Línea 5 del metro
de Barcelona. Azul. Hora punta del mediodía. Una chica me dice:
- Em deixes
passar? (¿Me dejas pasar?)
- Sí, és clar.
(Sí, claro)
La chica accede a
la salida. El vagón vuelve a moverse. Me desequilibro, intento
compensarme, caigo hacia atrás y me apoyo ostensiblemente y sin
pudor ni orientación en alguien que está detrás mío y
no puedo ver. En unos segundos que se hacen larguísimos, recupero el
equilibrio lo suficiente como para girarme y ver en quién me sigo
apoyando sin poder evitarlo.
- És que no
tinc suport. (Es que no tengo apoyo).
Veo su mano agarrada a la barra de hierro lateral de los asientos que tiene delante y parte de mi cuerpo sostenido por su hombro mientras oigo la voz
del chico que dice:
- Doncs ara ja
el tens. (Pues ahora ya lo tienes).
Lo dice de una manera tan amable y empática que nos reímos. Él, sus acompañantes -algunos de los cuales van sentados- y yo.
- Moltes gràcies
– digo todavía atrapada por la risa y congratulada por el gesto y
las complicidades halladas.
Recupero el equilibrio. Luego ellos y ellas
siguen hablando y yo cierro pestañas en el móvil para guardarlo en
el bolsillo. Por lo que dicen, podrían ser estudiantes de
enfermería, o medicina. El chico se despide en Sagrada Família.
Procuro dejarle todo el espacio que puedo para que pase con holgura.
Pienso en Barcelona, la gente joven, el ser humano y me digo, hoy
molamos, molamos mucho.
Santa
Coloma de Gramenet, 24 de enero de 2018
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