THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

martes, 12 de mayo de 2009

Bernarda, Poncia y Mss Lovett


Admito que no había querido leer ni ver ninguna versión de ‘La casa de Bernara Alba’ por miedo a cambiar de opinión con respecto a ese gran poeta que considero que es Federico García Lorca. El argumento lo conocía, claro; los clásicos siempre nos llegan aunque no los leamos. Confieso: tenía miedo de ver en esa atmósfera represiva y asfixiante restos de misoginia –cada cual arrastra sus propios lastres y el hecho de que todas anden hasta las cejas de feniletilamina por Pepe el Romano me inquieta, como si toda la vida de una mujer girara entorno al caso y el sexo que un hombre le pueda hacer. Afortunadamente, la versión que presenta Lluís Pasqual en la Sala Petita del Teatre Nacional de Catalunya eleva la obra de Lorca al vuelo de esas aves mayestáticas que dominan el cielo con su enorme elegancia y cualquier sospecha queda aplastada por el peso del arte en mayúsculas.
Si me pongo grandilocuente –cosa que me gusta evitar pero hoy no lo voy a hacer– me atreveré a decir que cuando Bernarda Alba, o lo que es lo mismo en ese momento, la gran Nuria Espert dice aquello de ‘Ella, la hija menor de Bernarda Alba, ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!’ no te queda otra que hincar las rodillas al suelo y alabar la divinidad del excelso acto que acabas de presenciar. Me pongo peligrosa a la hora de los adjetivos, me doy cuenta. Pero hay un grupo de actrices haciendo puro teatro en el Nacional y eso hay que decirlo. Las capitanean dos de las más grandes, y también hay que decirlo, gritarlo si es necesario. Nuria Espert y Rosa Maria Sardà. No quedan entradas, eso dicen, no me extraña. Recomendarla es poco. Y hasta aquí puedo leer, hincada.
Este es un país de grandes actrices. Ahí va otra. Otra inmensa donde las haya. Otra que es capaz de hacer cualquier cosa con la precisión del escalofrío y la inmensidad de la emoción. Otra que siempre que la he visto sobre un escenario estaba haciendo puro teatro. Vicky Peña. De nuevo Mss Lovett, la cómplice perfecta del vengativo barbero Sweeney Todd. Una gozada verla en el pellejo de esa miserable y divertidísima mequetrefe que ve en la venganza del atribulado Sweeney una manera de vivir lo que ella es sin tener que rendir cuentas a nadie. A destacar el resto del elenco encabezado por Joan Crosas y a las manos que dirigen el cotarro, los hermanos Gas. Un gran montaje. Uno de esos que la crisis amenaza con exterminar.
A los jugadores de fútbol cuando ganan la liga, se les hace el paseíllo, yo a la Espert, a la Sardà y a la Peña les haría una ola de diamante de más de tres metros de altura.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hice La Casa de Bernarda Alba hará un par de años, en bachillerato. Nos pusimos tanto en la piel de sus personajes, que hoy, al leer tu post, he vuelto a sentirme como en casa...


:)

Laura Freijo Justo dijo...

meike, bienvenida, el teatro es un arte maravilloso. me alegra que te haya llegado mi post, espero seguir encontrándote por aquí.