THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

miércoles, 31 de diciembre de 2008

Lydia Cacho, la injusticia, la impunidad y esa guerra permanente


Para aquellas y aquellos que no sepáis quién es Lydia Cacho os diré que es una periodista y escritora mexicana comprometida con la defensa de los derechos humanos y contra la impunidad de los que, amparados por el poder económico y político, se creen por encima del bien y del mal. Como va a ser imposible que en un pequeño y humilde post pueda relatar su itinerario vital y profesional, tan mezclados en su caso, os remito a sus libros ‘Los demonios del Edén’ y ‘Memorias de una infamia’. El primero es un libro de investigación periodística que destapa toda una red de pederastia internacional que operaba (tal vez sigue operando, no lo sé) en Méjico y el segundo es el relato pormenorizado y objetivo, exento de rabia o de odio, sobre cómo las consecuencias de decir la verdad y denunciar aquello que atenta contra los principios básicos en la defensa de la dignidad del ser humano puede acarrear consecuencias terribles a aquella o aquel que se atreve a alzar la voz contra los poderosos.
La lectura de ‘Memorias de una infamia’ me ha noqueado. La descripción de la lucha de Lydia Cacho al límite de sus fuerzas, su resistencia física y emocional, sus recursos económicos y exponiendo claramente su vida por defender a unas niñas y unos niños que sistemáticamente fueron abusados por monstruos durante años, algunos y algunas desaparecidos no se sabe dónde, la tengo clavada en el estómago. Una mujer valiente se enfrenta a un sistema judicial, político y económico corrupto donde seres infames son defendidos y encubiertos por seres tan infames como ellos que pretenden mantener un status quo de libre albedrío donde aquellos que tienen la sartén por el mango quieren seguir friendo el huevo hasta el fin de los tiempos. Afortunadamente, Méjico no es sólo eso, también hay personas decentes e incorruptibles que aspiran a una sociedad justa donde las víctimas no sean juzgadas antes de que los culpables sean ajusticiados. Según la entrevista que Lydia Cacho concedió a principios de mayo en TV3 a la periodista Mònica Terribas, sólo 2 de cada 100 casos judiciales en Méjico reciben sentencia. Que la causa de Lydia Cacho llegara a gestar una comisión de investigación de la Corte Suprema de Justicia encabezada por el ministro Juan Silva Meza –que dio la razón a la denuncia de la periodista– sienta un precedente antes jamás logrado en la historia del país.
Salí del libro de Lydia Cacho con la sensación de ser una hormiguita aplastada por la bamba de un ser humano inconsciente y reventón que camina destruyendo todo lo que aparece a su paso. Al abrir los ojos me encontré con el relato de los medios de comunicación de los muertos y muertas que los ataques del ejército israelí están causando en la franja de Gaza, sin olvidar las víctimas israelíes que los cohetes de Hamás matan al otro lado. El ataque desproporcionado de Israel sobre Gaza me entristeció aún más.
A mi tristeza creciente, se añadió el constante bombardeo sobre la crisis económica global que a este lado del muro de es esto que llamamos primer mundo sufrimos. Nos retorcemos acongojados y acongojadas ante la posible pérdida de la seguridad material conseguida después de años de bonanza basada en la gran desigualdad que existe entre las diferentes partes del planeta. Y, nosotros y nosotras, seres acomodaticios con tendencia al sobrepeso cuando no a la obesidad, tememos perder nuestro bienestar de abundancia. Pero consumamos, consumamos antes de que el dinero de paso a otra forma de poder.
Entonces, afectada y con una inclinación inusual en mí hacia un pesimismo que siempre me ha irritado, me da por pensar que la agonía de dolor que se grita en todas aquellas partes del mundo que están en guerra, última expresión de la desesperación humana representada por la destrucción directa de seres humanos, tapa todo aquello corrupto y oscuro que en las sociedades democráticas circula por las cloacas subterráneas sometido a la apariencia de justicia y ecuanimidad. Aún así me esfuerzo por creer que el ser humano sigue teniendo oportunidades de redención y que la bondad, la solidaridad y la justicia constituyen una mayoría frente al cinismo, la monstruosidad y la maldad de algunos seres humanos que me hacen temblar de miedo y de impotencia. Personas como Lydia Cacho demuestran que otro mundo puede ser posible. Es imprescindible la fe en aquello que nos construye un futuro basado en los valores de los derechos humanos.
Salud, justicia y compasión para este 2009.


3 comentarios:

la sonrisa del calabacín dijo...

Gracias por tu relato. Gracias por escribir el invierno. Y feliz año? Sí. Hemos de decir que sí.
T

Laura Freijo Justo dijo...

Feliz 2009, por supuesto. Hay que creer, querida sonrisa. Hasta pronto!

Noelia A dijo...

Muchas gracias, no la conozco, y me interesa. Anoté su nombre y los libros.