THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

jueves, 20 de enero de 2011

La mujer del cigarrillo


Fumaba un cigarrillo a la puerta de aquel restaurante. Yo volvía de mi paseo nocturno. Al principio no me fijé mucho, pero a medida que avanzaba hacia el restaurante los rasgos de su rostro se iban haciendo más nítidos. La reconocí. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo cuando me paré enfrente de ella. No podía ser.
- Disculpa, te parecerá muy raro, pero anoche soñé contigo
- Suele pasar – dijo ella con una sonrisa irónica, le dio la última calada y tiró la colilla al suelo.
Quise pedirle que esperara, que quería comprobar su nombre, que a lo mejor estaba equivocada, pero la mujer había desaparecido tras la puerta. Y no era cuestión de seguirla hasta allí.
Aquella noche volví a soñar con Alicia. La misma situación pero con distinto final. Alicia me escribía en un papel su número de teléfono. Al despertarme, me puse la bata y al meter la mano en el bolsillo encontré un papel doblado. Era el papelito donde Alicia me había apuntado su teléfono. Desayuné tranquilamente, me tomé tres cafés y cuatro tostadas de mantequilla, la inquietud me abre el apetito. En el sueño no sólo Alicia me gustaba a mí, sino que yo le gustaba a ella.
Durante todo el día estuve ausente. En el despacho, contestaba con evasivas y siempre que podía salía a la terraza para que me diera el aire. A media tarde informé a mi socia de que me iba a casa, que me dolía un poco el estómago y necesitaba reposo. Soy persona de rutinas, así que seguí el mismo camino que hago siempre para volver a casa. Pasé por delante del restaurante pero obviamente Alicia no estaba fumando un cigarrillo, qué absurdo que todo se volviera a repetir.
Al llegar a casa me dije a mí misma que no podía esperar a la noche para volver a verla, tenía que hacer algo. Saqué el papelito de mi cartera y marqué el número.
- ¿Dígame? – reconocí la voz, tanto la de los sueños como la real
- Soy yo, no podía esperar
- Te he dicho mil veces que no me llames a casa, no puedo hablar aquí
- ¿Cuándo nos vemos?
- Ahora es mal momento
- Voy a morir si sigo así
- Ya te llamaré yo, Cris
Alicia colgó el teléfono. Me conocía. Somos amantes, me dije. Nos queremos. Me fui a dormir algo más tranquila a la vez que excitada. En el sueño de aquella noche, Alicia y yo hacíamos el amor en una habitación de hotel de paredes ocres, muy funcional. La pasión la poníamos nosotras. Nos juramos amor eterno y ella me prometió que arreglaría su situación porque ya no podía seguir así por más tiempo. Me desperté echa polvo. La relación con Alicia me estaba matando, no tenía ni un respiro. A todas horas era Alicia, Alicia, Alicia. Al mirar en mi agenda, vi su dirección de correo electrónico apuntada al lado de su teléfono. Decidí escribirle una carta, no podía seguir así, necesitaba sacarla de mi vida.
- No puedo vivir sin ti, Cris, pero ahora no es buen momento, ¿lo entiendes?
- Lo que entiendo es que mi vida es un caos, de día y de noche sólo existes tú y estoy exhausta, no puedo más.
- Te lo compensaré, lo juro, sólo tenemos que esperar un poco
- No quiero verte más Alicia – le dije con firmeza
Se produjo un silencio profundo que rompió un suspiro de Alicia.
- Si eso es lo que quieres… Pero recuerda que siempre vuelves a mí
¿Qué había querido decir con eso de ‘siempre vuelves a mí’?
Aquella noche no soñé con Alicia. Los días que siguieron tampoco. Empezaba a olvidarla. Recuperaba mi vida. Volvía a ser yo. Un día lluvioso, Alicia se plantó en mi despacho para que le llevara su divorcio. Tenía los ojos llorosos, se le notaban las ojeras a pesar del maquillaje y había adelgazado.
- Mi marido estará de acuerdo en todo, lo hemos hablado – me dijo como si no me conociera de nada.
- Disculpe, ¿usted y yo no nos conocemos? – le pregunté al final de la entrevista.
- No lo creo
Alicia salió de la sala con su aire etéreo, dejando tras de sí más de una promesa. Miré por la terraza y pude observar cómo se encendía un cigarrillo y empezaba a caminar perdiéndose entre la gente.

2 comentarios:

Paco Muñoz dijo...

Precioso el relato, con claros tintes de realidad cotidiana. Te felicito, mantiene hasta el final la esperanza de arreglo pero el final es inesperado.

Saludos.

Laura Freijo Justo dijo...

Muchas gracias, Paco. Saludos afectuosos.