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¿Sabes cuál es la emoción más fuerte? - lanza Diane en la Rambla
de Poble Nou, tras varios meses sin vernos
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El amor – contesto, como salida de un manual barato de
sentimentalismo en cuatro pasos sencillos
- El
miedo – Santiago cierra España, le sale la vena vallisoletana
cuando con esos ojos oscuros muestra su desacuerdo a la vez que la coincidencia con su propia sentencia. Diane sigue teniendo esa cualidad innata de los seres
inteligentes: es capaz de mantenerse firme en dos posiciones
antagónicas sin por ello perder un ápice de equilibrio o
credibilidad. Lo ha dicho Punset – añade sin pestañear.
Ah,
si lo ha dicho Punset, me quedo más tranquila, pienso. Tiene su
lógica. Pero no pasa así en las películas de terror, al contrario,
todas las protagonistas -pues acostumbra a ser la mujer la que se
enfrenta con el monstruo, ¿tendrá eso algún significado oculto
relacionado con el inconsciente?- corren hacia la boca del lobo, porque
todas quieren saber, cual mujer de Lot volviéndose hacia la ciudad destruida por Dios; cuando Jamie Lee Curtis se adentra por el
pasillo para ver qué pasa, qué es ese ruido, no tiene en cuenta que
lo más normal es que salga Michael Myers y se la quiera ventilar,
como ya ha hecho con tres cuartas partes del personal en Halloween de
John Carpenter, por poner un ejemplo clásico. Aunque mi preferida ahora es Naomi Watts en The Ring. La
protagonista acude a su cita con el terror a sabiendas de lo que se juega -normalmente las otras
no saben, van a ciegas- y va por amor a su hijo, lo cual desmonta la
afirmación de Punset. El amor de madre puede con el miedo. A lo
mejor, el miedo solo puede con el amor de pareja, no así con el del
cordón umbilical.
Los
que parecen no tener miedo a nada son esos tipos y tipas que se han
dedicado a manejar millones como si condujeran smarts en un circuito
de cars para criaturas de menos de doce años. Pero no es este un
deporte que practique la élite política y económica de este país
de países llamado España, por el momento. Esta es una práctica que
en mayor o menor medida ha picado desde el más mindundi al más
altundi. ¿Quién no ha escaqueado algún IVA? ¿Quién no ha tuneado
alguna cuenta para que cuadrara? ¿Quién no ha aceptado no sé qué
artimaña pseudo-legal para eludir pagar unos cuantos euros más a
Hacienda? ¿Quién no ha utilizado el teléfono o el móvil de la
empresa con fines privados? Lo intachable no existe y menos en un
país donde la picaresca es un deporte. Y no pongo más ejemplos
porque de sobras sabemos que quien más quien menos ha hecho sus
minúsculos, pequeños, medianos o grandes movimientos. Tanto en la
empresa pública como en la privada. La cuestión es la honestidad y eso es un valor y los valores se enseñan en educación y el sistema educativo corre peligro, como corre peligro la sanidad, la cultura y la justicia independiente. Y
es esta una gran oportunidad de ser conscientes y de actuar en
consecuencia intentando cambiar esos patrones: 'como fulanito roba,
pues ala, yo también'. Puede que nuestros niveles de corrupción no
lleguen a los de otros países del globo donde el descaro de la mordida, por
ejemplo, es espatarrante, pero al tiempo, si el nivel de vida sigue
cayendo en picado y las personas no pueden vivir con sueldos dignos,
démonos un margen y veremos de lo que somos capaces. ¿Esta
argumentación que uso sirve para justificar los sobresueldos o la
contabilidad B del Partido Popular, por poner el caso que está en
boca de todos? Ni mucho menos. Rajoy sale en el Senado y dice: 'No me
considero culpable, no pienso dimitir'. ¡Cómo nos traicionan las
palabras! El hecho de 'no considerarse' no quiere decir que 'no lo
sea'. Ser y considerarse, he ahí la cuestión. Como cuando Zapatero
hablaba y en lugar del 'ser' utilizaba el 'representar'. Hemos pasado
de la representación a la consideración pero el ser sigue perdido
en el tiempo y en el espacio, porque el ser somos todos y todas.
Desde luego que una dimisión por corrupción en un país como España
que todavía aspira a aprobar con un sufi pelado en el viejo sistema
sería un desastre, pero a veces los desastres vienen muy bien para
que nazcan nuevos estatus, nuevas formas, nuevos caminos que de otro modo seríamos incapaces de ver. Quién sabe si así dejaremos de
considerarnos o de representarnos y volveremos a ser.
De
entre los subgéneros de Terror, mis preferidas son las de vampiros y
las de zombis. Así que después de casi un año sin adentrarme en
la libre inmensidad de la sala oscura, salgo de casa directa a los
Icària para consumir con vorágine desaforada War World Z. Y, o me he
vuelto condescendiente, o hacía milenios que no pisaba una sala de
cine o la adrenalina que me movió fue tanta que me lo pasé en
grande. De tal manera que he añadido a mi reducida lista de hombres actores que pueden salvar el mundo a Brad Pitt. Antes tenía a Bruce Willis y
Russell Crowe. Si bien son héroes de signo muy diferente. Bruce
Willis salva el mundo sin inmutarse, sin pestañear, como si con él
no fuera el sacrificio: si hay que morir se muere. Russell Crowe lo
hace desde el hombre bueno que lleva dentro, desde ese Gary Cooper
que tan bien trabaja en algunas películas. Ahora hay que añadir la
melancolía que desprende el héroe totalitario que ilustra Brad
Pitt en un mundo asolado por una plaga que nadie sabe cómo detener. Un héroe a la contra, que no quiere abandonar a su familia, que no quiere
ser héroe, que solo es un pequeño hombre a disposición de los
grandes elementos incontrolables de la naturaleza y la perversión del ser
humano, pero que llegado el momento no dudará a la hora de enfrentar
su destino. Como así lo demuestra su Gerry Lane en esta estupenda superproducción de zombis.
Hay
tantas cosas y tanta gente que dan miedo, que mejor superarlo,
engullirlo y luego desecharlo por las cañerías del water para que
se pierda en los océanos de la pureza de sal y agua que todavía nos rodea. El miedo
solo sirve para paralizar, detener, bloquear y contagiar a otros y a otras que carecen de ese gen o que un día lograron deshacerse de él para emprender algo más genuino, no exento de dificultades, pero sí de edulcorantes impropios de lo natural.
Pero
ya sabéis, hacedle caso a quien consideréis oportuno, a quien
creáis con autoridad moral, a aquellos o aquellas que os aporten
originalidad o sensatez o conciencia o descanso o alegría o lo que
os siente bien. Porque lo que es yo escribo a veces a golpe de
teclado y ya se sabe que los golpes solo son buenos en el golf y
cuando están bajo par.
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