THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

martes, 25 de enero de 2011

La visita del ángel


Aquella mañana sentí la vívida necesidad de ver el mar. Bajé caminando hasta la orilla y me senté en la arena. Escuché la música de las olas que mecían mis pensamientos como si cuidaran de ellos, como si esta vez no quisieran que descarrilaran por acantilados inmundos como a veces solía suceder. Era una sonata en fuga alegre ma non tropo. Saqué la libreta y empecé a dibujar la línea del horizonte que siempre me ha parecido una raya con muchas posibilidades. Según la luz del sol, esa mañana era una espiral hermosa que se adentraba en los vericuetos de mis profundidades.
Inmersa en mi creación, no oí cómo alguien se acercaba a mí y, en silencio, sin apenas remover la arena, se sentaba a mi lado. Ni siquiera me sobresalté.
Hola, ¿qué haces? - preguntó una voz a mi lado
Dibujo mis pensamientos, ¿quieres verlos?
No, prefiero escucharlos, si no te importa
Pero esta mañana no tienen mucho sentido, igual no los entiendes
No importa, me gustan las cosas que no llevan a ningún sitio
La miré directamente a los ojos y vi las olas llegando hacia mí reflejarse en su pupila. Me sonrió.
¿Quién eres? - le pregunté sin mayor intención que la que me provocaba una curiosidad aniñada por el momento de luz que acababa de reproducirse sobre su pelo
Soy un ángel, he venido a decirte una cosa, ¿crees que estás preparada?
Nunca se está preparada para recibir un ángel, pero aquella mañana todo tenía un sabor tan original y a la vez tan natural, que pensé que si tenía que aparecer un ángel era el mejor momento para hacerlo. Pude observar que los ángeles no se diferencian demasiado de nosotros los mortales. Básicamente existen dos diferencias: son inmortales y en la barbilla les salen un par de protuberancias parecidas a dos colmillos que los dotan de ese aire sobrenatural que se les presupone. Pero por lo demás, son exactamente iguales que nosotros si bien es cierto que lloran con más facilidad. El ángel miró mis dibujos y al pasar el dedo por la línea del horizonte dijo que había tenido una reminiscencia de cuando había sido mortal y lloró durante un buen rato.
No tengo mucho tiempo – me dijo – Debo ocuparme de una niña que no se encuentra bien y que pronto descubrirá que está a punto de hacer el traspaso, es un caso más importante que el tuyo. Pero como el tuyo siempre lo voy dejando pasar, quería decírtelo ya, y al verte sentada en la playa he sentido la necesidad de hacerlo.
Muchas gracias, ángel – le contesté y es que de pronto me invadió una sensación de agradecimiento que ahora mismo sería incapaz de describir con la misma intensidad.
No debes tenerle miedo al precipicio, al contrario de lo que se piensa, en la caída se abre el paracaídas – y sonrió abiertamente dejando entrever un brillo extraordinario que salía de su garganta.
El ángel me hizo una caricia en la cara pero sólo noté como una brisa maternal en ese gesto. Le devolví la sonrisa y desapareció de la misma manera que había venido, sigilosamente. Me levanté con mucha determinación y caminé hacia el mar sin quitarme ni siquiera los zapatos. El agua estaba muy fría pero enseguida el frío dio paso a la entrega instalándose dentro de mí una certeza de estar haciendo lo que debía que desde que me bañé aquel enero no ha desaparecido. Entendí perfectamente que cuando estás cayendo siempre se abre el paracaídas.
Toqué la línea del horizonte, fue increíble.

4 comentarios:

Elisa Díez dijo...

Wow, increíble es lo que me hacen sentir tus relatos... así una se va a dormir en paz...
Gràcies!

Laura Freijo Justo dijo...

Moltes gràcies, Butaques; i a mi em fa sentir increïble que les meves històries us arribin!

Paco Muñoz dijo...

Precioso Paula, precioso.

Aunque yo conozco a un ángel de la guarda -un chiste- que te dices que muevas las manos como para volar y que no te va a pasar nada, y cuando te caes al suelo desde la altura, dice que para ser un ángel de la Guarda tiene muy mala leche.

Laura Freijo Justo dijo...

:) Gracias, Paco