THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

sábado, 5 de noviembre de 2011

No somos nadie


Vaya por delante que no puedo decir que no me gustan los programas que se dedican a eso que  algunos han etiquetado como 'televisión basura'. Puedo escudarme en diversas razones, todas ellas con argumentos persuasivos, pero la principal, la que se impone, es '¿quién soy yo para juzgar a personas que abren sus sentimientos a una gran capa de la población y que de algún modo influyen en la moral colectiva, normalmente en forma de compasión compartida?' Eso no impide que ante ciertas derivas coja el mando a distancia y cambie de canal según si el contenido me parece que afecta a mi tope permitido. Pero plantear ciertas superioridades éticas, a veces demagogas, y en su mayoría con cierto tufo de soberbia por parte de quienes las defienden, me parece que no van solo en contra de quien plantea este tipo de programas sino que afecta a aquellas personas que a veces deciden verlos y no siempre se corresponden con el perfil que se les adjudica 'a priori' y si se corresponde no por ello despreciables. ¿Que la tele tiene también una función pedagógica? Por supuesto. ¿Que la tele es responsable de sus contenidos y de procurar que el nivel cultural e intelectual aumente en la población? Por supuesto. ¿Que este tipo de programas que admito ver a veces ofrecen carnaza? Por supuesto. Pero en la viña del Señor debe haber de todo para que la ciudadanía pueda escoger libremente. Tengo varios amigos que solo hacen uso de la televisión para ver películas y series que les interesan. ¡Chapeau! Cada uno hace lo que quiere. Dicho esto, también confieso abiertamente que del mismo modo que anoche vi gran parte de la entrevista de 'Sálvame Deluxe' a Romina Power, después de regresar del estreno de 'Mein Kapital' en el Tantarantana, montaje en el que participaba con una más que interesante escena mi amigo y excelente dramaturgo Albert Tola que, además creo recordar, cargaba contra los medios de comunicación -en concreto contra la tele- que viven en connivencia con el poder establecido, tanto económico como político, también cambié de canal cuando el sábado pasado en 'La Noria' se entrevistaba a la madre de uno de los supuestos culpables de la muerte de la chica sevillana Marta del Castillo. Porque el tope de hasta donde llegan tu gusto o tragaderas, según se mire, está en tu mando a distancia. Por cierto que ha habido tres marcas anunciantes que han decidido retirar sus spots del espacio que ocupa 'La Noria' en Tele 5 los sábados por la noche. Sinceramente, no sé cómo tomármelo, no porque carguen contra el buen gusto del programa sino porque por esa regla de tres tal vez hubieran debido retirarlos tiempo atrás, motivos se podrían encontrar seguro. Y dicho esto, seguramente volveré a ver 'La Noria' cuando los temas que platee me llamen la atención y no vuelvan a sobrepasar mi tope. No olvidemos que por ese programa, entre otros, han pasado José Blanco, Artur Mas, José Montilla, Alicia Sánchez Camacho, Tomás Gómez y algunos otros políticos, periodistas y actores y actrices de notable trayectoria. 
Pero a destacar también del montaje de los ocho autores y autoras españoles contemporáneos que firman 'Mein Kapital' en el Tantarantana la espléndida, contundente y 'kafkiana' escena de Helena Tornero plateando la suerte de esa chica cauta a la vez que extrañada en su primer día de trabajo mientras en la calle se manifiestan los pobres y desgraciados parados que no tienen donde caerse muertos. De entre el reparto brilla con luz propia una actriz: Teresa Urroz, esa gran todo terreno que admiro profundamente y que le pongan lo que le pongan, drama, comedia, tragedia o lo que sea, siempre está sobresaliente; además de haber dado muestras de su habilidad para la dirección y textos propios en otros de sus trabajos. Ya digo, una todo terreno total.
