THE LESBIAN SISTERS

THE LESBIAN SISTERS
Fotos de Eugenia Gusmerini

viernes, 4 de febrero de 2011

El anuncio


Mónica contestó a aquel anuncio catapultada por la soledad. En realidad, no tenía ganas de conocer a nadie y mucho menos a cualquier loca que pensaba que a través de un anuncio por palabras podía encontrar algo más allá que unas horas de conversación o sexo fácil. Pero a veces las personas nos movemos por impulsos contradictorios y eso mismo es lo que le había pasado a Mónica aquella tarde de invierno.
Quedaron en una cafetería bastante mona del casco antiguo sin ni siquiera darse los teléfonos. Mónica en el fondo tenía la esperanza de que la tal Estela no se presentara a la cita. Pero Estela, como salida de un cuento, se sentó en la mesa aduciendo que la intuición le había hecho saber que Mónica era aquella chica delgaducha y con gafas que garabateaba en un papel algunos versos extraños. Estela era una mujer exuberante, alta, con algunos kilos de más que le favorecían el buen humor y unas piernas estiradísimas que prometían largos paseos por la playa. Tenía la risa fácil y hablaba con mucha claridad. Justo el polo opuesto de una Mónica que se incomodaba con las definiciones y le parecía de otro planeta la risa estruendosa que desde el primer momento Estela esgrimió como su arma más inquietante de seducción. Al principio, chocaron. Pero Estela parecía divertirse de lo lindo con las limitaciones de Mónica y Mónica estaba petrificada por la novedad del encuentro, de manera que no podía moverse del sitio y apenas asentía al monólogo que esa mujer contundente iba esgrimiendo mientras bebía una cerveza.
Entoces, ¿te parece si follamos o todavía es muy pronto para ti? Yo puedo esperar, tengo mucha conversación -le espetó Estela al cabo de una hora, considerando que ese tiempo era el prudente para declarar sus intenciones abiertamente.
Mónica tragó saliva y la miró fijamente. Reconoció que había algo atractivo en Estela, tal vez su desfachatez que de tanto exhibirla a Mónica empezaba a atraerla.
¿Cómo te gusta que te lo hagan? -prosiguió Estela- Yo soy una persona que se adapta muy bien, pero también te digo que mejor empecemos por algo tierno y lo salvaje ya vendrá, que eso es muy íntimo, ¿no te parece?
Parecía que Mónica no tenía salida, la convicción de Estela así lo proyectaba.
Preferiría que fuera en tu casa, si no te importa –dijo de pronto Mónica atendiendo a un cosquilleo que hacía rato le hervía en el cuerpo.
La casa de Estela era como ella. Colores fuertes en las paredes, estatuillas imposibles en los estantes, un cuadro gigante de una pin-up de los cincuenta en el recibidor, sofá de plástico rosa y una mesa de metacrilato en el comedor llamaron la atención de Mónica que parecía estar sufriendo los efectos de una droga. Estela la cogió de la mano y la llevó a la habitación. Mónica nunca recordaría aquel primer encuentro. Lo que sintió fue tan fuerte que su cerebro guardó el recuerdo en las profundidades de su memoria.
Los encuentros se fueron sucediendo y cada vez la relación alcanzaba cotas más altas de intensidad y confianza. Mónica se relajó y empezó a dejarse ver. Los excesos de Estela cada vez le hacían más gracia. Realmente, pensaba Mónica, Estela es una mujer increíble. Eso sí, nunca se permitían hablar de amor, era ése un espacio reservado para otro tipo de personas, dijo una vez Estela. Sin embargo, los lazos se estrechaban cada vez más y Mónica empezó a sentir la necesidad de clarificar las condiciones de su contrato sentimental. Estela, haciendo uso de su afilada intuición, comprendió que su compañera se había enamorado y una mañana de domingo enfrentó el tema.
Mónica, aquí nunca hemos hablado de amor y eso es lo que nos mantiene unidas sin reproches. Nunca he pretendido que esta relación discurriera por esos derroteros. Detesto ese sentimiento esclavo que no te deja vivir. No voy a pasar por eso otra vez. No te quiero engañar. Ni quiero sufrir ni que sufras. Creo que ha llegado el momento de decirnos adiós
Mónica digirió el discurso de Estela como pudo. Debido a la claridad con que se había expresado su amante, no le quedaba opción. En ese momento, volvió a ser aquella Mónica de la cafetería que apenas podía articular palabra. Masticó su tostada y le dio un sorbo al café con leche que ya se había enfriado. Pasaron los minutos y entre las dos se instaló un silencio incómodo.
No deberías haberme dado tanto – consiguió decir al fin Mónica
No he podido evitarlo, Mónica, tu alma es más salvaje que la mía
Se despidieron con un roce de labios y prometieron llamarse al cabo de un tiempo, cuando las heridas hubieran cicatrizado.
Nunca lo hicieron.
Mónica a veces entra en la página de contactos y relee con decepción el antiguo anuncio de Estela que sigue llamándola.

6 comentarios:

Rosalía Navarro dijo...

Que historia Paula. Engancha hasta el final. El amor duele y muchas prefieren evitarlo. Bonita pin-up.
Besos

Laura Freijo Justo dijo...

¡Te echaba de menos, Rosalía! Gracias por tu comentario. Un besote!

minamyk dijo...

Alejandro Molina dijo una vez: El amor depara dos máximas adversidades de opuesto signo: amar a quien no nos ama y ser amados por quien no podemos amar... En esas relaciones sin corazón siempre hay alguien q se enamora, Paula insisto tu talento es exquisito...

Laura Freijo Justo dijo...

Estimada Minamyk, gracias por tu aliento; al final, una escribe para que la lean. Saludos!

Elisa Díez dijo...

Totalmente de acuerdo con Rosalía, yo las empiezo a devorar... Yo soy de las que piensan que es difícil separar el sexo con el engache...

Laura Freijo Justo dijo...

Qué bien tener lectoras que devoran las historias, me encanta! Sí, supongo que hay veces que es difícil separar... Un saludo!