y que tener lo que quería solo era cuestión de teclear cuatro números secretos ocultados por otros cuatro asteriscos en una pantalla táctil, cuando la historia de la humanidad demuestra que está fundamentada más en el sufrimiento y en el dolor que en la dicha y la concordia.
- Mientras exista el fútbol no hay problema por una revuelta civil -me dice tranquila la segunda mujer con la que me entrevisto en l'Oficina d'Ocupació, después de acceder al insistente deseo de mi madre que pensaba que así tendría algún tipo de descuento en el metro. ¡Error! Como no cobro ninguna prestación, no tengo derecho, si cobrara alguna prestación, entonces sí obtendría un descuento en la tarjeta de los tres meses. Debo decir que tuvimos una conversación sobre la vida, la sociedad actual y el vertiginoso descenso de los derechos sociales que me encantó con esta mujer hierático-resignada que tenía todo el tiempo del mundo para mí y que en los últimos años había contemplado todo tipo de situaciones personales, familiares y asociativas.
Aún así, aspiro a pequeños tránsitos intermedios, inesperados, de esos en que se toca la vida con la punta de los dedos y se parece alcanzar el sentido de todo este montaje. En el último año esos roces apenas sostenibles por nuestro corazón magullado o nuestro vientre escondido, me concedieron unas alas imaginarias que me hicieron levitar en más de una noche abierta. A veces compartidos, a veces olvidados y solo recordados en el siguiente roce. Y últimamente, que las alas me las han recortado la necesidad de realidad y pies en el suelo, ando sintiendo que antes ya estuve aquí, en este mismo lugar siendo otra entonces, así que camino, corro, leo, escribo, convivo, sonrío y procuro hacer micropolítica con mi entorno. Una micropolítica humanista, de sensibilidad y escucha con el desconocido; reconozco que a veces a los conocidos los tengo muy escuchados. Aunque es verdad que no siempre la logro y que la crisis también contrae ciertos estados de miserias cotidianas a las que damos la espalda para no sentirnos, además, ruines. Con todo eso juegan los que mueven los hilos. Su resistencia se afianza en la comodidad y la segura espera de resultados a favor; la nuestra sube y baja según el ánimo personal y el ánimo del grupo al cual todavía no somos ajenos.
Sin
embargo, lo interesante de la vida es que nunca se llega. ¿Adónde?
A ningún sitio. Y en el no llegar intuyo que está el descanso. El
pararse a disfrutar del paisaje, a mirar las ventanas abiertas al
mar, los balcones con flores de primavera, las terrazas con parejas
que todavía se miran a los ojos y se besan, los poetas que escriben
versos impíos en libretas furtivas y beben a cuenta, las chicas
guapas que te sonríen y pasan a tu lado en un estreno de teatro y
está bien porque hay que aprender a saborear lo fugaz y breve y
efímero y adiós. Luego seguimos. ¿Adónde? Pues a ningún sitio. O a la
platea de la sala principal. A ver una obra más sobre la guerra
civil y los bombardeos en Barcelona cuyo máximo interés es la
relación entre dos mujeres que no acaba de quedar clara a pesar del
tango maravilloso que se echan con más de ochocientos silencios
acompañando. O tal vez vamos al contigo. Pero hasta el contigo a
veces es una idea borrosa, así que de momento me quedo conmigo,
luego contigo y tal vez mañana un nosotras, un nosotros. ¿Te hace?
Mientras,
un ejercicio enorme de deconstrucción de lo aprendido. De todas esas
metas que nos grabaron en el neocortex colegial, todos esos deseos
que no son nuestros y que nuestros progenitores, con toda la buena
voluntad del mundo, continúan insinuándonos que nos harán más
felices. Claro que cada día te despiertas siendo tú y todavía sueñas que comes chocolate, con lo que te costó dejarlo. Igualito que cuando dejaste de fumar y soñabas que volvías a darle una calada a un cigarrillo. ¡Ríete, ríete, que es rigurosamente cierto! ¡Menuda caña de chocolate más sabrosa! ¿Qué diría Freud? ¿O mejor Jung?
Y
una pregunta final: ¿cuál fue el verdadero motivo de la moneda
única en la Unión Europea? Ojo, no es que no me guste la idea de
Europa, pero ni más ni menos que puede gustarme la idea de Asia,
África, Norteamérica o Latinoamérica. Aunque ahora que lo escribo,
casi siento más simpatía por Latinoamérica que por la vieja
Europa, después de todo, crecí con aquella gran sentencia de que
África empezaba en los Pirineos. Cosa de los franceses que ahora
también parece que muerden el polvo. Y si lo vuelvo a pensar me gusta más la caña de chocolate que no me comí anoche en mis sueños.
Yo
ya no tengo 'ninguna patria' ni ideales; no son nada más que
ornamentos para los señores que preparan la próxima batalla.
Herman
Hesse
De
todos modos, lo que os escribo siempre al final: ni caso, haceos caso a vosotr@s
mism@s
o a quien consideréis oportuno, al fin y al cabo, como dicen los
americanos, las opiniones son como los agujeros del culo, todo el
mundo tiene una. Eso sí, divertiros, intentad ser felices hagáis lo
que hagáis, porque lo importante no es tener un trabajo a cualquier
precio, lo imprescindible es que gracias a ese trabajo tu ser esté
en paz y en movimiento creativo con el resto, con el entorno y con el
mundo. Y sí, hay otras maneras; que no las conozcamos no quiere
decir que no existan. Y sí, sí se puede.
No hay comentarios:
Publicar un comentario