domingo, 15 de noviembre de 2009
Niña con vestidito nuevo
Todos los nudos del estómago son el mismo nudo. Después de más de dos meses escribiendo sobre fantasías propias una se aproxima al vértigo que supone contrastarlo con el público. Y juegan a favor los muchos amigos y amigas que siempre te apoyan, pero no dejas de tener un cosquilleo por todo el cuerpo. Además, los amigos y amigas no suelen saber mentir.
Hay ecuaciones matemáticas que el texto sostiene. Y sí, se sabe la solución de antemano, pero el público, ese ente híbrido que se sienta a escuchar y ver lo que se ha montado sobre el escenario es un misterio. Sí, esto que digo es un tópico, pero no por tópico menos cierto. Piensas que sabes dónde reirán o dónde llorarán o dónde suspirarán y siempre se saltan el guión.
Luego está si lo peculiar, lo propio, lo personal llega a ascender a universal. Cualquier dramaturgo que se precie aspira a ello. De la aldea local a la galaxia total. Aunque lo cierto es que con aspirar a que la gente no se aburra ahora mismo es suficiente. ¿Dónde hay que firmar?
También es importante pensar en más allá de un estreno, aunque no ahora, ahora hay que estar concentrada. Porque parir deja la depresión postparto, después del subidón que puede suponer presentar a público lo que se ha estado guardando en celoso secreto durante más de dos meses deja en los días posteriores un poso de ausencia irremediable. Mierda, no puedo evitar pensar en lo que haré después.
Todos los nudos del estómago son el mismo nudo. El de ahora más que nudo es ovillo. Si tiro del hilo tengo que estar dispuesta a aguantar en mi mano el cabo hasta que se deshaga del todo. Paciencia y tranquilidad. Son imprescindibles.
Lo confieso, estoy como una niña con su vestidito nuevo. No sé si tengo más ilusión o me gana el miedo a mancharlo en un charco. Voy a respirar profundo, cerrar los ojos y confiar en lo ya trabajado.
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