Y luego me apetece dedicar unas líneas a ese eterno dilema sobre si los personajes famosos que representan modelos a seguir en la sociedad de masas en la que vivimos, son o no hipócritas cuando viajan a países del Tercer Mundo en misión humanitaria o en representación de la ONU mientras pagan suites de 5.000 euros en el Festival de Cannes o se compran bolsos de Gucci por 1500 euracos. O, para ir al grano de la actualidad, cuando Pep Guardiola, figura prácticamente institucional en Catalunya, después de ser la imagen del Banc de Sabadell y no conceder ninguna entrevista mientras participa en un documental italiano y hace unas declaraciones que pensaba le iban a respetar en el 'off', ahora se encadena a un tronco delante del cine Alexandra de Barcelona que programará el documental 'Los olvidados de los olvidados', en el que se refleja qué pasa con los enfermos mentales en un continente tan pobre y tan castigado como el africano. Mi respuesta es bien sencilla: no me importa que haya una doble moral, el caso es que su imagen, que es referente para tanta gente, se utilice con un fin de visibilidad para personas que viven en los márgenes olvidados, lastrados y defenestrados de nuestra supuesta humanidad. Mejor que lo hagan que no que no lo hagan. Otro clásico,¿se puede ser de izquierdas y tener millones de dólares o de euros en el banco? Pues sí. Siempre y cuando seas coherente, contrates correctamente a tus trabajadores, les concedas todos los derechos que se merecen, los trates bien en las relaciones diarias laborales -imprescindible- y te atengas a los preceptos políticos y sociales que supuestamente defiendes. ¿Que esto no siempre pasa? Seguro que no. ¿Que izquierda y derecha son ya dos borrones de unas ideologías que van a la baja y pronto serán saldo de mercadillo? Pues sí. ¿Que en Europa la derecha proporciona unos derechos sociales y en favor de su cultura que lo flipas? Pues sí, veáse Alemania y obsérvese Francia, sin ir más lejos. Pero está bien que un tipo podrido de dinero como el creador de Windows se manifieste a favor del pago de las transacciones bancarias que defienden Sarkozy y Merkel, o sea, Europa, y que además dedique gran parte de sus beneficios a obra social. Creo que a la gente que tiene pasta le ha llegado el momento de que demuestre su solidaridad con la gente que lo está pasando mal. Ahí se vería quienes son los 'ricos que también lloran' y los que no tienen ningún tipo de escrúpulos a la hora de mantener un vínculo nulo con los que sufren. ¿Se puede decir que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y hemos gastado veinte cuando solo disponíamos de tres? Por supuesto. Pero, ¿quienes nos regalaban los créditos? ¿Quienes nos inducían al consumo de dinero inexistente? Digamos que hay responsabilidad compartida en estos dos jugadores de la baraja. Puedo decir que me salvé de este consumo desaforado por una cuestión de educación: mis padres son gallegos y jamás han comprado nada que no pudieran pagar en su totalidad, al contado. Así que tenemos muy poco pero todo nuestro y ninguna deuda. ¿Contribuye esta educación a que me sienta con superioridad moral, como he escuchado ya en más de una ocasión en los medios, para acusar de inconsciencia y culpabilidad a las capas de la sociedad que, confiadas, se lanzaron al vacío de la deuda eterna? Pues no, ni mucho menos, porque aquí uno deberíamos ser todos.
Vivimos en un mundo de contradicciones terribles, en el que las cosas son de color café con leche, y eso cuando el color se hace reconocible, porque empiezan a aparecer nuevos colores a los que el ojo humano le resulta difícil registrar y, más aún, poner nombre. La leyes no son infalibles, sean leyes establecidas por la política o leyes consuetudinarias que se aprenden sin querer a medida que vamos creciendo, ese tipo de leyes que no ha escrito nadie pero que cada uno comprueba día a día. Y sí, se necesitan nuevas leyes, pero leyes que provengan de la conciencia. Puede que no sea necesario registrarlas todas constitucionalmente, legislarlas de manera tradicional, muchas deberían ir instalándose en el imaginario colectivo como consecuencia de una moral compasiva, humanitaria y re-evolucionadora. De manera que no hicieran falta intervenciones armadas que generan tanta sangre, tanta desgracia y tanta víctima dispuesta después a convertirse en verdugo.
Sí, ya sé que me voy de unas a otras y que esto es el cuento de nunca acabar que diría mi querida y añorada Carmen Martín Gaite, Dios la tenga en su gloria. Pero no me hagáis mucho caso, haceos caso a vosotros mismos. Al fin y al cabo, ¿quién demonios soy yo? Si es que no somos nadie.

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