THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

jueves, 9 de agosto de 2012

El árbol quemado que resiste en el tiempo




Caminé y caminé durante mucho tiempo hasta que la piel se fue desprendiendo de sus interioridades pesadas y ya, más ligera, un día eché a correr. Del mismo modo que Forrest Gump se dijo a sí mismo que si podía llegar hasta aquí, también podía volver corriendo hasta allá, así un instinto primitivo me catapultó a la carrera. Y es que a veces una encuentra grandes 'leit-motivs' en el sinsentido de las acciones más impulsivas. Hasta a los más valientes les falta valor para lo que que realmente saben, escribe Nietzsche en El crepúsculo de los ídolos; de ahí que para recoger el saber que ya tenemos nos veamos obligados a recurrir al Gump que llevamos dentro, que hace y no piensa, que experimenta y vive sin más, que asume siendo aunque para los otros no sea más que un hombre de otro planeta, una mariposa tonta que gira alrededor de una bombilla caliente sin poder parar; pero Forrest sabe, porque se lo dijo su madre, que tonto es el que hace tonterías.
Y es en el cansancio extremo cuando más intensamente soy sin añadidos. Como si la pureza de lo efímero trasladado al sudor que ha de borrar de mi cuerpo el agua, escribiera la fuerza de lo que algún día alcanzaré a ser. Lo que vislumbro fugazmente en algún chispazo espiritual que se pueda producir durante un microinstante del trayecto que sobrepasa cada crepúsculo el árbol quemado que resiste al borde la carretera. La vida tiene siempre una figura, que se ofrece en una visión, en una intuición, no en un sistema de razones, afirma María Zambrano en su libro de ensayos Hacia un saber sobre el alma. Y la intuición no tiene por qué ser falta de razón, sino que puede ser razón acelerada, encapsulada en un instante, de modo que la solución aparece sin tener que recurrir a árduos preparativos lógicos, dice Karen Amstrong en su interesantísima biografía sobre Mahoma.
Contacto con mi físico y toco lo inasible de mi ser. El cielo inmenso parece más cercano que nunca. El sol se apaga naranja a lo lejos, en la sierra de Larouco, y hay tramos en los que soy más humana vencida que nunca, cosa que me llena de dicha. Se escribe entonces la poesía del tránsito invisible, esa que nunca llegará ni tan siquiera a la boca, que se quedará en las suelas de las zapatillas desgastadas, comidas por el asfalto, mordidas por el esfuerzo, esa poesía que solo es mientras está siendo y ya. Y cada uno de los sentimientos más apasionados, de las emociones más desnudas, desde el amor intenso al odio picante pasando por la inalterable belleza de la serenidad, entre otras, se van turnando en las rodillas poderosas que me llevan en volandas, que genuflexión a genuflexión oran por los paraísos perdidos y por los nuevos horizontes que se revelarán. Por esos fuegos que se hacen figura ardiente, rabiosa promesa, en los ladridos entusiastas de los perros que cada tarde salen a saludarme en la casa vallada que precede a la primera curva de la segunda etapa de mi correr diario.
Todo es tan natural en Galicia que de simple trasciende en perdurable. Aunque solo sea un mero recuerdo que ha de ir a parar a la pista de aterrizaje de los sueños que un día alcanzaremos cuando ya no nos importen tanto; solo así serán soportables en su realidad.
Amo ise árbol queimado que resiste no tempo e embellece o paisaxe.



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