THE LESBIAN SISTERS

THE LESBIAN SISTERS
Fotos de Eugenia Gusmerini

martes, 13 de julio de 2010

La metamorfosis


Al despertarme noté unas protuberancias extrañas en la cabeza. Fui a tocármelas pero no pude, miré y me di cuenta de que tenía patas acabadas en pezuñas negras. Rasqué el suelo a ver si salía algo que me ayudara, ya que me daba miedo mirar hacia arriba, me parecía que si miraba hacia el suelo podía tener más control. La paja se separó y salieron algunos excrementos. Me dio un poco de asco pero a mi alrededor mamíferos rumiantes parecían descansar del sofocante calor estirados a sus anchas sobre la paja recién cambiada. Les tenía verdadero respeto a todos esos animales que estirados sobre la paja veían el tiempo pasar, porque si les molestaba seguro la iban a emprender contra mí, la diferente, a cornadas y golpes de cabeza dura, y ni siquiera tenía un capote para defenderme, ni falta que me hacía. Nunca he sido una apasionada de los toros y no iba a empezar a serlo ahora.
De pronto entró un granjero con un caldero de aluminio. Se acercó a mí y me tocó las tetas. ¡Pero bueno, qué es esto, con qué derecho! Bueno, más que tocármelas me las palpó, como buscando algo más que al final yo no tenía. Quise decirle algo y entonces de mis cuerdas vocales salió un mugido enorme que pareció más bien una queja: ¿a quién demonios se le había ocurrido encerrarme con esas vacas amansadas que no protestaban si les tocaban las tetas? ‘Múúúúúúúú’. El granjero se acercó y me acarició en el lomo, muy cerca del culo. Me temía lo peor cuando el hombre dijo algo así como ‘Pinta, estate tranquila que ahora sales al prado, ya sé, ya sé que tienes hambre’. Luego bajó la mano y me la colocó en la barriga y ahí sentí un movimiento dentro de mí que me alarmó. ¡Coño, que hay alguien dentro que se mueve! ¡Qué horror! Supe entonces que estaba embarazada y ni siquiera sabía quién era el padre. ¿Sería el granjero insidioso? Empecé a sospechar que no era quien creía ser y eso me sumergió en un mar de dudas. Había perdido mi personalidad, ahora era otra bien distinta y debía acostumbrarme, pero era tan difícil renunciar a mi pasado como ser humano que no sabía qué hacer, me notaba perdida, pero por otra parte el ser que crecía dentro de mí empezaba a pesarme emocionalmente. Cada vez lo sentía más cercano, más mío.
Salí al prado y corrí al riachuelo, estaba sedienta. Y allí me miré por primera vez desde que me había convertido en vaca. Me vi la naríz, los ojos desbordantes de piedad y esos cuernos que intentaban defenderme de un mundo cruel que amenazaba ya con quitarme a mi hijo y desheredarme de la única cosa mía que en poco tiempo tendría en el mundo.
Los dolores de parto no se los deseo a nadie, me quebraron por dentro y por fuera. El granjero trajo a otro hombre que me metió el brazo por la vagina como si fuera el lugar más cómodo donde estar ese domingo por la mañana. Cuando la cabeza de mi hijo asomó a la vida, ese hombre sacó el brazo y empezó a tirar de él como si me quisiera arrancar las entrañas. Al final mi pequeño becerro salió como impulsado por una ventosa. Lo vi luchar en el suelo para imponerse a la fuerza de la gravedad. Supe entonces que era un luchador. Un varón, un varón. Pero no tenía con quien compartirlo. Las otras vacas ya me habían avisado de cuál seria su destino a partir del sexto o séptimo mes de vida. Tendría hijos para el carnicero de mi amo. Ese granjero que me tocaba las tetas ahora para sacarme parte de la leche que mi hijo no era capaz de mamar.
Detesto a los seres humanos, no tienen sentimientos, no tienen sentido de la compasión, no quieren a nadie excepto a ellos mismos y no siempre, andan divididos en líneas imaginarias que llaman países y se matan entre sí porque creen en divinidades que no existen, luego besan con frenesí trozos de trapo que no significan nada pero en cambio a mí me sacan cada hijo que tengo y luego se lo comen como si tal cosa. Menos mal que cuando ellos mueran nosotras seguiremos aquí y no repetiremos sus mismos errores, porque hay muchos tipos de vacas diferentes pero nosotras nos miramos y enseguida comprendemos nuestro dolor profundo de ser diferentes y a la vez generosas. El ser humano es un desastre, un abusador nato, un egoísta común y un racista natural. Creo que es la primera vez que doy las gracias por ser vaca, adiós humanidad, bienvenida rumiandad.

4 comentarios:

Rosalía Navarro dijo...

¡Que historia más buena para reflejar la sociedad actual! ¿Es tuya Paula? Me ha gustado mucho y tiene muchos elementos dignos de analizar.
Francamente, eres una excelente cuentacuentos.
Un beso wapa.

Laura Freijo Justo dijo...

¡Hola Rosalía! Sí, es mía. Todo lo que se publica en éste blog y en el de 'Pensapoamientos' es mío. Ahora las canciones no están, pero las recuperaremos. Las canciones eran mías (letra) y de Odile (música y voz). ¡Qué guay que hayas disfrutado del cuento! Un besote, ¡guapa!

Anónimo dijo...

Ja,ja,ja...al principio pensé que el tocamientos de tetas iba por una historia sexual pero va y sale una vaca...lo del embarazo parecía que lo vivieras, me lo iba imaginando todo y me entraba angustia por la pobre vaca. Lo de la vagina genial...no me hagas caso Paula, me fijo en los detalles guarrillos para literatura Rosalía...je,je...
Un abrazo majeta.

Laura Freijo Justo dijo...

Le leí a Berta Marsé 'ay, si los animales hablasen' y entonces he decidido convertirme en vaca por un momento...
Me alegra que te divierta!
Un abrazo!