THE LESBIAN SISTERS

THE LESBIAN SISTERS
Fotos de Eugenia Gusmerini

martes, 6 de agosto de 2013

Con y sin miedo


    - ¿Sabes cuál es la emoción más fuerte? - lanza Diane en la Rambla de Poble Nou, tras varios meses sin vernos

    - El amor – contesto, como salida de un manual barato de sentimentalismo en cuatro pasos sencillos

    - El miedo – Santiago cierra España, le sale la vena vallisoletana cuando con esos ojos oscuros muestra su desacuerdo a la vez que la coincidencia con su propia sentencia. Diane sigue teniendo esa cualidad innata de los seres inteligentes: es capaz de mantenerse firme en dos posiciones antagónicas sin por ello perder un ápice de equilibrio o credibilidad. Lo ha dicho Punset – añade sin pestañear.
Ah, si lo ha dicho Punset, me quedo más tranquila, pienso. Tiene su lógica. Pero no pasa así en las películas de terror, al contrario, todas las protagonistas -pues acostumbra a ser la mujer la que se enfrenta con el monstruo, ¿tendrá eso algún significado oculto relacionado con el inconsciente?- corren hacia la boca del lobo, porque todas quieren saber, cual mujer de Lot volviéndose hacia la ciudad destruida por Dios; cuando Jamie Lee Curtis se adentra por el pasillo para ver qué pasa, qué es ese ruido, no tiene en cuenta que lo más normal es que salga Michael Myers y se la quiera ventilar, como ya ha hecho con tres cuartas partes del personal en Halloween de John Carpenter, por poner un ejemplo clásico. Aunque mi preferida ahora es Naomi Watts en The Ring. La protagonista acude a su cita con el terror a sabiendas de lo que se juega -normalmente las otras no saben, van a ciegas- y va por amor a su hijo, lo cual desmonta la afirmación de Punset. El amor de madre puede con el miedo. A lo mejor, el miedo solo puede con el amor de pareja, no así con el del cordón umbilical.
Los que parecen no tener miedo a nada son esos tipos y tipas que se han dedicado a manejar millones como si condujeran smarts en un circuito de cars para criaturas de menos de doce años. Pero no es este un deporte que practique la élite política y económica de este país de países llamado España, por el momento. Esta es una práctica que en mayor o menor medida ha picado desde el más mindundi al más altundi. ¿Quién no ha escaqueado algún IVA? ¿Quién no ha tuneado alguna cuenta para que cuadrara? ¿Quién no ha aceptado no sé qué artimaña pseudo-legal para eludir pagar unos cuantos euros más a Hacienda? ¿Quién no ha utilizado el teléfono o el móvil de la empresa con fines privados? Lo intachable no existe y menos en un país donde la picaresca es un deporte. Y no pongo más ejemplos porque de sobras sabemos que quien más quien menos ha hecho sus minúsculos, pequeños, medianos o grandes movimientos. Tanto en la empresa pública como en la privada. La cuestión es la honestidad y eso es un valor y los valores se enseñan en educación y el sistema educativo corre peligro, como corre peligro la sanidad, la cultura y la justicia independiente. Y es esta una gran oportunidad de ser conscientes y de actuar en consecuencia intentando cambiar esos patrones: 'como fulanito roba, pues ala, yo también'. Puede que nuestros niveles de corrupción no lleguen a los de otros países del globo donde el descaro de la mordida, por ejemplo, es espatarrante, pero al tiempo, si el nivel de vida sigue cayendo en picado y las personas no pueden vivir con sueldos dignos, démonos un margen y veremos de lo que somos capaces. ¿Esta argumentación que uso sirve para justificar los sobresueldos o la contabilidad B del Partido Popular, por poner el caso que está en boca de todos? Ni mucho menos. Rajoy sale en el Senado y dice: 'No me considero culpable, no pienso dimitir'. ¡Cómo nos traicionan las palabras! El hecho de 'no considerarse' no quiere decir que 'no lo sea'. Ser y considerarse, he ahí la cuestión. Como cuando Zapatero hablaba y en lugar del 'ser' utilizaba el 'representar'. Hemos pasado de la representación a la consideración pero el ser sigue perdido en el tiempo y en el espacio, porque el ser somos todos y todas. Desde luego que una dimisión por corrupción en un país como España que todavía aspira a aprobar con un sufi pelado en el viejo sistema sería un desastre, pero a veces los desastres vienen muy bien para que nazcan nuevos estatus, nuevas formas, nuevos caminos que de otro modo seríamos incapaces de ver. Quién sabe si así dejaremos de considerarnos o de representarnos y volveremos a ser.
De entre los subgéneros de Terror, mis preferidas son las de vampiros y las de zombis. Así que después de casi un año sin adentrarme en la libre inmensidad de la sala oscura, salgo de casa directa a los Icària para consumir con vorágine desaforada War World Z. Y, o me he vuelto condescendiente, o hacía milenios que no pisaba una sala de cine o la adrenalina que me movió fue tanta que me lo pasé en grande. De tal manera que he añadido a mi reducida lista de hombres actores que pueden salvar el mundo a Brad Pitt. Antes tenía a Bruce Willis y Russell Crowe. Si bien son héroes de signo muy diferente. Bruce Willis salva el mundo sin inmutarse, sin pestañear, como si con él no fuera el sacrificio: si hay que morir se muere. Russell Crowe lo hace desde el hombre bueno que lleva dentro, desde ese Gary Cooper que tan bien trabaja en algunas películas. Ahora hay que añadir la melancolía que desprende el héroe totalitario que ilustra Brad Pitt en un mundo asolado por una plaga que nadie sabe cómo detener. Un héroe a la contra, que no quiere abandonar a su familia, que no quiere ser héroe, que solo es un pequeño hombre a disposición de los grandes elementos incontrolables de la naturaleza y la perversión del ser humano, pero que llegado el momento no dudará a la hora de enfrentar su destino. Como así lo demuestra su Gerry Lane en esta estupenda superproducción de zombis.
Hay tantas cosas y tanta gente que dan miedo, que mejor superarlo, engullirlo y luego desecharlo por las cañerías del water para que se pierda en los océanos de la pureza de sal y agua que todavía nos rodea. El miedo solo sirve para paralizar, detener, bloquear y contagiar a otros y a otras que carecen de ese gen o que un día lograron deshacerse de él para emprender algo más genuino, no exento de dificultades, pero sí de edulcorantes impropios de lo natural. 
Pero ya sabéis, hacedle caso a quien consideréis oportuno, a quien creáis con autoridad moral, a aquellos o aquellas que os aporten originalidad o sensatez o conciencia o descanso o alegría o lo que os siente bien. Porque lo que es yo escribo a veces a golpe de teclado y ya se sabe que los golpes solo son buenos en el golf y cuando están bajo par.


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