THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

viernes, 21 de julio de 2017

La sonrisa cómplice de una lágrima amiga



En los días de verano grises, se ve más claro que la derrota siempre llega.
Nunca hay vencedores. Siempre vencidos. El éxito no existe. Tal vez la fama. Por eso se sigue cotizando tanto, aunque solo sea por unos minutos. Pero la fama, al ser la espuma del éxito, no redime nada, al contrario, embadurna.
Loados sean aquellos perdedores, aquellas perdedoras que nunca anhelaron la historia, porque de ellxs es el reino de la vida.
El tiempo se lo lleva todo.
El tiempo se lleva hasta la palabra.
Mira que siendo sagrada merecería unas luces permanentes en el universo.
Y cuando la derrota asoma, los aplausos van a fade out y aparece el alivio del silencio, entonces quizás hay una oportunidad.
Sitúas los recuerdos. Sitúas el presente. Sitúas la noche. El amanecer es un lugar que pertenece a otros, otras que esperas, deseas fervientemente te lo cuenten. Porque contar sigue siendo tan importante como antes. O más.
Los seres vulnerables a veces no son capaces de beber la vida a palo seco. Deben ponerle un hielo, un trocito de limón y un poco de gaseosa. Por eso, entre otras cosas, lxs vulnerables leemos o escribimos o creamos y consumimos arte. Incluso agotada la pasión.
Ah, la pasión, qué lindo signo de ingenuidad. ¿O es de inocencia?
La pasión es un velo que a veces anuncia bodas, otras guerras, otras nacimientos, otras muertes.
La pasión, las pasiones.
Luego vas viendo que la mañana es el reino.
Un reino que no vale ni un caballo. Porque el caballo, claro, siempre vale más.
Ah la belleza de un corcel. ¡Cómo no! El reino lo pone caro Ricardo III.
¡Siempre vale más el caballo!
Esa última espina que es aceptar la fragilidad propia con dignidad, para tantos, para tantas, resulta el último escollo de heroicidad que queda.
Ah, pero luego el anonimato absoluto.
Ah, al menos respiramos, cuánto privilegio, cuánta humildad.
La mota en el universo.
El nanosegundo en la corteza de un árbol.
La línea que nos cruza la mano.
Ah, siempre nos quedará la sonrisa cómplice de una lágrima amiga.

BSO, Estranha forma de vida, Amalia Rodrigues.

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