THE LESBIAN SISTERS

THE LESBIAN SISTERS
Fotos de Eugenia Gusmerini

domingo, 2 de febrero de 2025

A I T A N A

Somos de la misma generación. Como escribí en La soledad de una isla (Entre el cuarto oscuro y la utopía queer), de la generación de Los Ángeles de Charlie. He crecido guarecida por la hermosa sombra de su árbol. 

La primera vez que la vi interpretaba a una chica adolescente enamorada de su maestra, interpretada por la maravillosa Ana Marzoa. En Segunda enseñanza, de otro referente: la gran Ana Diosdado. Años ochenta. Las lesbianas en mi mundo de entonces eran seres mitológicos que habitaban planetas lejanos cuya figura se iba haciendo más borrosa conforme te despertabas por la mañana para ir al Insti.

Mil novecientos noventa y siete fue el año en que me independicé, me fui a vivir con mi amiga Yolanda a la calle Aribau. Empecé a salir por el ambiente y, mi querido amigo y maestro, Mirito vino a visitarme al pueblo. Dio la casualidad que el padre de Yolanda había sido destinado a Verín, de donde es mi madre, así que ese fue el año en que nos encontramos en queimadas matinales, con cánticos desaforados y desafinados y más de una esperanza abierta de par en par. Y ese fue el único año que a alguien se le ocurrió abrir un cine de verano al lado del río Támega y programar La ley de la frontera, de Adolfo Aristarain con Federico Luppi y Aitana Sánchez-Gijón encabezando el reparto. Todavía tenía coche, creo que fue el último que tuve, un Seat Ibiza rojo y viejo en el que Yolanda y yo nos reíamos mucho con mi vocación más de entrevistada que de entrevistadora.

- Esta noche el cine al aire libre echa La ley de la frontera, con Luppi, ¿te bajas? - me dijo Yolanda.

Quizás no fue una peli tan memorable como lo había sido en su momento Un lugar en el mundo, pero en el transcurso de esa misma noche diría yo que se convirtió en algo mucho más importante: fue mi primer beso onírico con una mujer. Hasta que Aitana Sánchez Gijón apareció en mis sueños, yo nunca me había besado con una mujer en ese plano de la realidad. Considero esa noche un punto de inflexión imprescindible en mi vida bollera onírica. Incluso podría decir un punto de no retorno, de no retorno al imposible. Esa noche supe que amaba y amaría a Aitana Sánchez Gijón incondicionalmente y para siempre. Hizo una primera vez.

Al verano siguiente, o quién sabe si fue ese mismo verano, no lo recuerdo, porque los tengo mezclados, escribí un cuento titulado A.S.G. La plantilla estructural se la había tuneado a Julio Cortázar y mi cuento preferido del genio argentido: Lejana. Recuerdo leer el cuento en voz alta en la cocina de la casa de mi abuela, hoy casa de mi madre, a mi amigo David Miyar. Lo mejor que tenía el cuento era la idea y la estructura del cuento de Cortázar, el resto era mi necesidad de seguir coincidiendo en algún plano de la realidad con Aitana. Disfruté tanto escribiéndolo, y eso que no había rollo…

De algunos años posteriores, data una foto de fotos que le hizo una amiga mía fotógrafa para una publicación de Madrid y es posible que también la fiesta de presentación en Barcelona de La camarera del Titánic, de la que debieron enviar invitaciones a Fila 7 y fuimos Yolanda, mis compis de la oficina y yo. Yolanda me puso en un apuro monumental:

- ¡Ven, ven, ven que te la presento, que es super simpática!

Y yo, ¡¡nooooooo!! Me consta que Yolanda estuvo a punto de intentar arrastrarla adónde estábamos pero le debí poner tal cara de espanto o de acelga envenenada que decidió cambiar su regalo por un autógrafo dedicado de su puño y letra que en algún lugar de mi casa todavía conservo. La contra de la tarjeta invitación de La camarera del Titánic dice algo así: “Para Laura la tímida...”. Y algo más de corte amable y cariñoso que no recuerdo porque igual no me atreví a seguir leyendo. Imaginaos el choc, la conozco del otro mundo pero en este no sé quién es.

Aitana Sánchez Gijón y yo nos llevamos menos de dos años, aunque ella sea mona en el chino y yo una perra de manual, pero no sé por qué, a menudo a mí me encuentran parecido con personas (hombres, mujeres…) de lo más variopintas. Y una noche en la casa de una compañera cordinette que celebraba su cumpleaños, invierno de finales de los noventa o principios de los dos mil, en la calle Balmes con otras gentes soñadoras, aguien dijo:

- Me recuerdas a alguien.

Hasta aquí un clásico. Y de golpe alguien que me miraba muy fijamente dijo:

- ¡A Aitana Sánchez Gijón!

  

Amo la profesión de actriz, tiene algo alquímico y transformador, aparte de que las que más amo me constan su generosidad y entrega a niveles mastodónticos. Amo a las actrices, y eso que alguna que olvidé me ha dao mala vida, pero reconozco que este amour fou estuvo siempre en una frecuencia más humanonírico que artística. Claro, eso me llevó a seguirla e incluso a leerme libros que recomendaba en entrevistas, como El último encuentro, de Sandor Marai.

Una vez me tocó hacer de road manager de Pablo Carbonell, un tipo muy divertido, original y con un humor tan inteligente que mi lerditud no me daba para comprenderlo al momento, algunos de sus chistes los pillaba dos o tres días después. Recuerdo que una vez lo fui a buscar al aeropuerto y hablamos de su prima.

- Pues fíjate que a mí me parece que Yerma es uno de sus mejores trabajos. Me dio la sensación de que ha hecho un salto. Es un personaje dificilísimo -algo así le dije mientras conducía de camino a la ciudad y conversábamos. Creo que actuaba en el Principal.

No sé qué pasó que me perdí La gata sobre el tejado del zinc caliente pero fui al Borràs a ver Las criadas con Emma Suárez y Maru Valdivieso, dirigidas por Mario Gas. Una gozadera. Confieso que mataría por ver Las criadas (en directo) con Nuria Espert y Julieta Serrano, dirección de Victor García, pero Emma Suarez (Claire) y Aitana Sánchez Gijón (Solange) son mis criadas. Son mi generación.

Pasados lo años, hice castings con otras actrices y recuerdo que Leonor Watling pujó fuerte con Raquel busca su sitio para arrebatarle el trono a Aitana en mi vida onírica. Estuvo a punto, lo reconozco. Pero nadie sabe de la fuerza de un primer beso bollo onírico hasta que no lo vive en sus propios sueños. Y como vuelven las cosas y los acontecimientos que tienen destino, así volvió Aitana a mi corazón onírico. Y ahí sigue.

 

Si hoy me atrevo a hablar así, abierta y sinceramente, es porque hoy va a subir al escenario a recoger un Goya de Honor una gran actriz, alguien por quien si estuviera ahí me pondría de pie y me partiría las manos y la voz. Una mujer a la que admiro como profesional y como persona. Mogollón. En mi barrio mogollón es mogollón. Una mujer que me representa, en la vigilia y en los sueños, en la intelectualidad y en la carne del escenario, en la entrega y en la devoción, en el arte escénico y en el arte de los sueños.




Muchas gracias, Aitana, Dios te bendiga.

Contigo, Aitana, a tope.


No hay comentarios: