Limpiar le sienta muy bien al alma. A
menudo más que leer.
Tú friegas los platos y se te va descargando el pecho sin darte cuenta, se dispersan las lágrimas
acumuladas diluyéndose con las pompas del jabón.
Te desaparecen los nudos que te
impedían tomar decisiones en los intestinos y se despejan las dudas
con respecto a la tarde que acontece.
Sí, si lees un libro, un buen libro,
te parece que la soledad interior no existe y la imaginación -tanto
la que usas como la que no- se siente reconfortada. Pero a diferencia
de la limpieza que se realiza con el arte de las manos y los
diferentes productos líquidos, leer estalagmiza mientras limpiar
estalacmita.
También ocurre que los libros te
enfrentan con tus demonios y te dan pistas de cómo llamar a los
ángeles mientras que la limpieza te ofrece la oportunidad de compartir
las tareas de los seres invisibles que velan en los umbrales del
equilibrio. En este punto los especialistas no acaban de ponerse de
acuerdo y observan de manera confusa que los ángeles pueden ser
convocados por igual a través de la lectura y de la limpieza.
Por eso lo mejor que puedes hacer es
limpiar y leer, leer y limpiar. Porque detrás de la ejecución de
estos dos verbos se hallan territorios afines al orden y al consuelo,
a la compañía y la comprensión, al arte y a la creación, al amor y a la compasión y sobre
todo puedes encontrar instrucciones precisas para perderte y más
adelante, si el desánimo te puede, seguir el mapa detallado para tu
reinvención dentro de lo humanamente posible y lo alquímicamente
transitable.
Ocurre a veces que fregando el suelo
con mocho de algodón se descongestionan los asuntos del pasado y una
vez seco se acepta mejor el destino de los pequeños acontecimientos
diarios. Para la aceptación del destino final los expertos de esta
narrativa comparativa sugieren actos de limpieza diaria con la
pulcritud y el compromiso anónimo que requieren las grandes
empresas.
Una de las acciones de limpieza que
mejor sienta, incluso a niveles de constelación molecular, es
eliminar el polvo de las figuritas, los libros y las baldas de las
estanterías y todos esos trastos inútiles y decorativos que forman
parte del mobiliario, porque mientras se realiza este acto kármico
irrumpen en cascada a través de todos los capilares de nuestro
cuerpo miles, millones de átomos de esperanza. Se ha demostrado
sobradamente que la sustancia que segrega uno de los quince tipos de esperanza que existen está
directamente relacionada con la limpieza de lo inservible.
Según he podido saber a raíz de unas últimas publicaciones de investigación en la materia, para alcanzar bienestares difícilmente retribuibles por arte creativo alguno, los eruditos de las fuentes recónditas subrayan que eliminar mugres de tiempos verduzcos en los rincones olvidados de la casa aporta clarividencia y mirada longitudinal capaz de atravesar las dimensiones. Dichas mugres suelen encriptarse en los rincones del lavabo, fondos de cocina, esquinas de armarios y rieles de ventanas tanto exteriores como interiores, por poner ejemplos fácilmente localizables. Los mismos eruditos que señalan esta disposición también sugieren sentarse en el sofá con un ejemplar de tu escritor o escritora favoritos para disfrutar del elixir que se obtiene después de esta limpieza. Se dice que una vez un lector empedernido alcanzó el nirvana con la lectura de un solo verso de la poeta argentina Alejandra Pizarnik tras eliminar frotando con estropajo la grasa acumulada en un rincón ignorado durante años y, a priori, inalcanzable de su vieja cocina.
Cabe destacar también que cuando se ha realizado una
limpieza a fondo, se ha comprobado que la poética de la brisa fluye
con la armonía del cosmos y a los mundos colindantes los invade una
sensación de paz canalizadora de nuevas conmutaciones.
Así mismo, si el mantenimiento de las
sesiones de limpieza se produce con regularidad, destreza y sin eludir
responsabilidades, es por todas las caracolas del mar propagado que
el placer de la lectura puede obtener grados de grandeza difícilmente
igualables por otras actividades pues el acto consecutivo entre
limpieza y lectura se funde en el infinito.
Limpieza y lectura son por tanto dos
artes que los expertos en vida lumínica recomiendan realizar en
actitud consciente y, si puede ser, correlativa. Animo -especialmente a los hombres- a que lo comprueben empíricamente y disfruten en profundidad de todas estas recomendaciones.
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