martes, 11 de agosto de 2009
Relajada por vacaciones
De nuevo montañas. Valle. Silencio y toque de campanas a su hora. Y a la media. Que en el silencio también se tiene en cuenta el tiempo. Aunque no transcurra. Alguien me dijo el otro día que la única existencia exacta es la del tiempo. Tengo mis dudas. ¿Si yo no existo el tiempo sigue? Parece que quieren decirme que sí. Pero aquí me sale el ego y yo digo, ya veremos. Relativamente estamos aquí. Frente al olivo del cementerio que lleva allí desde que mi madre era pequeña. Y la iglesia, y el cementerio y la casa de mis antepasados.
El descanso de la noche es cerrado. Pocos sueños. La condesa Olensaka se quedó junto a Trinity y Sarah Connor's, las tres salvando nuestros mundos. Bruce Willis anda cansado y Demi Moore tiene pendiente una cita con Jodie Foster para decidir quien conecta en el universo.
Mientras, me lavo lo suficiente para que este agua no me calcifique la piel ni me escame el cuero cabelludo. Es lo que tiene la urbanitis, que nos debilita, nos hace herederos de lo frágil.
Tener la tierra bajo estos pies me da la seguridad del viento que sin marginar desvía la atención de los pensamientos. Mi madre espera. Y no es bueno que vuelva a esperar. Aunque sólo sean nueve minutos. ¿Quién sabe si el tiempo es denso o suelto? Yo es que me lo he creído todo para descreerlo y volver a empezar. Y, sobretodo, para no perder la fe en la vida. Como decía el manifiesto surrealista, se tiene tanta fé en la vida... Tengo todavía tanta fe en la vida que voy a dejar unos gramos en este post.
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