THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

sábado, 15 de octubre de 2011

Estamos vivos, nos preocupa el mundo, lo demostramos: ¿hay alguien ahí?


Cuanto menos me gusta la realidad, más aumento el consumo de ficción. Siempre ha sido así. Con la diferencia que hasta hace unos años me preocupaba más mi realidad personal y de un tiempo a esta parte ha aumentado mi radio de acción y mi preocupación se extiende hacia la deriva global. En algún momento perdí la óptica de mi optimismo natural y se instaló en mi juicio una duda permanente hacia nuestro progreso como sociedades en general, y como ser humano, en particular.
Aún así, quiero congratularme por el Premio Nobel de Literatura de este año que ha recaído en un poeta sueco llamado Tomas Tranströmer y que, según contaba el diario el otro día, es un personaje muy conocido en Suecia y ya ha estado traducido a múltiples idiomas. 'Cansado de todos los que llegan con palabras, palabras, pero no lenguaje,/ salgo hacia la isla cubierta de nieve. Todo lo que es salvaje no tiene palabras', T. Tranströmer. En cuanto al Premio Nobel de la Paz, este año compartido entre la primera presidenta de Liberia y del continente africano, Ellen Johnson Sirleaf, una activista en pro de los derechos humanos y la igualdad de este país, Leymah Gbowee y una destacada protagonista y activista de la revuelta yemení, Tawa Kkul Karman, me siento en la obligación de alegrarme, sobre todo sabiendo que se trata de símbolos que pueden encabezar una mejora de la situación de la mujer en los países árabes y/o africanos (muchos de ellos, islámicos) y mejor reconocer su labor que no reconocerla, pero me pregunto hasta qué punto son casos aislados cuyo reconocimiento no va a mejorar la marginación social y política que sufren las mujeres que viven en estos países. Y cuando hablo de estos países incluyo, por ejemplo, a Arabia Saudí, que me parece un caso flagrante de la hipocresía occidental. Un país en el que algunos imanes siguen alentando a los hombres a casarse con niñas y que establece la segregación de sexos legalmente en detrimento de la mujer; entre otras muchas cosas, la mujer no puede votar. Si somos honestos, a Arabia Saudí no le hace falta la represión policial porque ya la tiene establecida desde la ley. Pero nadie dice nada y nos dedicamos, ojo, no sin razón, a acribillar al bocazas y opresor radical Admadineyad que sigue arremetiendo directamente contra los disidentes o contra, simplemente, aquellos que hacen sombra a su mandato. Pero también hay que destacar -todo se olvida tan rápido- que el pueblo iraní en las últimas elecciones -en las que por cierto, la mujer sí puede votar e incluso la del opositor moderado Musaví, maestra, hizo campaña con su marido subiéndose al púlpito, impensable en Arabia Saudí o Qatar, por citar algunos de nuestros amigos- demostró corage, valentía y arrojo al denunciar el tongo de las urnas en las calles donde durante días fueron brutalmente reprimidos. Según Azar Nafisi, escritora y activista iraní, 'la presencia o la exclusión de las mujeres en los círculos y los centros de decisión es es la prueba de una democracia auténtica'. Ni Arabia Saudí ni Irán cumplen este principio, pero mientras a los jeques totalitarios de Arabia se los recibe como amigos íntimos constantemente se olvida que la clave de todo este torrado sigue siendo Irán, el pueblo de Irán, un país cuya cultura, muy a pesar de su presidente, sobrevive paralela al régimen y las múltiples detenciones que inflige a las capas pensantes de su sociedad, tanto hombres como mujeres. La misma Azar Nafisi observa con afilada aguja que 'en Irán se muere por leer a Max Weber y en EEUU se cierran los departamentos de humanidades y se reducen los beneficios sociales'. Aún así, seguimos siendo las democracias ejemplo a seguir; por otra parte, tampoco conocemos nada mejor aunque cabe esperar, visto lo visto, que sí conoceremos algo peor.
Si hay sociedades cuyas leyes están enfermas y reprimen sin ton ni son a su ciudadanía, robándoles el derecho a pensar libremente, que es realmente el único sitio donde podemos ser libres, me refiero por supuesto al cerebro, nuestras sociedades manifiestan una tendencia preocupante en cuanto a sus cerebros. El lunes pasado se celebró el día mundial de la Salud Mental y la estadística, esa prostituta manipulable por políticos, economistas y demás órdenes de adorar, insiste que una de cada cuatro personas sufrirá algún tipo de trastorno mental a lo largo de su vida, suscribe el Departament de Salut de Catalunya, pero perfectamente podría hablar la comisión de salud de la Unión Europea. No hace mucho leí estas mismas cifras refiriéndose a la sociedad occidental. ¿Será que empezamos a ser demasiado conscientes de lo que somos y no podemos soportarlo? Todo esto en medio de recortes y más recortes en la sanidad pública. Sin citar el nombre, puedo decir que tengo una amiga que se dedica desde siempre a la salud mental pública y que un día cercano al inicio de los recortes me dijo 'volvemos a la receta con pastilla y a tu casa', cuando a poco que conozcas algún caso, se sabe de sobra que la cobertura que necesita un paciente que sufre algún tipo de trastorno mental debe ser mucho más amplia para poder conseguir una mejora de su estado. Algunas son patologías crónicas, otras se curan pero todas deben tener la misma cobertura en positivo, poniendo como objetivo básico la mejora de la calidad de vida del paciente. Aunque oído lo oído en 'el cinquè tertulià' d' 'Els matíns' de TV3 el viernes por la mañana, una empieza a espantarse ante la falta de empatía que ya estamos demostrando unos con otros. La tal quinta tertuliana es la llamada telefónica que entra en antena hacia el final de la tertulia política del magazine diario de la cadena autonómica catalana, lo digo para aquellos que no hayan tenido la oportunidad de verlo nunca. Pues bien, esta quinta tertuliana se quejaba de por qué un hospital público había intervenido a un anciano de 99 años y le había puesto un marcapasos cuando es evidente que a esa edad no va a durar mucho por lo que con unas simples curas paliativas hasta que la palmara sería suficiente y se ahorraría más dinero. No digo más, ahí queda eso.
Sin embargo, nuestro mundo es otro y llora sentidamente ante la noticia -por interés demostrado en las redes sociales y los medios de comunicación que le dedicaron suplementos enteros (vease las páginas salmón de 'El País' del domingo pasado)- más importante de los últimos días: la muerte de Steve Jacobs. Quiero mostrar aquí mi total, absoluta y congelada estulticia que la muerte de este señor, al que no tenía el placer de conocer ni tan solo a través de sus productos, me ha provocado. No soy capaz de ver el alcance. A lo mejor es que nunca me han parecido sanas las imágenes de los fans llorando por la muerte de su ídolo. Ahí lo dejo.
Por lo que a mí respecta, me apropio de una confesión de Kafka: 'escribiré a pesar de todo, indefectiblemente; es mi lucha por la supervivencia'. Y una segunda confesión, esta vez mía: aún a pesar del cinismo que se apodera de nuestros mandatarios (los del dinero y los de la política) sigo creyendo en una idea de Europa como defensa de unos valores universales democráticos que respetan la igualdad y los derechos humanos. Aunque parece que a alguien, de 'nuestro mundo', por supuesto, le molesta esta idea y se ha empeñado en hundirnos económicamente y, por extensión, moralmente. Mantengamos al menos la libertad de pensamiento intacta, que no nos la colonialicen.
15 O, estamos vivos, nos preocupa el mundo, lo demostramos: ¿hay alguien ahí?

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