lunes, 5 de abril de 2010
Los ángeles de Charlie, cosa de niñas
Últimamente le he cogido afición a leer los obituarios del diario. Y casi siempre me sorprende la cantidad de gente notable que existe en el mundo, muchos de ellos son personas de las que siempre ignoré su existencia hasta que se murieron, otros y otras hacía tiempo que no existían y de algún modo paradójico su esquela es su resurrección. Ayer el titular era ‘John Forsythe, leyenda de la televisión’, fue la voz de ‘Los ángeles de Charlie’ y el patriarca de ‘Dinastía’. ¡Ha muerto Charlie! El año pasado tuvimos que despedir a Farrath Fawcett, la Jill de ‘Los ángeles…’, ya sólo quedan dos. Cuando yo era pequeña en el patio del colegio jugábamos a las series de televisión y yo siempre me pedía Jill. Cualquiera que me conozca sabe que cualquier parecido físico es fruto de la imaginación enajenada del mirón, es obvio que yo soy más guapa... Y en la gala de los Oscars le hicieron un feo, un feo feo, teniendo en cuenta que fue un icono en los setenta-ochenta y que interpretó a mujeres valientes y atrevidas; se olvidaron de mencionarla en la lista de la muertes del 2009. Los muy memos se excusaron diciendo que prácticamente no había hecho cine. Nada más lejos de la verdad, había trabajado con buenos directores, dícese Alan J. Pakula o Robert Altman, sin ir más lejos. Dios la tenga en su gloria, que nosotras la tenemos en un rinconcito de nuestra infancia.
A veces te encuentras a muertos o muertas que traspasan el obituario y se convierten en reportajes a doble y cuádruple página, con artículos de firma notoria que elevan su memoria al paraíso de lo imborrable, aunque al día siguiente surjan más diarios que entierren a los anteriores, pero durante la edición de ese día son los protagonistas absolutos. Éstos suelen ser nativos del país o próximos en la historia del país. Incluso los muy muy exquisitos repiten espacio al día siguiente con el seguimiento de las pompas fúnebres y fotos de seres queridos o allegados que lloran pudorosamente la muerte del gran hombre, y es que en la mayor parte de los casos suelen ser hombres. Todavía recuerdo aquel domingo de julio de hace ya casi diez años el dolor que me produjo encontrarme en la portada la noticia de que Carmen Martín Gaite había muerto. Sentí la pérdida como propia, había muerto mi escritora favorita, ya nunca más escribiría nada más para mí. Qué pena más grande.
Luego están las muertes anónimas, de esas en los diarios hay mogollón, que si en internacional un atentado en Iraq mata a treinta y tres personas, que si unos soldados alemanes se confunden y se cargan a unos policías afganos, que si los israelíes bombardean de nuevo Gaza en respuesta a un misil casero palestino y matan de refilón a dos niños, que si una niña muere a manos de otra (aquí aparece el nombre de la niña, es que es española), que si aparece el cadáver de la niña secuestrada en México y conmociona a la opinión pública (tipo ‘Madie’, estos casos suelen sacar brillo a la entrega por etapas), que si se suicida un escritor (pobre, otro que sufría mucho) que nos presentan en la noticia y ya se está despidiendo, que si esta Semana Santa han muerto en la carretera no sé cuántas personas, en fin, la lista de muertes y muertos es larga y es que, señores y señoras, morimos.
Ahora de repente me acuerdo de aquella estupenda serie americana, ‘A dos metros bajo tierra’ donde la familia vivía del negocio de las pompas fúnebres y el padre les hablaba desde el otro barrio y pienso que el ser humano acepta muy mal la muerte y es que ésta supone una ruptura en sus planes por trascender, por buscar, del modo que sea, la inmortalidad, aunque para ello tenga incluso que convertirse en depredador y matar a otra persona. No sólo hablo de psicópatas como 'el estrangulador de Boston', démonos un paseo por la mitología griega, ¿acaso Aquiles no era un sanguinario guerrero que pretendía la inmortalidad a través de su rastro de sangre?
Y bien mirado, en la muerte se ve claramente reflejada la clase social a la que pertenecía el muerto o la muerta. Algunos cadáveres consiguen medrar lo que no pudieron en vida, héroes anónimos que de pronto obtienen su espacio en los medios por unos pocos minutos, otros, tipo Cid campeador, ganan batallas después de muertos y la mayoría, desapareceremos bajo la bonita frase polvo eres y en polvo te convertirás.
Nada más, y nada menos.
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2 comentarios:
tan cotidiana la muerte, verdad?? En todas partes que mires se la encuentra, siempre junto a la vida.
Yo, cuando de chica jugaba a los Ángeles de Charlie era la morena más feílla; Jacqueline no, la otra... que no me acuerdo como se llama pero que me acuerdo perfectamente como se reía... y de cómo le quedaban los pantalones. Ja!
Un saludo.
creo que te refieres a Sabrina, Kate Jackson a la que no hace demasiado vi en un pequeño papel en la serie de tele5, serie que me encantaba, por cierto, 'mentes criminales'... ha pasado el tiempo, y tanto! pero qué divertido era ser pequeña y jugar a ser otra tan atrevida y decidida, no?
saludos afectuosos, guapa!
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