THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

jueves, 13 de enero de 2011

Ser tortuga


Correr limpia la mente. La libera de desechos. Revoluciona el pensamiento hacia las líneas razonables. Y a través del sudor salen los resquicios de algunas toxinas mentales. Luego la ducha limpia estas toxinas y las conduce con suavidad amable hacia el desagüe del olvido. Reencontrar viejas rutas rodeadas de árboles reconforta.
Todavía anochece pronto. Me preparo por si acaso, llevo la linterna en el bolso. Por si encuentro algún tesoro oculto. Nunca se sabe. Está claro que la vida es tan inquietante como mágica, y a veces las dos cosas. Otros corredores se cruzan conmigo. Superado cierto punto, el cansancio se sube a la espalda como un niño que juega a caballito y no se da cuenta de que pesa.
Pero no corro exactamente. Cuando caliento, corro a ritmo de tortuga y siendo tortuga tengo un sueño. Sueño que llego. No sé cómo, pero lo hago. Y de pronto la meta es un lugar enorme en el que sacar la mesa plegable, las sillas, la comida preparada y compartir con los amigos y las amigas el camino realizado. Me doy cuenta de que a partir de ahora voy a pergeñar sueños realizables. Las verdades pueden esperar.
Qué lindo reencuentro, que diría Piolín, con su lindo gatito.
En realidad nunca he querido ser liebre. Cuando mi papá me llevaba al canódromo sufría mucho, había algunos galgos que las atrapaban. Demasiada presión, se espera demasiado de las liebres. Las tortugas no huyen, caminan. Además las tortugas saben nadar y están aprendiendo a volar.
Eso es, no huir, sólo hacer camino.
Y nadar.
Y volar, sin romperse la crisma.

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