THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

miércoles, 10 de febrero de 2010

El perdón, los grandes hombres y la mujer, siempre la mujer


El reparto de comida en Haití se hace prioritariamente a mujeres porque son más responsables que los hombres, pero luego son robadas. Y no sólo eso aporta la información de ‘La Vanguardia’, las mujeres de los campos de desplazados de Haití sufren abusos sexuales y robos de cupones de comida. Clarividente también era el artículo de Rosa Montero en ‘El País’ criticando abiertamente el nuevo plan de los políticos en Afganistán para integrar a los talibanes, los mismos que atacan las escuelas que educan a mujeres y las matan, las someten, las mutilan y las anulan, ¿qué pasa? ¿Ya no se lucha por los derechos humanos de las mujeres? Desde luego no creo que se deba integrar a los talibanes sin imponerles condiciones. El perdón es necesario, de acuerdo, pero no puede ser que eso conlleve a la continuidad de prácticas inaceptables contra una parte de la población.
De perdón habla ‘Invictus’, la última película que se ha estrenado aquí de Clint Eastwood. Había oído hablar de ella como de una película a la cual le falta magistralidad en la narrativa, que acaba cayendo en el clásico biopic, que no es de las grandes del director californiano. Yo habré visto otra película. Es cierto que se trata de una historia que habla de grandes hombres (masculino plural, dos) en un tiempo donde el odio interracial estaba a flor de piel y el cambio de hegemonía en Sudáfrica hacía presagiar lo peor. Y de cómo un hombre sabio, Nelson Mandela, que ha sufrido en sus carnes la represión y el horror durante 27 años (mañana se cumplen años de su liberación) de castigo y prisión, cambia el símbolo de la opresión racial para convertirlo en símbolo de unión nacional. A través del equipo de rugby de los blancos, los Springboks, hermana a blancos y negros. Para ello cuenta con François Pienaar, el capitán del equipo, que comprende a través de la bondad de Mandela, la necesidad de unir a la población sudafricana. Me emocioné mucho. Soy de las que todavía cree que hay gestos que pueden variar las conductas de los hombres y mujeres para el bien de la comunidad.
Pensaba al acabar la película, cuando los títulos de crédito subían bajo el ritmo de la música, que hay perdones mucho más anónimos pero que tienen el mismo valor. Y pensaba en la generosidad de la mujer, maltratada durante siglos y siglos, olvidada, violada, aniquilada, torturada y sin embargo, generosa, continúa amando y perdonando a los herederos de tanto atropello. Por cierto que, de nuevo, la mano derecha de Mandela, es una mujer, al menos es lo que muestra la película.

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