THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

viernes, 4 de noviembre de 2016

De vehículos, conductoras y otros despliegues de la realidad



Cuando Florentino Ariza timbra a la puerta de Fermina Daza, tras décadas de esperarla, Fermina está despidiéndose de su marido, que ha muerto sin llevarse todas sus cosas. Fermina se pregunta por qué cuando un ser querido se va no se lleva con él todas sus cosas, evitando así el dolor de su ausencia, reflejado en cada una de ellas.
En cambio, a mí la muerte de un ser querido me hace escoger, elegir las cosas que guardan su presencia, su paso por mi vida. De pronto cosas inanimadas se convierten en símbolos. Por eso me quedé con los vehículos de mi padre. 
Ayer tocaba cerrar uno de los últimos tramos de la última etapa del camino. Cambiar de nombre sus motos y el coche en Tráfico. Gracias a las nuevas tecnologías, tenía concertada una cita previa que me generaba algunas dudas, pues una nunca acaba de estar segura de los argots específicos y su significado literal. Hacía unos cuantos años que no iba a La Campana. Todo informatizado, paneles de llamada bien organizados y cumplimiento de hora acordada. 
La mujer que me atiende me dirime a la jefa de la planta. Vaya, qué bien. Me alegro porque ante la cantidad de dudas al solicitar la cita, solo pido cita para un vehículo. El coche. Mi Clio Rucionante. Mirando los paneles, mientras espero el turno V348 pienso lo mucho que hemos avanzado en la praxis de la burocracia y las malditas esperas. La sala está a petar, pero la gente desfila.
La jefa me dice que va a cursar todas las fichas. Se lo agradezco. Tendré que ir a recogerlas en unos días. Hablamos de las motos. Están las tres montadas, con piedras de afilar. Mi padre era afilador.
- Oh, ara ja ningú sap esmolar bé els ganivets! Les màquines no funcionen! 
Parece que no solo yo echo de menos a mi padre. Era un artista en su oficio. Cuatro generaciones de afiladores me contemplan. Quizás más. Los cuchillos que afilaba mi padre sesgaban un velo al aire.
Luego me atiende una ayudante, pago las tasas y me indica también cómo renovar el carnet de conducir. Le pido por favor ir al lavabo, pero parece que está estropeado. Se disculpa. La mesa de la jefa está al fondo de todo. En esa planta contabilizo por lo menos 20 o 25 mesas de atención al usuario.  En todas menos en 2, cuento mujeres trabajando, ejecutando, ordenando, gestionando, aceptando, confirmando, introduciendo datos.
Al dirigirme al ascensor, un hombre con ganas de hablar se acerca y pica el botón.
-Tu primera
-Gràcies
(Sonreímos)
-Això és com fa quaranta anys, no anirem enlloc si no canviem les estructures. Tot està igual que fa cinquanta anys. Tot funciona igual. Em diuen que agafi número però quan m,atenen em diuen que he d,anar a l,edifici del costat, a la quarta planta. Que no m,ho podia dir el d,informació? A més els hi demano que em deixin anar al lavabo i res, que està espatllat. Quin desastre! No anirem enlloc si seguim així, mantenint estructures del passat...
(Sonreímos más)
-En això del lavabo m,ha passat el mateix. Però en la resta li he de dir que m,ha anat molt bé. (Pausa. Me abstengo de darle detalles). Trobo que el sistema informatitzat agilitza les esperes i la cita prèvia és un encert.
(Salimos del ascensor. Y el edificio. Sigo hablándole mientras caminamos hacia la puerta).
-Ara, quan anava cap a l,ascensor he comptabilitzat del total de taules atenent al públic només a dos on treballen homes, i he pensat, mira, manen ells i nosaltres ens encarreguem de que tot funcioni. (Rialles meves). Estem fins als collons! Que no en tinc. Fins al ovaris! (Més rialles. Ahora de los dos).
El hombre entra en otra oficina oficial que sí dispone de lavabos públicos en funcionamiento. Prosigo mi camino hasta el registro de la propiedad intelectual. Eso ya es otra historia. Más chula que la de tráfico. Otro día la cuento. 

(*) Foto de Gertrudis Losada.

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