THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

jueves, 12 de enero de 2012

Los viejos afectos nunca mueren



Reencontrarse con los viejos, buenos y sabios amigos siempre es un placer aunque la mella del pesimismo asome en sus sienes y tú desees decirle, como a los niños, no te preocupes, todo va a ir bien, porque todavía conservas cierta esperanza naïf y no puedes dejar de creer; pero callas y escuchas. Los lazos del afecto y las admiraciones intelectuales, haya o no discrepancias, hace tanto que se sedimentaron en la memoria de la relación que ni siquiera afirmaciones del calibre 'vivimos el ocaso de la democracia' menguan este amor amigo.
Como mi amigo vive fuera de Barcelona y es un hombre ciertamente ocupado, nos vemos poco y nos queremos mucho. Luego también está el vínculo de los ancestros: los gallegos tenemos un especial imán sentimental por otros gallegos. Puntualizo: no por todos, pero sí por muchos. 'No sé adónde vamos a ir a parar, pero no creo que sea mejor. La vieja democracia, tal y como la entendíamos hasta ahora, agoniza'. Y está enfandado. Defraudado.
Cuando te reencuentras con una amigo que vive no solo en la actualidad, en las relaciones de pareja, en las de familia y en esto que llamamos vulgarmente realidad, también sueles contarte las lecturas, los autores o las autoras descubiertas, las películas, todas aquellas cosas que, aparentemente inexistentes, tienen una vital importancia para nuestra nutrición, no digo intelectual, que me parece pretencioso, sino de pura sanidad del alma, que más que pretencioso es elitista, es cierto. 'Somos lo que leemos', afirma mi amigo y eso recompensa todas mis locuras imaginarias de letras, diálogos nunca dichos y poemas escritos en la oscuridad de una libreta de metro. Y mi amigo luego lo enlazará con una apreciación brutal, de bisturí, 'estos políticos que tenemos ahora no leen nada, ¡pero nada! El presidente, por ejemplo, solo lee los informes del partido, ¡lo ha dicho él mismo!'.
Mi amigo, al que muchas veces miro desde dentro con una mezcla de admiración, cariño y discrepancia, se lanza al fatalismo de la aceptación relativa de aquél que después de hablar conmigo se plantará en una buena mesa, elegirá un par de platos con enjundia gastronómica y beberá tres copas de vino exquisito antes de volver a plantearse si quizás debiera empezar un nuevo régimen. Sí, se lanza al fatalismo tranquilo del que da por perdida la chica pero va a intentar seguirla pasando bien, y remata su disgustado discurso: 'No hay ni un solo político con talento en el panorama. Me duele decirlo, pero no voy a votar en las próximas'.
De regreso a casa, la libreta de metro asoma perniciosa y pide paso con las reminiscencias de la conversación, con esos hilos que enredan otras madejas. Me permito la licencia de compartir mi lirismo metroferroviario con vosotros, amigos y amigas, que me leéis en vuestras pantallas y cuyo rostro, nombre, historia y verbo desconozco pero que me acompañáis con vuestra lectura anónima y, de este modo absurdo que nos ha proporcionado la red, me reconforta, virtualmente hablando.
'Hubo un tiempo en que los hombres estuvieron cerca de los dioses y en el que los dioses confiaban en los hombres y los amaban. Esos tiempos lejanos aún los recuerda la poesía, porque como escribió Hölderlin, son las cosas de los poetas las que quedan, las que permanecen. También hubo un tiempo, según cuentan las leyendas y la historia popular, en el que los sabios gobernaban la tierra, el pensamiento original era posible y el futuro no se parecía a una habitación de urgencias en la que el paciente se debate entre la vida y la muerte cada día, a todas horas, sin consciencia de la transcendencia que tiene para todos su supervivencia; su vida, su propia vida.
Sí, hubo un tiempo en que fuimos mejores, eso dicen, pero yo todavía no lo recuerdo y cada noche me duermo en paz con los párpados de mi alma en línea recta con mi corazón. Y al despertarme miro a mi alrededor, me palpo el pecho y me alegro de que el latido de mi esperanza, cara oculta de mi conciencia, conserve al menos su arritmia, su atípico voltaje. Quién sabe si en uno de estos amaneceres nos reconciliamos con la justicia poética y volvemos a acercarnos a eso que dicen que fuimos. O que pudimos ser. Tantas expectativas se pone en el ser humano, que es fácil truncar el camino.'
Pero no me hagáis mucho caso, seguíos a vosotros mismos o a quien consideréis con la sabiduría suficiente para alumbraros. Y recordad que la luz sin sombra no tiene sentido.
P/D. En medio de la vorágine económica nos irán metiendo goles estúpidos, de esos en el que el portero, en un resbalón o en una confianza prepotente, le entrega la pelota al delantero que venía de fuera del campo y como una exhalación enchufa el cuero al fondo de la red: ¿qué pasa con la central nuclear de Garoña? El anterior gobierno la clausuraba -con toda la dificultad que eso comporta- en el 2013. El PP está pidiendo informes -favorables, imagino- para poder alargar su vida activa hasta el 2019. To be continued. 

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