THE LESBIAN SISTERS

THE LESBIAN SISTERS
Fotos de Eugenia Gusmerini

sábado, 29 de agosto de 2009

El mundo más cerca


De un tiempo a esta parte siento el mundo más cerca, mucho más cerca. Me duele como una constricción menstruante que nunca dejara de latir en mis ovarios. Aunque intento que no sea así.
Durante el verano me aíslo unos días en mi ínsula Barataria particular y me convierto en reina de lo mío, señora de mí misma. Luego vuelvo renovada, con unos cuantos kilos de más y alguna que otra obra de imprescindible valía leída o vista. Aún así no desconecto del todo. Los mensajeros vienen y van de la ínsula a través del papel mojado por el calor. Letra impresa que ya todos dan por muerta. Pantallas, pantallas, pantallas. Como el 1984 de George Orwell, la dirigida por Michael Radford. Esa sociedad totalitaria que anula el amor y la libertad de pensamiento con Richard Burton y John Hurt. Y como si de un mensaje con urgencia se tratara, mi hermano me sube en días alternos y a última hora de la tarde el periódico.
Ni siquiera estamos a salvo en nuestras ínsulas. El dolor llega por todas partes, es tan fuerte, tan dislocante que aunque mires las baldosas del suelo el día menos pensado te tropiezas con la realidad a miles de kilómetros. Es la señora de la limpieza que ha puesto los restos del día al servicio de lo absurdo. Y en uno de esos reportajes las mujeres afganas, que se suponía íbamos a salvar del machismo hablan desde el riesgo que supone exponer la propia vida. Malalai Joya de 35 años es una de las 64 mujeres figurantes de escaparate que componen el que hasta ahora, antes de las elecciones, era la formación parlamentaria afgana. Habla de corrupción, de amenazas de muerte, de intentos de violación sólo por el mero hecho de ser mujer y no esconderse, de narcotráfico y criminales de guerra que deberían ser detenidos. Su voz se parece a la de una mártir, pero nadie recordará su nombre cuando haya muerto.
Sigo en mi ínsula. Pero le doy muchas vueltas hasta que ya no veo nada. Todo es borroso. Sólo la sorna del sacrificio de la mujer como seña de identidad sobrevive muy a mi pesar. Recuerdo que una vez vi un reportaje sobre la situación de la mujer en la India. La cantidad de niñas que morían nada más nacer por el mero hecho de ser féminas. O los abortos provocados al enterarse del sexo. También hablaba del maltrato y de cómo un policía enorme cuando se enteraba de que en su pueblo un hombre había pegado una mujer iba a por el hombre y le hacía lo mismo. Decía el hombre enorme, en un inglés aceptable, que sólo así el maltratador lograba entender que pegarle a su mujer era malo. ¿Será que tenemos que apalizar a muchos de esos hombres para que entiendan que la mujer no es una propiedad ni un juguete sexual ni un ser inferior del cual se puede disponer a gusto y servicio propio o ajeno?
Y luego ya Barcelona, con todos los electrodomésticos al completo. Despertar en casa. Anoche nos fuimos a dormir con otro de esos monstruos secuestradores de nuestro querido primer mundo. Esta vez en el país de las libertades personales, Estados Unidos. Y conste que considero que es un gran país. Nunca he sido antiamericana y no me voy a convertir ahora por este desgraciado. Durante 18 años esclavizó y engendró dos hijas con una niña. Todo eso bajo la mirada, quiero pensar que absolutamente abducida, de su esposa. Y aquí, casi al lao de casa, un chico de veinte años le pega un tiro a su mujer de 22 embarazada de dos meses, ambos de nacionalidad española, por si había alguna duda del origen.
Algo pasa en esta tierra y no fui yo.
Regresamos de vacaciones. ¿Nos fuimos alguna vez?
¡Qué bonita era mi ínsula! Dormir, leer, comer, caminar. Dormir, leer, comer, caminar. Dormir, leer, comer…

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