martes, 15 de diciembre de 2009
Enigma
Edipo tiene que resolver el enigma de la Esfinge y gracias a ello le conceden la mano de Yocasta, lo que a la postre será su condena, ya que acaba cumpliendo el anuncio del oráculo. Acaba de matar a su padre y se casará con su madre. Mi amiga Isis dice que se debieron amar mucho Yocasta y Edipo porque tuvieron cuatro hijos: Polinices, Eteocles, Antígona e Ismene. Aunque no necesariamente las personas se aman mucho y tienen hijos, claro que los mitos no son personas.
El dicho popular dice que el saber no ocupa lugar, pero a veces, añado, te condena. Mira Sara, que volvió la vista hacia atrás y quedó convertida en estatua de sal. Ella quiso ver qué hacía Dios con aquella ciudad díscola de la que huían ella y su familia. También Eva quiso saber qué había más allá del Paraíso. Dios debió construir muy rápido el mundo para que hubiera algo más allá. En realidad, hombre y mujer vivimos en un mundo no previsto por Dios sino improvisado, y claro, así nos va.
A través de las obras que escribo lo que intento es saber más de mí. Hasta ahora. Con esta última – de la cual ya tengo un primer borrador, que creo es lo más difícil – más que saber, he querido experimentar cómo resolver un enigma del pasado. ¿Cómo las palabras nos atan a su contenido como si fueran un hecho ineludible? ¿Cómo estamos encadenadas a nuestras afirmaciones? ¿Cómo deshacer el hechizo? Y lo he hecho a través de dos personajes que en un principio son muy descarnados y que luego hallan su camino gracias a una segunda oportunidad. Comprendo las cosas mejor escribiendo que pensando. La escritura, para mí, es la carne de la imaginación y el pensamiento.
En la vida no siempre hay segundas oportunidades, por eso como dramaturga me gusta convocar a aquello que por falta de bendición de los dioses no sucede en la realidad. Como si fuera una de esas constelaciones familiares que se suceden delante de nuestros ojos y nos quitan la venda que nos impedía ver aquello que durante tanto tiempo nos ha daño. Por persona o personaje interpuesto.
Pero no siempre los enigmas se resuelven. A veces sólo se rodean, se localizan y se formulan. Por eso sigo escribiendo, porque un día me voy a encontrar con la Esfinge y la respuesta no será ‘el hombre’. Tengo que estar preparada. Tanto para resolver el problema como para luego calcular muy bien si debo o no aceptar el premio.
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