THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

martes, 6 de abril de 2010

Eso es impulso


Soldaron las gafas, sí, pero al verlas me di cuenta de que aquella soldadura no aguantaría.
- Tienen garantía de dos años – me recordó la chica de bata blanca. Siempre me he preguntado por qué en espacios tan asépticos y de tan poco riesgo como una óptica o una farmacia las personas que atienden tras los mostradores llevan esas batas blancas impolutas.
Volví a echarles un vistazo, ni siquiera las habían encajado simétricamente, pero me daba igual, estaba deseando que se rompieran para tener una excusa para comprarme otras. Llevaba puestas las rojas. Si yo pudiera, le acababa de decir a una amiga en el desayuno, tendría una enorme colección y según mi estado de ánimo, así sería el color de mis gafas de ese día. Miré de nuevo a la chica de bata blanca y no lo pensé dos veces.
- ¿A qué hora acabas? – le pregunté
- Cerramos a las nueve
- ¿Te puedo invitar a una cerveza?
La chica de la bata blanca sonrió con la cabeza inclinada hacia el mostrador, en un acto reflejo había vuelto a abrir la funda de las gafas soldadas.
- No te preocupes, si se rompen, te compro otras
- No tenemos comisión
Mientras esperaba la respuesta, me vi reflejada en el cristal de enfrente y me dije a mí misma que no pasaría ni un día más con esos pelos de hippy pordiosera, brillantes gracias a la mascarilla del Condis, pero excesivos en su expresión y largura. O iba a la peluquería o a alguien de mi entorno cualquier día le iba a entrar una vena india y me iba a cortar la cabellera, y con razón.
- A mí no me gustan las chicas, tengo novio – oí que alguien me decía del otro lado de la realidad.
- Mira, hacemos una cosa, te dejo mi número de teléfono y si cambias de opinión, me llamas. Todavía no he hablado de follar – y cuando pronunciaba la efe de ‘follar’ supe que no podría volver a comprar gafas en esa tienda, la cara de la chica de bata blanca se puso roja como el interior de una granada.
Salí de la tienda tan apresuradamente que me comí a una señora con paraguas que entraba en mi cuadro de visión por la izquierda. Sentí el choque en la parte del bolso donde había guardado las gafas y note que algo se quebraba. Lo noté o lo presentí o tal vez lo supuse. No lo sé.
- ¡Chica, a ver si miras por dónde vas! Si es que ya no se sigue ninguna norma de circulación – dijo la mujer que, por cierto, parecía recién salida de una peluquería, con su tinte y su corte marcando una cara con bolsas bajo los ojos y muy maquillada de pote.
Metí la mano en el bolso, cogí la funda de las ‘Purificación García’ negras con patillas blancas y tal y como pasaba por delante de una papelera las tiré con bastante mala leche. Justo el mismo instante en el que el móvil empezó a sonar, pero me dije a mí misma, sea quien sea, que deje mensaje.

3 comentarios:

Estela Rengel dijo...

He llegado a través de otro blog y de momento creo que para quedarme. A blogs que sigo de tirón.

Un saludo.

Morgana dijo...

Já! Buenísimo. Me ha puesto una sonrisa en la boca.

Un saludo!

Laura Freijo Justo dijo...

Bienvenida, Butterflied! Y muchas gracias por comentar. Saludos afectuosos

Morgana, qué bueno despertar una sonrisa con un pequeño relato! Gracias por seguir ahí, al otro lado de la red!