THE LESBIAN SISTERS

THE LESBIAN SISTERS
Fotos de Eugenia Gusmerini

miércoles, 19 de julio de 2017

Un día





Al nacer lo acoges todo solo con una respiración.
Es una respiración violenta, agresiva.
Te atragantas de aire que vas llorando.
Creces bajo la mirada atenta de los adultos que siempre andan sorprendidos por tus logros.
A veces te caes, luego te levantas, vuelves a llorar, pero sueles recuperarte rápido.
Sigues acumulando. Sobre todo expectativas. A menudo eres una expectativa con patas.
Aunque lleguen otros, otras, a la familia, tienes un lugar. Quizás durante unos capítulos vas de secundario, pero si te aplicas, brillas en algunos planos secuencia como cuando respiraste la segunda o la tercera vez.
En la adolescencia hay algo que te enfada o te deprime. Si eres el líder de la clase, no. Si eres el líder gestionas a la masa como mejor te parece y siempre crees que lo haces bien. Si eres lumpen, lo petas en tu habitación.
Luego en la juventud quizás estudies una carrera y todavía sueñas con llevarte la vida por delante y salir del teatro salpicado de aplausos. De hecho algún día despunta alguna de tus creaciones. Pero la juventud tiene un difuminado elíptico que enseguida te coloca en tierra de nadie.
Sales de la Universidad y te dices que la vida empieza ahora. Entonces, ¿qué era el resto? Y aquí en lugar de acoger, empiezas a querer dejar. A dejar. 
Dejar de levantar expectativas lo primero, que pesan mogollón.
Dejar de fumar.
Dejar de querer a aquella chica o aquel chico que no te quiere.
Dejar de soñar con ser un gran escritor. Da igual si pretendías el malditismo o el bestselerismo.
Dejar de poner el foco en los grandes momentos.
Dejar la casa de tu infancia.
Dejar de estar enchufado a la épica de la cotidianidad.
Un día, no recuerdas cuándo, dejas de comprar el diario los días de cada día. Pero algo cambia cuando dejas de comprarlo los fines de semana. Es definitivo.
Otro día, dejas de hojearlo cuando está sobre la mesa de la biblioteca.
Otro empiezas a regalar libros que subrayaste.
Otro te da por romper papelitos que antes eran tu vida más íntima, la fetichista.
Otro te das cuenta de que hace años tiraste toda tu colección de entradas del cine con impresión cronológica.
Otro dejas de oír los pensamientos de los demás y solo escuchas el tuyo; a ratos.
Otro sabes que lo que has dejado en los armarios solo es cuestión de tiempo que te atrevas a llevar al contenedor.
Otro dejas de trasnochar.
Otro cumples doce años sin fumar. Ni tabaco ni otras sustancias.
Otro te planteas si algún se te ocurrirá dejar de escribir.
Otro permites que dejar sea una ley en tu vida.
Claro, un día lo vas a dejar todo.
Eso sobrecoge. Impresiona. Nunca se está preparado.
La barca de Caronte, la puerta de San Pablo, el túnel de las almas.
Nada me parecía más romántico que sentarme a escribir poesía en una cafetería del Greenwich Village, dice Patty Smith en M Train.
Un día escribes poesía donde puedes y donde te pilla.
Un día duermes y despiertas.
Un día duermes y duermes.
Un día desapareces.
Un día.

BSO, Canto da Imanja, Fabiano do Nascimento.


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