THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

miércoles, 23 de abril de 2008

La subterránea posada


En mi atletismo vertiginoso atravieso la ciudad por el centro neurálgico donde se plantan libros y se cortan rosas. El día es soleado. Acompaña. Siento las sonrisas clavadas en mi espalda. Y en un momento dado me atrevo a husmear en la puerta de una librería. La misma en la que me refugio los sábados al mediodía, cuando dejo que los títulos más diversos me envuelvan en un espacio ficticio que no estoy segura de querer traspasar. Desisto. Y eso que unos gramos de poesía no le hubieran venido mal a mi lastrado olfato de pensapoadora. Cada uno esnifa lo que puede.
Igual Sant Jordi no mata al dragón para apoderarse del castillo de rosas. Igual no hay pétalos dejando rastros de amores conocidos. O venideros. No importa, las flores siguen abriéndose en ofrenda a la vida. Eso es lo importante. Y alguien en un rincón de su ambición sigue soñando con que una obra maestra la poseerá algún día.
Pero yo me conformo con menos. Tal vez con robar unos versos de alguien que ya trascendió, alguien que a pesar de la muerte sigue entre nosotras. No se conoce un pasajero que haya huido - / si se albergó una noche en la memoria - / esa caprichosa – subterránea posada / consigue que nadie salga de ella otra vez. Emily Dickinson.
Y eso somos, memoria. Y cuando nos extingamos en el espacio, una señal de memoria quedará vagando. Y eso nos hará inmortalmente perecederos. Porque lo que no se recuerda sólo existe en la sombra. Y debiéramos ser luz, aunque sólo sea a ratos. Y es que el exceso de luz ciega.

Flores, caramelos y chocolates para todas.

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