THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

domingo, 21 de septiembre de 2008

Cafeterías, qué lugares


Bares, qué lugares, tan gratos para conversar. Y después venía aquello de no hay como el calor del amor en un bar. Cambiaría bares por cafeterías. Me van más. Y añadiría, no hay como una cafetería para escribir una carta. Las cafeterías son confesionarios modernos. Una se entrega a la confidencia con un buen café humeante y una buena compañía. Qué bonitos lugares para compartir con la interlocutora ideal. O para escribir esa carta tan necesaria.
Escribir cartas significa desnudarse ante los fantasmas, que lo esperan ávidamente. Los besos por escrito no llegan a su destino, se los beben por el camino los fantasmas. Kafka, claro. Ya casi nadie escribe cartas. Se escriben correos electrónicos. Mensajitos por el móvil. Post-it cariñosos. Notas en la cocina. Poca cosa más, pero lo de las cartas se ha ido perdiendo. ¿Quién no tiene una libreta dedicada a apuntar todos los mensajitos de amor que ha recibido? Sin embargo, qué placer abrir el buzón y encontrar el cobijo de las palabras de alguien que las escribió pensando en una como la receptora precisa de aquel momento vivido en soledad.
Casi no me acuerdo, pero cuántas cartas escribí amparada por el anonimato de una cafetería. Algunas de amor, otras de desamor, otras de locura, otras de amistad. Hace poco volví a escribir una carta a una amiga. Y me acordé de las que escribía en el siglo pasado. Porque hacía mucho tiempo que no practicaba.
Cualquier día vuelvo a la cafetería de l’Estació de França, que es mi preferida y escribo la carta más larga, pero para mis descendientes, o tal vez para mí misma. No sería la primera, ni seguramente la última. A veces una debe recurrir a ese método para escuchar la voz de la razón. Las cartas también hay que escribírselas a quien las merece. Por cierto, que yo me merezco una maleta llena, pero no de cualquiera.
Cafeterías, cartas, qué lugares, tan gratos para recordar, para amar, para escribir, para vivir.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo escribo cartas a ultramar, pero no en las cafeterías, sino en casa, que tengo una cafetera que hace cafés de los buenos por menos dinero, a pesar de la inversión inicial. A lo que iba, aún escribo cartas.

Laura Freijo Justo dijo...

no esperaba menos de ti, Dietrich ;)