Del súper a las vacaciones pasando por los libros

En la sección de verduras del súper apenas quedaban unas berenjenas, unas cuantas lechugas, algunas alcachofas y dos o tres calabacines. ¿Estará llegando el Apocalipsis y no me he dado cuenta? He comprado agua, porque la de casa sabe a rayos, sobretodo cuando estás acostumbrada a beberla embotellada. Ahí sí me han dado miedo los transportistas, sin agua no me quiero quedar. Tengo síndrome trucha, lo admito.
De momento libros sigue habiendo, eso la gente consume menos. Y eso que no engordan. Y fíjate que yo sin mi dosis de dos tres poemas diarios no puedo vivir. Al azar, al azar. Ando escogiendo poemas sueltos de la poesía completa de Rosa Chacel, otra geminiana amiga. Descubriéndola en su luminosidad. De ella sólo me acuerdo lo que me explicó Victoria cuando la estudiaba, Tánatos frente a Eros, que me parece una contraposición muy bien encontrada.
Es curioso como asociamos ideas unas con otras. De la comida a los libros y de los libros a los sueños, porque estoy que me caigo. Transnoche que se acumula. Que a veces lo que se presupone el descanso de la mente es la elaboración de la araña que teje y teje con el subconsciente lo enterrado en las mazmorras de nuestras antepasadas. Porque ellas somos nosotras, no cabe duda. Y de los sueños a las vacaciones, que hoy que ha salido el sol y he tenido un sueño despierto compartido chulo he escuchado la palabra ‘vacaciones’ y se me ha abierto la visa. Hala, a comprar libros para cargar en la maleta y a comprar verduras para mi próximo régimen. Y es que por muchas vueltas que des, el alimento del estómago y del alma son inseparables. ¿O no?